—Deja de mirarme así o nos delato.

—¿Tan mala idea sería? —Tomás ladea su cabeza como cuando tiene curiosidad en clase.

—Me tocaba a mí hacer una pregunta —bromeo pero él permanece serio, a la expectativa de una respuesta—. Es que...

Se empiezan a oír vítores y ambos nos volteamos para ver la fuente. Los vehículos se acercan a gran velocidad y suelto la mano de Tomás para acercarme a la meta. Desengancho el walkie talkie de mi correa y lo enciendo.

—Ya se acercan a la meta —enuncio en el canal que estamos usando los organizadores.

—Ah, bueno. Avisas pa' poder parar el tiempo, cambio —responde del otro lado Yael.

—No tienes que decir cambio.

—Pero yo quiero, cambio.

Pongo los ojos en blanco pero el único que lo ve es Tomás, que también se levantó de la silla para plantarse a mi lado. Echa un vistazo alrededor. Los únicos cerca son unos niños jugando detrás de las gradas y los conductores que todavía están a eso de cien metros de distancia. Así que rápidamente me da un beso en la frente y no sé, eso me resulta más dulce que un beso en los labios.

Respiro profundo para intentar resetear mi cerebro, y aunque mi cuerpo hace buen trabajo de cumplir la tarea y avisarle a Yael cada vez que un conductor pasa la línea de la meta, mi mente sigue guindada de la pregunta de Tomás.

Yo sé que soy yo la del problema. Si fuera posible saldría con Tomás sigilosamente hasta que nos graduemos. Pero ese miedo a que la gente hable de mí y mis asuntos es lo mismo que me paraliza cuando tengo que hablar en público.

Luego, durante la ceremonia de premiación, estoy en las gradas con Javi observando toda la acción sin participar en ella. Tal como me gusta.

En la esquina opuesta noto con curiosidad que Erika y Yael están muy juntitos cuchicheando y no sé desde cuándo se hicieron tan amigos. Más arriba veo a Juliette imitando a un ventilador, volteando la cabeza de lado a lado como en búsqueda de alguien. Pero en eso Dimas empieza a subir las gradas y ella para la búsqueda. Teófilo está explayado en las gradas después de haber estado corriendo en nuestro vehículo todo el día.

Estiro la mirada a todo el rededor hasta que consigo al que más me interesa. Tomás está arriba en las gradas lidiando con los cables del equipo de sonido con otros dos chamos de la seccional. Tiene su espalda hacia mí. Menos mal que tenemos como a cien personas de por medio, porque sino me gustaría mucho bajar mis manos por esa espalda y...

—¿Cómo van las cosas con Tomás? —susurra Javi a mi lado.

—Bien, hoy vamos a... —Me paro en seco. Yo no le he dicho nada sobre Tomás a nadie, ni siquiera a Valentina y Bárbara, y tampoco a Javi.

—No pongáis esa cara. —Se ríe por lo bajito—. Aún si no los hubiera oído dándose los jamones en el carro de Dimas, esas miradas que se lanzan derriten acero. Es imposible no darse cuenta.

Inhalo tan agudamente que varias personas del público se voltean hacia nosotros. Esquivo las miradas y agarro el brazo de Javi para llevármelo aparte.

—¿Entonces todo el mundo sabe?

—No creo, ya les estarían echando vaina. —La sonrisa de Javi es tan amplia que brilla en la oscuridad—. Yo me di cuenta porque siempre estamos hermanados.

Le doy un empujón suave.

—Por eso él pensaba que estábamos empatados. Pero... gracias por no decirle a nadie.

Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Onde histórias criam vida. Descubra agora