- Esta abajo- terminó la oración por ella.

- Eijiro está abajo- puntualizó del rubio, recuperando poco a poco su semblante habitual.

- Bakugo- la mayor se acercó un poco más y el pelinegro se hizo a un lado para darle espacio. Por otro lado, el cenizo no se apartó, la observó moverse hacia él y cuando estuvieron frente a frente alzo la barbilla esperando lo que le iba a decir.- no tengo como pedirte perdón... lo lamento muchísimo. Y aunque no debería, te ruego que me ayudes a buscar a Eijiro. Prometo hacer lo que quieras, pero... por favor.

Los jóvenes se miraron. Azumi no necesitaba pedirle ayuda, el rubio lo haría. Sin embargo ¿Qué pasaría cuando se encontrarán con Kyoko?

 Sin embargo ¿Qué pasaría cuando se encontrarán con Kyoko?

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Treinta y cuatro minutos antes

Siempre le incomodó que el mocoso cargara explosivos consigo, pensaba en el día que uno estallara por accidente. Pero jamás estuvo tan feliz de ellos hasta ese momento. 

Una vez salió corriendo a una de las puertas laterales buscó a su hijo entre el humo de la explosión; lo vio correr del lado contrario luego de matar a un hombre joven. Lo primero que pensó cuando los emboscaron fue en culpar a sus anfitrionas; pese a que ellas también estaban siendo amenazadas la única que no se veía inquieta fue Kyoko, y no se equivocó.

Vio a la pelinaranja escabullirse con ayuda de uno de los supuestos traidores. Y dado que su hijo, casualmente, salió antes de que todo empezara, no dudaba que fueran cómplices. Esa maldita familia eran un grupo de ratas traicioneras y Mitsuki haría lo que se hace con esos malditos roedores: exterminarlos.

Corrió tras Kyoko lo más sigilosa que pudo dentro del caos, la siguió por los pasillos y puertas de la casa, atreves de las escaleras hasta alcanzarla. Asesinó a cada persona que se interpuso entre ellas. 

Esa perra le arrebató al amor de su vida y ahora pagaría por ello.

Su rival había bajado en lo que parecía un enorme sótano, pero muy diferente al de su propia casa, era más grande. Estaba más iluminado que afuera, mas no lo suficiente, estaba dividido en dos pasillos uno de ellos estaba lleno de maquinaria y papeles, mientras que otro, un poco más amplio que el anterior, tenía varias habitaciones vacías, como si fuera una prisión. Una de las puertas del fondo tenía un enorme candado con un sistema de alarma extra. Kyoko estaba parada frente a ella y diciendo algo que no entendía.

Mitsuki aguardaba en el pasillo, justo detrás del ultimo hombre que resguardaba a Kirishima. Al pobre no le tiempo de girar cuando la rubia cubrió su boca con la mano y le desgarró la garganta, la mujer no era tan alta como el sujeto así que con toda su fuerza dejó el cuerpo inerte en el suelo para no hacer ruido.

Al levantar la vista ya no vio a Kyoko. Asomó la cabeza por el pasillo; fue una suerte retroceder a tiempo cuando la pelinaranja disparó en su dirección.

Un pequeño trato   [kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora