—Yo creo que eso fue lo que pasó, pues. Que nos llevamos tan bien desde el principio que desarrollé sentimientos.

Javi se afana en revolver su jugo de mora. Yo estoy tan incómoda con haber admitido eso que también me distraigo con la comida.

—¿Y ahora? —Pregunta Javi aún sin levantar la cara—. ¿Todavía tenéis esos sentimientos?

Juzgando por las punzadas en mi pecho, sí.

—Un poco. Pero han bajado, y poco a poco seguirán pasando.

Siento mi cara tan caliente como el sol que se filtra entre las ramas frondosas de la mata de mango. A la vez, me siento orgullosa de mí misma. Ya está bueno de guardarme todo lo que pienso o siento. Eso no va a cambiar ni mi entorno ni mi interior. Pero la honestidad si los influencia.

—Y... ¿todavía te duele?

Consigo sus ojos, llenos de más temor de lo que la pregunta me causa. Pero sacudo la cabeza.

—No. Hace tiempo que ya no.

El pobre se desinfla y por poco no se derrite sobre la silla.

—No sabéis lo preocupado que me tenía eso.

—¿Veis lo bueno que es hablar?

—Sí, a veces. —Hace una mueca de dolor—. No con todo el mundo puedo ser sincero.

—Pa' que sepáis que no me sacan tu secreto ni con tortura. —Esta parte la digo más baja pero las otras mesas están lo suficientemente lejos y son lo suficientemente ruidosas como para que alguien nos pare la mínima bola.

—Gracias. Algún día me iré a un sitio donde nadie me mire como si fuera el ser más asqueroso del planeta.

—No lo sois, aunque tenéis un poco de salsa tártara chorreada en la barbilla.

Javi echa la cabeza atrás y se carcajea a todo pulmón. Eso sí llama la atención de varios en la mesa más cercana, pero como obviamente no compartimos el chiste continúan con su conversación.

—Es que por ese sentido del humor no puedo creer que no tengáis mil amigos y al menos veinte novios —comenta a la vez que se limpia con una servilleta.

—Pues así son las cosas.

—Te tenemos que buscar otro interés amoroso.

—Ay, no. —Me arrugo como una pasa—. Yo creo que soy más feliz sin el estrés del le gusto o no le gusto.

Se inclina hacia adelante como si fuera a impartir un gran secreto.

—Déjame que te cuente que hay varios que te tienen el ojo puesto.

—Nahhhh.

—'Ta bien, te voy a dejar que sigas ignorante.

—Gracias. ¿Y vos qué? —Meneo las cejas y a lo que termino el tequeño le caigo encima a la papa con queso.

—Aquí solo hay colirio pa' los ojos pero más nada.

—¿En serio?

—Sí, en Mecánica hay demasiados héteros. Tengo que pasar más rato en Arquitectura.

—Ah bueno, mañana vemos qué tal es la cantina allá.

Javi se sonroja un poco pero su sonrisa clásica se ensancha un poco más.

Una serenidad se posa en mis hombros, suave como un pájaro pero igual de presente. En retrospectiva no me imagino cómo hubiéramos podido ser como pareja. Claro que nos llevamos de maravilla y siempre me ha inspirado mucha confianza, pero sí hacía falta algo. Como una chispa que adelantara la felicidad eufórica que le vi a Salomón cuando Valeria se dignó a darle la hora del día. O como cuando Bárbara nos contaba sobre sus andanzas con Luis Miguel y Diego. O la misma Valentina con Gustavo, su novio actual.

Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Where stories live. Discover now