—Lo voy a pensar.

Un buen rato después, cuando Javi y yo vamos de camino a la parada del Ruta 6, es que finalmente suelto lo que llevo en el pecho. Ahora sí que no puedo contener lagrimones que ruedan por mis mejillas

—Ay, Daya. No te sintáis tan mal —dice esto mientras se agacha un poco para hacer contacto visual—, es na' más el primer parcial. Los otros dos los partís y listo, no ha pasado nada.

—Es que ese es el problema. Si salí así de mal en el primer parcial, que tiene las bases del resto de la materia, no creo que pase los otros dos. Y si raspo la materia me voy a quedar atrás con respecto a los demás y...

Es como si perdiera la habilidad de respirar. Mi visión se nubla y de pronto no estoy segura de si el horizonte de verdad es horizontal.

Lo que me endereza es que Javi me funde contra su pecho en un abrazo.

—Primero, respira profundo. —Una de sus manos hace círculos en mi espalda—. Segundo, de verdad no te hagáis la cabeza un nudo. Si queréis no voy a la rumba mañana y nos fajamos a estudiar lo del primer parcial otra vez. ¿Qué te parece?

Pasa un buen trecho de tiempo en el que lo único que puedo hacer es enterrar mi nariz en su hombro e inhalar el olor a limpio de su ropa y su piel. Su pecho vibra con un ruido que distingo como una pregunta y finalmente sacudo la cabeza, restregando mi cara mojada contra su franela.

Ahí es cuando me entra la vergüenza y me separo de él. No puedo levantar la cabeza porque si lo miro a sus ojos oscuros como el chocolate me desmayo.

—No, no hace falta que hagáis eso. Podéis ir a la rumba normal y estudiamos otro día.

—O podemos ir los dos a la rumba y estudiamos otro día. —Distingo la sonrisa en sus palabras aún sin verla.

—'Ta bien, lo voy a pensar.

Pero ahora que me ha invitado personalmente a que vayamos a la rumba la balanza se empieza a mover más hacia el sí que el no.

Al separarme de él porque ya he llegado a mi casa, la balanza se empieza a empinar hacia el no otra vez. Me recuerdo lo que le he dicho a Salomón unas mil veces: que estoy estudiando Ingeniería Mecánica por los números y no por las salchichas. Y los números me están empezando a fallar, así que debiera concentrarme en ellos.

—Bendición mami —saludo al entrar al apartamento. Mami está en la mesa del comedor sacando las cuentas de la tienda.

—Dios te bendiga, mi amor. —Su ceño normalmente fruncido se arruga más todavía—. ¿Y esa carita?

—Nada, estoy cansada.

Entrecierra los ojos. Es exactamente la misma expresión que le pongo a Salomón cada vez que abre la boca. Yo prácticamente soy una copia al carbón de mi mamá, desde su pelo liso y frondoso, hasta su altura y figura. A diferencia de ella, mi piel es marrón como la de mi papá y tengo su nariz y sus ojos, un poco más claros que los de mami. Pero cuando vamos por la calle la gente nos pregunta si somos hermanas y si por casualidad estamos mami, tía Graciela y yo, los dejamos estupefactos.

Se ve y se nota que no me cree ni papa, pero me da un beso en la frente y un abrazo de esos que por unos segundos lo repara todo.

—Bueno, las muchachas te están esperando en tu cuarto y seguro te van a animar.

—¿Ah, sí?

—Y tu papá viene en camino con tequeños y pastelitos de Monserrate.

—¡Ahora sí se armó!

Sonríe y me empuja hacia el pasillo. La dejo para que siga sacando las cuentas y me encamino a mi cuarto. Desde afuera oigo la tertulia de mis dos verdaderas mejores amigas y vecinas de toda la vida, mi prima Bárbara y Valentina.

Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Where stories live. Discover now