¿Quién era la propietaria de esa melodía enigmática?
¿Por qué sus manos parecían tan naturales sobre aquel piano prohibido?
La curiosidad y el atrevimiento inundaban el ser de Mura. Sus pensamientos eran audaces pero también contenían un gusto culpa...
— ¿Si? —me acomode sobre mi asiento dispuesto a revisar mi teléfono ignorándola por completo pero ella se colocó frente a mí—. ¿Qué necesitas?
—Hablar contigo.
—Estamos hablando.
Ella me miro nerviosa y no la conocía a la perfección pero cualquiera se daría cuenta de que algo la estaba estresando.
—Lo siento mucho Zack—mi cejo se entrecerró y la mire boquiabierto—. Por todo lo de hace unos meses, no por lo de Falcon eso ya lo habíamos hablado, sino porque tú te alejaste de Falcon y él es quien menos culpa tiene.
Me levante de golpe de mi escritorio y la mire desde arriba.
— ¿Qué jodida mierda dices, Olivia? Explícate.
Ella abrió la boca para decir algo pero rápidamente la cerró. La tome del brazo suavemente y la guie por los pasillos hacia un salón desocupado.
—Habla.
—Quiero que me escuches primero y no me interrumpas.
—Habla.
Estaba acabando con mi paciencia.
—El día en que me encontraste besando a Falcon.
—El día en el que me ambos me traicionaron, si lo recuerdo. Pero eso ya no importa.
—Zack. Yo fui quien beso a Falcon.
Mis ojos se abrieron.
— ¿Qué?
—Ese día lo bese porque así lo desee, Zack te quería realmente pero no sé qué paso ese día, Falcon nunca intento ni tampoco me insinuó absolutamente nada más que respeto y una buena amistad. Él era tu amigo, y todo fue mi culpa realmente.
Que más daba la verdad justo ahora, Falcon ya no quería hablarme, apenas y me miraba. Debía hablar con él, definitivamente pero solo esperare un poco más.
—Gracias.
Ella me dio un asentimiento dando media vuelta e irse. Y de verdad estaba agradecido, nada mejor que una verdad completa que una a medias.
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Mura
Ya no había nadie en la academia. Estaba sola y un hermoso piano en un aula vacía y sin usar.
Y aquí presente una chica curiosa y con muchas ganas de ir aunque sea a verlo, lo habían decorado de flores rojas y azules representando la navidad que ya se aproximaba. Solo quería verlo, lo juro.
— ¿Señorita Overman? Ya estamos cerrando la academia—La señora Lucrecia estaba detrás de mí—. ¿Se puede saber que hace por este pasillo? Aquí está un salón que está estrictamente prohibido.
