Capítulo 9

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"Al parecer eres más tonta de lo pensé".

Dice una voz a lo lejos. Me encontraba en medio de una profunda oscuridad, en donde solo podía ver con claridad un pequeño radio de luz alrededor de mi, de resto, todo está empañado en una gélida negrura.

"No podrás arrepentirte de lo que dijiste".

Escuche nuevamente. Gire hacía todos lados con la esperanza de encontrar el dueño de la voz, pero era imposible. Por alguna razón, esa voz me resultaba familiar. Intenté caminar a la dirección en donde creía provenía la voz, pero con cada paso que daba, me parecía que estaba yendo a ninguna parte, como si estuviera caminando en círculos.

Deje de caminar y espere a que toda esta pesadilla terminará de una vez por todas. De repente, una mano misteriosa desde atrás me aprisionó el cuello, y unos labios helados se acercaron a mi oído. Mi cuerpo comenzó a temblar.

"No sabes... En lo que te haz metiendo".

Su voz me puso los pelos de punta. Como pude, me arme de valor y me separe bruscamente para encarar al ente.

Al observarme, pude apreciar una sonrisa macabra asomar por su labios.

"Comenzó el juego... Elizabeth".

Que pronunciara mi nombre hizo que mi corazón saltara de miedo, y antes de que me diera cuenta, el suelo debajo de mí se desvaneció, causando que cayera a través de aquella oscuridad.

Me desperté sobresaltada. Por mi frente, corrían unas gruesas gotas de sudor y mi corazón estaba latiendo como loco. Como pude intenté tranquilizarme, dando grandes bocadas de aire, pero esto no era suficiente, necesitaba agua. Al levantarme me percate de algo; me encontraba en mi cuarto. Al notar este hecho todos los recuerdos de la madrugada se instalaron en mi mente, la habitación del piano, el chico aprisionando mi cuello, María inconsciente... Espera, ¡¿dónde está María?! Comencé a alterarme al recordar lo que aquel espectro le había hecho a María. Al devolver mi vista a mi cama note que María se encontraba allí, no sé si durmiendo o todavía inconsciente. Sin poderlo evitar di un gran suspiro y me senté sobre el edredón. Aun así, sin perder tiempo moví el hombro de María, hasta que no abra los ojos no sabré si realmente se encuentra bien.

— ¿María?, ¡María! — Empecé a llamarla mientras la movía un poco más fuerte. Ya comenzaba a preocuparme que no estuviera reaccionando — Por favor María despierta, ¡por favor despierta!

Ya parecía una psicópata desesperada, ¿por qué no despertaba?, ¿acaso no solo la durmió temporalmente sino para siempre? No, no puede ser. Intente una vez más llamarla.

— MARÍA DESPIERTA — Grite a la vez que le daba una última sacudida. Antes de que me diera cuenta ella abrió los ojos y se sentó sobresaltada. ¡Gracias al cielo!, por inercia la abrace, por un momento creí que nunca despertarías.

— Por un momento pensé que ese... chico te había hecho algo más que solo desmayarte — Dije. Pude sentir como una pequeña lagrima corría por mi mejilla.

— ¿Elizabeth? — Al escucharla me separo para mirarla. Al parecer se veía todavía confundida. Pasados unos segundos algo en su mente pareció hacer clic, debido a que su mirada cambió de confusión a una de preocupación y asombro — Por Dios, ¡Eliza! — Ahora era ella la que me estaba abrazando, obviamente yo le devolví el abrazo.

Así duramos por un tiempo bastante considerable, hasta que ella comienza nuevamente a hablar.

— Lo siento, de verdad lo siento mucho — Menciona al parecer ¿sollozando? Al notar esto, rápidamente rompo el abrazo para mirarla, algunas lágrimas caen a lo largo de su rostro.

Bajo La Misma SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora