Tomás está bien acomodado contra la ventana, así que me deslizo hacia el puesto delante del suyo y me arrodillo sobre el asiento para quedarle de frente. A mi lado Javi hace lo mismo.

—Épale.

Tomás levanta la cara y entrecierra los ojos. Hasta borracha me doy cuenta de que es porque sus lentes están guindados del collar de su sweater. Con una mano los descuelgo y se los ofrezco. Su mano roza la mía cuando los recoge, pero Tomás como que no se da cuenta de que solo esa sensación me ha dejado paralizada. Con la misma se pone sus lentes y vuelve a mirar.

—Hola.

Su voz suena áspera con desuso. Tiene sentido, porque la rumba se armó hace como tres horas y él se las ha pasado todas en esta esquina.

—¿Qué hacéis aquí solito? —pregunto.

—Intento dormir.

—¿Con este escándalo? —Javi sacude la cabeza.

—Si lo habéis logrado sois un campeón —añado.

—No. No soy un campeón.—Suspira. El sonido no llega a mis oídos pero sí veo su pecho descargar el aire.

—Yo tengo la solución. —Presento la botella de Cacique 500 que he estado arrullando con tanto cariño como si fuera mi sobrina—. Ta tan. Abre la boca.

En vez de eso Tomás pone ojos de huevo frito.

—Y empínate bien pa' atrás porque sino te va a bañar todo, créeme —Javi declara con más seriedad de la necesaria.

—A ver, no es mi culpa que en ese momento el bus haya pasado por tremendo hueco.

—Excusas —bromea mi mejor amigo.

—Tomás, di aaaaa. —Yo también abro la boca como si él fuera incapaz de entender a qué me refiero.

Esta vez, Tomás se arrima hacia adelante y echa la cabeza para atrás. Sin razonar, pongo una mano entre su cuello y su quijada para apoyarme y apuntar bien. Él aprieta los ojos pero con precisión milimétrica decanto un poco de ron en su boca abierta y logro que no se pierda ni una gota. Cuando remuevo mi mano es que me doy cuenta de lo suave y caliente que estaba su piel. Es como un tizón este chamo.

—¡Wepaaa! —celebra Javi.

Mientras tanto Tomás se estremece y aprieta toda la cara como si le doliera algo.

—¿Te regañó? —me río.

—Peor, creo que me quizo matar —carraspea.

—Eso se te pasa tirándote un paso, vamos. —Javi se levanta de su asiento y poco a poco me deslizo para seguirlo.

Parada en el pasillo, me volteo para ver si Tomás sigue acurrucado en su asiento pero no. Está de pie justo detrás de mí y se frena de golpe un instante antes de estrellarse conmigo.

Es alto. No sé si me había dado cuenta del todo hasta este momento. Tiene que inclinar la cabeza para que sus ojos puedan conseguir los míos.

—¿Y tú no te vas a tomar un palo? —Su voz baja y grave es como terciopelo en mis oídos. Disimulo los escalofríos levantando los hombros.

—Ya que la audiencia lo demanda... —Empino la botella y tomo un buen trago directamente de la boca de ella. Un poco se derrama por la esquina de mi boca y me limpio con el reverso de mi mano—. Vamos pues.

Me doy la vuelta y agarrándome de cada fila de asientos me uno al grupo en el medio. Menos mal que entre la oscuridad y el despelote, ninguna de las dos cuaimas parece haber visto ese pequeño episodio con Tomás. Sino ya me estuvieran jalando las greñas.

Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Where stories live. Discover now