Prólogo

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— Felicidades, mi señor. Ha engendrado una hermosa princesa con sangre del clan Hymu.— Fueron las palabras de la partera. Finalmente había llegado el día tan esperado por el emperador Dohwa.

— Princesa Lady Sam, de la familia Dunseong del reino Nasaka.— Fue presentada por el vocero real, frente a todos los nobles que se encontraban reunidos para celebrar su nacimiento. Era una gran fiesta, en un lindo día.

— ¿Crees que fue una buena decisión? — Preguntó el emperador en un susurro a la única persona en quien confiaba plenamente. — Espero no arrepentirme en un futuro...

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Veinticinco años después...

— Por como salieron las cosas en la revisión del doctor Chion, es imposible que la princesa Lady Sam haya heredado la maldición. Ya sabe que los Hymu normalmente presentan síntomas en los primeros días de vida, sin embargo, la princesa sigue con normalidad aún después de haber pasado años de su nacimiento. — Mencionó el consejero real, el sr. Yoo.

— Tienes razón en eso, pero recuerda que los síntomas podrían aparecer hasta sus treinta años...— Le recordó el emperador Dohwa.

— Mi señor, si me lo permite, debo recordarle que el mismo doctor Chion se hará responsable en caso de que la princesa presente síntomas. No importa si es mañana, o en veinte años, él no permitirá que la princesa desaparezca como pasó con su hermano, el príncipe Heo. Nadie olvida el castigo público que recibió su padre, el doctor Gus, debido a su error.

— Lo que me preocupa es que Chion decida tomar venganza por la muerte de Gus. — Dejó saber el emperador. — Después de todo, era su padre.

— El doctor Chion ha dejado en claro su desacuerdo con las decisiones de su padre, y acepta las consecuencias en caso de ocurrirle algo a la princesa. — Aseguró el sr. Yoo.

— La cabeza de Gus no me devolvió a mi hijo, sr. Yoo. ¿Qué te hace pensar que un castigo resolverá las cosas? — El emperador parecía molesto, sin embargo, ambos saben la verdadera seriedad del asunto. — Solo tú puedes cuidarla. — Se acercó a su amigo.

— Yo ya no estoy en condiciones para mantener la seguridad de la princesa, mi edad ya no me lo permite. En cambio, el doctor Chion aún es fuerte y joven.

— Mi confianza no está puesta en el doctor Chion, sino en su técnica. Sin embargo, tú eres mejor que él si se trata de talento. — Yoo lo pensó un poco, pero antes de que se negara otra vez, continuó el emperador. — La decisión está tomada, sr. Yoo. Tú te harás cargo de mi hija a partir de ahora.

— Pero, majest--

— Es una orden, consejero. — Después de esas palabras, el sr. Yoo abandonó la habitación. No le quedaba más remedio que hacerse cargo de la princesa, quien se ha convertido en una hermosa mujer. Pero lo que le fue heredado en belleza, también le fue heredado en astucia; el problema es en qué la utiliza.

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— ¡Ya te dije que no me gusta ese color! — Las palabras de Lady Sam eran tan frías como la nieve.

— Pero, princesa, no es posible hacer lo que usted me pide...— Repetía el sirviente.

— ¿Estás diciendo que no puedes cumplir con la orden de tu princesa? — Lady Sam era conocida por su belleza e inteligencia, y también por su manía de conseguir algo que nadie entiende...

— No es eso, princesa. Estoy diciendo que no me es posible conseguir una pluma de Fénix azul. Ni siquiera hay evidencias, o respaldos de su existencia.

— Si yo digo que existe, es porque existe. Búscalo de nuevo donde te dije, y no vuelvas hasta que lo obtengas. Si vuelves a traer una pluma de Fénix normal y corriente, será tu cabeza la que acabe rodando...— Si bien nadie entendía el por qué quería conseguir aquella pluma, todos sabían que no le podían negar una sola orden a la heredera del reino Nasaka, por absurda e imposible que fuera.

— Sí, princesa...— Al pobre sirviente le tocaban otros treinta días intentando sobrevivir en la montaña, para poder encontrar la misteriosa pluma de Fénix azul. Era eso, o su vida.

