Pero no estaba allí por él, sino por ellos.

—¿Te gusta? —le preguntó.

El niño asintió tan rápidamente que fue realmente cómico y no pudo evitar reír alegre.

Colocó todos sus regalos sobre el sofá, juguetes y ropa que el niño tocaba sin saber dónde quedarse.

Alzó la miraba y vio los bonitos ojos de Oker mirarlo sin entender nada.

—Él no necesita tanto, no debiste ... —pero no pudo continuar.

Milo se acercó hasta él.

—Míralo como el regalo que un amigo te hubiera hecho por su nacimiento y que nunca pudo hacerlo.

Oker apretó los labios y asintió.

—Mira, papi —decía Kyle enseñándole cada una de las cosas.


Ω


Oker sentía que iba a romperse, no es que fuera una sensación ajena, pero las murallas que había elevado para protegerse de todo las estaba derribando su propio hijo.

Oker nunca le había podido comprar nada nuevo, nada que viniera en una caja en perfecto estado, ninguna prenda de ropa con etiquetas colgando.

Y Milo aparecía como si fuera Papá Noel, cargado de regalos que Oker jamás podría permitirse. ¿Cómo negárselos a su hijo? Sencillamente, no podía.

Miró al omega, ellos nunca fueron amigos, y reconocía que no era porque Milo no lo hubiera intentado. Pero en su mundo, en su antiguo mundo, las cosas no funcionaban así.

La familia, la belleza, el carisma era lo único que te aseguraba un puesto entre ellos. Milo no tenía ninguno de ellos.

Nunca sintió que lo rechazara, pero no era uno de los suyos y aparecía queriendo jugar el papel del viejo amigo que nunca fueron.

Se había acercado a su hijo que parecía incapaz de abrir algunos de los envoltorios donde estaban los juguetes. El omega sonreía, acariciaba la cabeza de su hijo y volvía a sonreír.

Aquello era un gesto de caridad, lo sabía, uno que no podía rechazar, no estaba en disposición de hacerlo. Pero no quería tener ningún tipo de conexión con su pasado, era demasiado doloroso.

Cuando Kyle pudo tener todo a su disposición el niño se enfrascó en sus aventuras imaginarias infantiles. Oker se alegraba de que a pesar de todo, nadie le hubiera robado eso, la inocencia de su hijo.

—No es mi casa y no puedo ofrecerte a nada sin el permiso del dueño —dijo Oker mortificado, sabía que el alfa lo sabría y que recibiría una fuerte reprimenda.

—No te preocupes, pediré que nos traigan algo —dijo sacando su teléfono móvil, Oker miró la hora. Aún tenía que acabar de limpiar, y ponerse a cocinar.

No era el lugar para ponerse a perder el tiempo merendando y parloteando, pero le parecía realmente desconsiderado después de la felicidad que Milo le había dado a su hijo.

—Claro.

Escuchó al omega hablar con un servicio de catering, ver a alguien disponer del tiempo y el dinero necesario para cualquier tarea que no realizara era como un extraño deja vu.

Fue al baño en el que había dejado las cosas a medias, no es como si no estuviera limpio. Podría darse ese margen por ese día.

Guardó las cosas de limpieza bajo la atenta mirada del otro omega.

—Iré preparando la cena mientras tanto —le anunció, y Milo asintió acercándosele.

Desde la cocina americana siempre podía tener un ojo sobre Kyle, esa casa era sencillamente estupenda. Y esperaba, de verdad esperaba, que Milo hubiera preferido quedarse con el niño mientras él terminaba sus tareas. Pero no fue así.

OmegaWhere stories live. Discover now