Capitulo 2: Jorge, el cazador.

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Jorge se rió.

- Es que, mi amor, nunca has entrenado conmigo.

- ¿Y para que quieres que entrene contigo? – dijo Martina arremangándose las mangas de su jersey.

- Es excitante ver a una mujer como suda... practica ejercicio...

- Y será que a mi no me has visto haciendo ejercicio... - se rió. – encima de ti.

- Eres una malpensada, ¿lo sabías? – dijo Jorge golpeando de nuevo el saco de boxeo. Entonces se lo alcanzó. – Vamos, dale.

Martina se retiró y le dio una patada. Jorge entreabrió la boca.

- ¿Es que no recuerdas la que te di en las pelotas? – dijo arqueando una de las cejas – Vamos, mi vida, cierra esa boquita. Te dije que había ido a clases de autodefensa.

- ¿Teniendome a mi?

- ¿Perdona? Será que no me he sacado las castañas del fuego yo sola.

- Tienes razón. – se inclinó para besar sus labios. – Vamos nena, quiero ver como golpeas fuerte este saco de boxeo.

Lo agarró con las manos y se lo ofreció a Martina. Ella le dio un par de golpes. Jorge se rió.

- Más fuerte, ¿Eso es lo único que sabes hacer? – dijo divertido. Martina se cabreó. Jorge sabía cómo picarla lo sabía perfectamente. Se alejó un par de pasos y le dio otra dura patada. La cadena que aguantaba el saco de boxeo se saqueó con brutalidad.

- Dios mío, le diré a Snade que te contrate. – sonrió Jorge.

- No gracias, ya tengo suficiente con mi clínica. – le guiñó el ojo a Jorge y cogió la cantimplora de él, dando un par de tragos.

- ¿No te lo imaginas? Trabajar juntos, tu y yo...

- Te echarían y se quedarían conmigo. – se burló Martina.

- ¿Perdona? – Jorge pareció ofenderse.
- Es broma cariño... - se giró y se fue hacia la puerta. – Voy a duchar a la niña, ya son las ocho y aun tiene que cenar... y ponerse a dormir. – suspiró.

- ¿Te he dicho alguna vez que eres la madre perfecta para mis hijos? -Martina arqueó la boca.

- No... - mintió, poniendo una expresión de decepción.

- Mentirosa... - Jorge se mordió el labio – verás cuando te coja... te castigaré por decir mentiras...- Martina sonrió, negando con la cabeza. Desapareciendo por la puerta, dedicándole un último meneo de caderas

Jorge entró en la habitación. Frotándose la cabeza con fuerza, con una toalla, ya algo húmeda por su propio pelo. Solo llevaba puesto el pantalón del pijama. Y sin nada debajo. Creía que era mucho más cómodo. Se encontró con una imagen enternecedora. Naiara estaba tumbada encima de Martina, con un libro en las manos. La caperucita roja. Lo ojeaba, giraba las páginas con sus pequeñas manos, mientras que Martina, se había quedado dormida.

- Veni, Nai... - susurró Jorge. – vamos a la cama.-La agarró con cuidado, para no despertar a Martina y se la llevó hacia su cuarto.

- Papá, léeme... - le dijo alcanzándole el cuento.

- ¿No te lo leyó ya mamá?

- Sí, pero yo quiero que lo hagas tu ahora. – dijo sentándose en la cama.

- Pero luego te duermes, ¿eh? Que ya es tarde.-Le sonrió, acariciándole el pelo y ella sonrió.

- Pero mamá siempre me hace una trenza antes de ir a dormir. Yo quiero una trenza, si no, no. – dijo mirando a Jorge.

- Eh... bueno, intentaré hacértela yo. – sonrió, agarrando el libro. – Vamos a ver... - aclaró su voz y empezó a leer.

- No, no lo haces bien. – dijo Naiara haciendo puchero.

- ¿Cómo que no? – Jorge arqueó una ceja.

- Mamá pone voces.-Jorge se quedó pensando. Ahora tenía que poner vocecitas a los personajes.

- Mamá, mamá, voy a casa de la abuelita. – dijo Jorge poniendo una voz aguda. – Pero ten cuidado, mi hija, por aquí vive el lobo feroz... - Naiara se reía. Jorge sonrió a su vez y siguió explicándole el cuento, que su pequeña escuchaba con atención. – Abuelita, ¿por qué tienes estos ojos tan grandes?

- Es el lobo, papá, no dejes que se coma a Caperucita. – dijo Naiara poniéndose las manos en la cabeza. Jorge se rió, y siguió contando el cuento. - Ahora Jorge va al rescate. – sonrió Naiara.

- ¿Jorge?

- Si, mamá y yo le pusimos tu nombre al cazador. – Naiara hizo una cara graciosa.

- ¿Por qué? – se extrañó Jorge, divertido.

- Porque tú la protegiste a ella, como el cazador a Caperucita. – sonrió, coqueta y siguió mirando, distraída, los dibujos del cuento. Jorge negó con la cabeza. Martina, siempre Martina con sus cosas únicas e inimaginables. Pero ese simple hecho, hizo que recordara el principio de la historia de los dos. Lo mucho que había cambiado, gracias... o a causa de ella. Y todo lo que le había dado, todo lo que la amaba.

- Vamos, pequeña, a la cama.

Bueno este es el segundo capítulo, amé este capítulo y espero que ustedes también. voten y opinen. ¡nos leemos el miercoles! LAS QUIERO.

Protegeme 3 - jortini (hot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora