—¿Estáis llorando? —una de ellas chilla la pregunta.

—No... —Pero me paso las manos por la cara para eliminar el vestigio de esas primeras lágrimas que empezaron a caer.

—Dayana —esa es la voz bravucona de mi prima a mis espaldas—, háblanos. ¿Qué te está pasando por la cabeza dura esa que tenéis?

—Mejor no digo nada porque me van a caer a chancletazos.

—Ah, o sea que sabéis que lo que estáis pensando está mal, ¿y aún así lo estáis pensando?

Me encojo como una pasita.

—Si no es algo que nos diríais a una de nosotras, ¿por qué coño te lo decís a vos misma? —pregunta Valentina con toda propiedad.

—Es que ustedes no son tierrúas como yo.

Al instante que las palabras salen de mi boca lo lamento.

A través del espejo veo como las expresiones de ellas dos se endurecen. Es más, mi prima aprieta la quijada tanto que de vaina no se parte un diente. Los ojos de Valentina están abiertos de par en par y la hacen parecerse a Los Simpsons.

—Te mato.

—¿Quién tuvo las bolas de llamarte tierrúa? Porque la mato a ella o a él.

—No, nadie. —Me doy la vuelta para al menos poder cachar el momento en que cada una me vaya a dar el codazo que me merezco—. Bueno, no de forma directa.

—¿Y de forma indirecta?

—Bueno, ahí sí me lo ha dicho mucha gente.

Bárbara se truena los dedos. El ceño de Valentina cae como un trueno.

—Mejor lo dejamos así.

Pero las dos me agarran la una de un brazo y la otra del otro.

—¿Quién?

—¿Cuándo?

—¿Dónde?

—¿Siguen vivos? Digo, pa' cambiar ese estatus.

Bueh, ya más bajo no puedo caer. Así que quizás ha llegado el momento de compartir el gran secreto. El que me terminó de destruir la poca autoestima que tenía y la razón por la que me juré que en la universidad iba a cambiar.

—Este... —Me muerdo el labio ante la intensidad de ellas dos, como de que si no termino de contar el asunto completo me lo van a sacar a golpes—. La chama esta Andrea que estudia conmigo es una.

—¿Ah, sí? —Bárbara frunce las cejas—. Lo que nos habías dicho era lo de la presentación. ¿Qué más dijo la mosquita muerta esa?

—Se burló de mi ropa y de que seguro no conozco marcas caras y cosas así.

—Pero, ¿se cree que está en primaria o qué? —Valentina bufa.

—¿Quién más? —Bárbara da un paso adelante al hacer la pregunta. Valentina la copia. En un instante estoy contra la espada y la pared, o en este caso contra el espejo y mis dos mejores amigas que están arrechas.

Bajo la cabeza y hago un nudo con el dobladillo de mi franela. Lo deshago y lo vuelvo a hacer.

—Es que yo nunca levanto a un chamo como ustedes, ya lo saben...

—Seguí creyendo eso que te vais a volver creyón.

—Marica, eso es imposible. Si vos tenéis un cuerpazo y una sonrisa que para el tráfico.

—No, de verdad —continúo aunque me tiembla la voz—. Los chamos del liceo me paraban tanta bola que me hice un collar.

—Yo creo que los tenías intimidados —musita Valentina.

Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Where stories live. Discover now