Lady Sam sabía que, al mantener lejos a aquel sirviente, podía obtener la verdadera pluma. Puesto que su sangre real atraía a las míticas aves, mientras que la sangre humilde las repelía. Ya se había deshecho de todos los que significaban un obstáculo para su cometido, solo le faltaba una persona, pero parecía ser más astuto que los demás.

— Veo que fue en busca de la pluma otra vez...— Dijo el sr. Yoo.

— Veo que vino a vigilarme otra vez...— Si bien para nadie es sorpresa que la princesa tenga una mala actitud, el sr. Yoo sabía quién era ella en realidad. — ¿No fue suficiente con lo de Nul?

— El sr. Nul solo busca la seguridad de su padre, y la de usted, princesa. Es su deber como guardia real, y el mío también como consejero.

— Creí que tu trabajo era dar consejos, no mantener cautiva a la princesa.

— Es mucho más que eso. Pero no estoy aquí para discutir sobre mi trabajo, sino hacerlo. — El sr. Yoo era el único que podía hacer caso omiso a las órdenes de Lady Sam, ya que era una orden directa del emperador. — Su padre me ha dicho que la escolte a la ceremonia de bienvenida, ya que ahí estará su prometido, el rey Kirk. Y como sabe, no todos están contentos con este compromiso. Muchos de nuestros enemigos saben sobre esto, por lo cual intentarán cualquier cosa para impedir la boda.

— Y yo sería la primera en hacerlo. Sabes perfectamente que estoy en contra de la decisión de mi padre en casarme con un desconocido.

— Es su amigo de la infancia, no un desconocido. — Aclaró el consejero.

— Lo veo cada cinco años, por supuesto que es un desconocido. — Lady Sam sabía que, aunque quisiera, no podría evitar el compromiso.

— Es más de lo que su madre conoció a su padre.

— Si tan solo pudiera estar en un mundo donde yo pudiera elegir a quien amar...— La tristeza en sus palabras, y las lágrimas de impotencia en sus mejillas alcanzaron el viejo corazón del hombre.

— La dejaré a solas un momento para que pueda recuperarse, y luego la escoltaré a la ceremonia. Sé que no puedo hacer nada por usted, ya que sería ir en contra del emperador, pero al menos puedo ser un consejero para usted también. Y mi consejo para usted, princesa, es que no intente ir en contra de su destino. El camino de cada uno de nosotros está escrito en el papiro de la vida, y sea cual sea, el final siempre será el mismo. — Aunque no comprendía sus palabras, había algo en ellas que lograba tranquilizarla, y a la vez le infundía un extraño temor.

El sr. Yoo la esperó afuera, y mientras ella limpiaba sus lágrimas, por su ventana visualizó un destello azul que se acercaba vacilante.

— ¿Eso es... — La princesa no podía creer que ante sus ojos se encontraba una hermosa pluma de Fénix azul. — No puede ser. — Después de todo, al fin había conseguido lo que tanto buscaba.

El empolvado libro que tenía escondido entre tantos otros, por fin fue abierto. Estaba segura de que en él estaba la respuesta de lo que llevó a la desaparición de su hermano mayor, Heo. Pero el libro solo podía ser abierto clavándole una pluma de Fénix azul, que solo se conseguía en la montaña de Nasaka hace doscientos años. Sabía que su hermano debió conseguir una para abrir el libro, pero aún no sabe cómo lo hizo. Lo importante en ese momento era descubrir por qué desapareció tan repentinamente, al igual que muchos de los del clan Hymu.

— Princesa, ya es momento de ir a la ceremonia. — El sr. Yoo tocó la puerta, alertando a Lady Sam. Al no oír respuesta, pensó que la princesa habría escapado otra vez, sin embargo, cuando entró repentinamente, ella seguía ahí.

— Sr. Yoo, finalmente lo sé... — En sus manos tenía el libro abierto, del cual surgía una intensa iluminación. — Heo no desapareció, él--

Y como por arte de magia, la princesa desapareció ante sus ojos.

Última oportunidad.- MonSam.Where stories live. Discover now