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PARKER

Esta vez llegué diez minutos antes a la sesión. Entré en el despacho vacío y me senté en el mismo sitio que la última vez. No me encontraba muy bien, pero no desperdiciaría otra sesión. Mi billetera no me lo agradecería.

Tate apareció poco después, con esas típicas camisas de manga larga que solía vestir y una taza de café negro en las manos.

—Buenos días, Parker —dijo, tomando asiento frente a mí.

—Buenos días —mi voz sonó terriblemente nasal al hablar.

—Estás resfriada.

—Sí, pero no es nada. Ya se me pasará.

Tate se levantó de repente y salió de la habitación durante algunos diez segundos. Luego regresó y volvió a ocupar su lugar detrás del escritorio. Sinceramente, no tenía ganas de hablar de nada. La cabeza me daba vueltas y solo quería irme a casa, tumbarme en mis suaves almohadas y dormir el resto del día. Pero no sería educado ni lógico por mi parte irme tan pronto. Tate pensaría que no me estaba tomando las cosas en serio y que solo le hacía perder el tiempo. Lo cual, evidentemente, no quería.

—¿Cómo te fue esta semana?

—Bien.

—Puedes explayarte.

—Bueno, me encontré con una vieja amiga —musité un poco.

—Eso es bueno, ¿no?

—La verdad es que no.

—¿Por qué?

—Es una amiga de la preparatoria y han pasado muchos años desde entonces.

Tate no dijo nada mientras esperaba pacientemente a que diera más explicaciones sobre el problema.

—Es solo que ella fue cercana a la antigua Parker. ¿Me entiendes? No sé si compaginamos en este momento —un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, haciéndome temblar.

—¿La antigua Parker? Hablas como si fuera una persona totalmente diferente.

—Lo es.

—¿Qué sientes sobre la antigua Parker?

—Vergüenza —sentí cómo mi cabeza comenzó a titilar, pero lo ignoré.

—¿Por qué?

—Ella no fue muy buena. En otras palabras, una idiota.

De pronto, la secretaria que conocí el día de mi primera sesión entró a la habitación llevando una pequeña taza en una mano. Se acercó a mí y me la entregó con delicadeza.

—Para ti —me sonrió, como si comprendiera exactamente cómo me sentía.

—Gracias —le devolví el gesto.

Ella asintió y desapareció rápidamente.

—¿Qué es? —pregunté a Tate.

—Té de limón y miel. Te ayudará, bébelo todo.

Hice lo que me dijo ya que no me encontraba en posición de negarme. Tomé el té en pequeños sorbos, sintiendo como el líquido caliente bajaba por mi garganta y aliviaba parte del ardor.

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⏰ Poslední aktualizace: May 07 ⏰

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