–Fíjate que hoy está más vacío, me parece raro –comentó mi amigo, acomodándose las mangas de la camisa azul.

Miré a nuestro alrededor. Algunas personas bailaban en la pista en pareja y otras por su cuenta. Las mesas estaban acomodadas igual que siempre, sólo que esta vez la cantidad de gente quizás no era la suficiente como para hacer ver el lugar completamente lleno.

–Sí, la verdad sí. No sé a qué se deba, porque…

–Hola, guapo. Te he estado viendo desde que llegaste con tu amiga y quise acercarme a saludar. ¿Cómo te llamas?

Un muchacho no muy alto, de tez morena y buen vestir se acercó a nosotros; mostraba mucho interés en mi amigo que, no podía mentir, era bastante guapo y su buen gusto por la ropa lo hacía ver aún más.

Mario se removió en la silla, evidentemente entre divertido e incómodo. Le mostró una sonrisa de lado al muchacho, mientras que yo nada más me reía por dentro. No podía creer la suerte de mi amigo, esa misma suerte era la que yo quería.

–Si te doy mi nombre, ¿qué es lo que me invitarás?

–Lo que tú quieras. –Le sonrió de regreso.
–Me gusta lo caro.

Mi amigo se levantó de la silla y se fue con el muchacho. Los vi perderse entre las personas que esperaban sus bebidas en la barra y a lo lejos pude visualizar a Silvana intercambiando palabras con Mario, ella se rió y después regresó su camino hacia donde yo me encontraba.

Estando sin ninguna compañía, pude disfrutar de los hombres que pasaban enfrente de mí y que eran de mi agrado, pero que sólo contando con cierto nivel de alcohol en mi sistema me atrevería a hablarles. Resultaba irónico que yo viniera a una casa de citas, en busca de un acostón o algo serio, y que fuera una persona tan tímida al momento de hablarle a alguien.

–¿Por qué carajos tardaste tanto? –le pregunté a Silvana en el momento en el que llegó a la mesa. Dejó las bebidas sobre la misma y tomó asiento en el lugar que anteriormente había ocupado Mario.

–Es que me quedé platicando por allá –respondió, le dio un largo trago a su bebida y después pareció acordarse de algo, por lo que habló enseguida–. No me lo vas a creer. De verdad que no, es que ni yo me la creí cuando lo vi y me confirmaron que, efectivamente, era él…

Le di un trago a mi bebida en lo que esperaba a que terminara de contarme.
–¿Quién? ¿O de qué me hablas?

–Toma más, anda –Me obligó a tomar otro trago de mi vaso y lo empujó tanto que hizo que me regara un poco encima. Le reprendí con los ojos y procedí a limpiarme con una servilleta. Silvana se rió–. Perdona. Ya, te diré. Me dijo Charlie, que es el barman, que según Luke pagó para que hoy hubiera poca gente.

Esta vez, sin que me obligara, repetí la misma acción de hace un instante. Bebí un trago bastante largo y después una risa nerviosa abandonó mis labios.

–Pero ¿qué Luke?

–¡Idiota! ¿Pues que otro Luke? –Rodó los ojos, exasperada–. Pues Luke, Luke. Tu ex novio, Luke Kuechly.

Ante la simple mención de su nombre, la idea de que estuviera en el mismo lugar que yo provocó miles de sensaciones dentro de mi cuerpo, sobre todo en mi corazón, que al momento brincó contra mi pecho. Sólo que todas esas emociones supe disimularlas en un gesto lleno de desinterés.

–Ah, pues que bien por él –opiné–. Me da gusto que esté buscando el amor por estos rumbos.

–Sí, en el mismo lugar que tú. Eso es muy lindo de su parte, ¿verdad?

One Shot's | 𝗡𝗙𝗟Where stories live. Discover now