Capítulo 29 (parte 1)

Comenzar desde el principio
                                    

Hago una pausa para secar el sudor de mi cara con la manga de mi franela. Con el movimiento, noto que Javi dejó de cortar tubos hace rato y esto absorto con Enzo trabajando en un torno. No sé si son las virutas metálicas que, contra la luz del sol, parece escarcha alrededor de Enzo. Pero el pobre Javi está tan embelesado como yo hace un instante.

De reojo vuelvo mi atención hacia Tomás. También debe estar sudando porque se levanta el dobladillo de la franela para limpiar su cara. Mi corazón se agolpa contra mi pecho en su intento de latir más rápido, porque el movimiento hace que la parte baja de la espalda de Tomás quede al descubierto por un instante. Y tiene músculos más definidos de lo que yo pensé posible.

Lástima que está de espalda.

¡No! Mejor así. Tengo que recordar que no está disponible.

Le pido al cielo una ayudita porque este chamo me tiene débil. En eso me viene a la mente Salomón diciéndome que nada de salchichas, y me da tanto guácala que se me quitan las ganas de seguir echándole miradas a Tomás.

De pronto las primeras notas de la canción I'm Not Okay (I Promise) de My Chemical Romance hacen que mi celular vibre en mi bolsillo. El clásico emo va muy bien con mi onda estos días.

Sacudo mis manos con mis jeans y extraigo mi celular geriátrico del bolsillo. Toma tres presionadas bien fuertes del botón verde para poder atender la llamada. Estoy en proceso de convencer a mis papás de que me compren un Blackberry para poder usar el PIN con todos los demás, pero por el momento sigo análoga.

—Marica —anuncia Juliette al instante que atiendo, no vale la pena darse saludos lindos cuando el saldo corre como arena entre los dedos—, la de Máquinas Eléctricas está dando consultas, venite.

—Voy —respondo con una inhalación. Trancamos al instante y empiezo a recoger mis macundales.

—¿Pa' 'onde vais? —Atina a preguntar Javi sustrayéndose de la visión tan maravillosa del chamo que le gusta.

—Consulta. Vuelvo más tarde.

—Ah bueno, me mandáis un mensajito si te vais a tardar.

Salgo corriendo del taller, metafóricamente hablando por razones de seguridad. Llevo una semana intentando ir a las consultas de esta materia porque no entiendo un cebillo y ni sé cómo pasé el primer parcial. No puedo dejar el siguiente a la lotería y arriesgarme a aplazar la materia.

Lamentablemente mi cerebro no está hecho para cuestiones eléctricas. Denme un pedazo de metal que con gusto lo mido, lo corto, lo estampo, lo derrito, o lo que sea. Pónganme a pasarle electricidad de una forma u otra y ahí sí me joden.

Hay cola cuando llego fuera de la oficina de la profesora, pero por suerte Juliette me guardó puesto. Los de atrás de ella nos miran con cara de pocos amigos e intento aplacarlos con una sonrisa. Sorprendentemente, funciona.

Eso sí, no funciona con la profesora. Ante las preguntas que hago lo que le falta es llamarme bruta. Se le nota con la mirada que eso es lo que opina. El problema es que todo lo que dice me pasa por encima de la cabeza y creo que quedo peor después de la consulta.

—Vamos a estar estudiando en la biblioteca, sí queréis. —Juliette me da unas palmadas en la espalda cuando salimos como para darme ánimo.

—Alias: te veo peor que nosotros así que ven pa' que te ayudemos.

—Sí, básicamente —concuerda con una sonrisa—. Con gusto te devuelvo el favor de Materiales del año pasado.

Se refiere a cuando la ayudé a estudiar para el recuperativo, porque casi le quedaba la materia.

—Esa sí se me dio fácil —susurro y suspiro—. Tengo que volver al taller a terminar lo de ASME de hoy. Si convenzo a Javi de que nos acompañe, nos vemos luego en la biblioteca.

—Bueno, me avisáis.

Ella sube las escaleras hacia la biblioteca y yo sigo recto. Excepto que a medida de que me acerco a la salida lateral del galpón, oigo un zumbido extraño que hace eco dentro del espacio techado.

—Miarma, eso qué será...

Ya a medio camino en el galpón el olor a lluvia golpea mi nariz. Pestañeo varias veces para aclarar mis ojos y en efecto, lo que ven es tremenda lluvia monzónica de las que normalmente se ven una vez al año y como en abril. Ya estamos en noviembre, casi casi empezando la Feria de la Chinita. Esto es anormal.

Me planto frente a la entrada principal del galpón para ver la lluvia caer. Ni con que me paguen me someto a ella para volver al taller. Los tubos de aluminio que se esperen.

Hay algo especial con ver la lluvia caer en una ciudad tan extremadamente caliente y seca. Sé que el vaporón que va a haber cuando escampe me va a hacer lamentar que haya caído una gota, pero en este momento lo disfruto. El rápido caer de tantas gotas que nublan el panorama casi me transportan a otro lado. Cierro los ojos e imagino que estoy en una montaña muy lejos de todos mis problemas y miedos. Lleno mis pulmones con el olor de la lluvia, tan preciado por estos lares.

El eco de pasos detrás de mí me sacan de mi relax. Volteo sobre mi hombro y casi me ahogo con mi propia saliva.

Tomás se acerca hacia la entrada principal desde adentro, chorreando agua del pelo y de la ropa. El corto trecho entre el taller y el galpón lo ha empapado. No sé si me ha visto porque lleva los lentes en una mano y con la otra se escurre el agua de la cara. Sacude la cabeza y su pelo riega gotas de agua a todo el rededor.

Su franela blanca se ha puesto transparente, y está pegada a cada contorno de su cuerpo como una segunda piel.

Su franela blanca se ha puesto transparente, y está pegada a cada contorno de su cuerpo como una segunda piel

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

NOTA DE LA AUTORA:

👀👀👀👀👀👀👀👀👀

Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora