O3

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La calidez que le embarga al despertar le hace querer continuar con su sueño, pero entre los difusos recuerdos que llegan cómo balas a su mente le obligan a despertar completamente. Escanea la habitación en busca de su verdugo, notando así que no es el mismo lugar donde se rindió a Morfeo. Esta era mucho más grande, casi el doble, tenía unos pilares de separación y a través de unas ligeras cortinas blancas podía distinguir a Lionel sentado detrás de un escritorio. Quiere levantarse pero no sabe con qué cara verlo. ¿Lo de ayer era como un espectáculo? ¿Un juego aparte? Según leyó en el acuerdo, él como sumiso debía llamarle Amo, pero ¿era sólo un papel que interpretar en la cama o también fuera de ella?

Con su impropia timidez decidió pararse finalmente. Su estómago le imploraba alimento y su hambre era mayor a su vergüenza.

La planta de sus pies se encontraron con la gélida baldosa que le provocó un escalofrío en todo el cuerpo. Su piel se encrispo y tuvo que subirse de nuevo al colchón.

-- D-disculpe... ehh... señor Cucci- Amo.

Se decidió por llamerle según el contrato pues también venían descritas las represalias que tendría si no seguía al pie de la letra cada instrucción.

Visuzalizo la silueta del nombrado. Despegando la mirada de sus documentos para enforcarla en su cuerpo semidesnudo. Involuntariamente trata de tapar su pecho con las sábanas.

No hay más palabras. Lionel se dirige a la cama, dejando verse claro con su pulcro traje, cómo todos los días en la oficina.

-- ¿Qué sucede?

No hay ningún mote ni apodo. Tampoco menciona nada sobre haberle llamado Amo.

Guillermo traga duró. Pensando en si había hecho algo mal que pudiera hacer enojar al mayor.

-- ¿Dónde está mi ropa?

Pregunta, ya no queriendo pedir por comida. Se retiraría rápido de ahí y renunciaría. Con suerte no habría cumplido con los estándares de su jefe y para no hacer incómodo el área de trabajo ambos irían por caminos separados.

-- No es necesario que te vayas aún. Ven conmigo para revisar el acuerdo y te daré de almorzar enseguida.

Lionel regresó sobre sus pasos hasta el escritorio y le dedicó la misma mirada que el día anterior cuando dejó escapar un gemido. Era una orden. Sin chistar por el frío del piso, Guillermo le siguió.

El resto del cuarto estaba modificado para parecer una pequeña oficina, tenía una suave alfombra gris y un escritorio regular junto a dos sillas, eran más modestas en comparación con las decoraciones de la oficina principal pero seguro que seguían valiendo más que su propia vida.

Se sentó con cuidado al frente y espero indicaciones.

-- Muy bien, me gustaría resolver todas tus dudas, pero si no tienes una en mente puedo empezar yo.

Guillermo entendió que detrás de ese intento por darle libertad para preguntar había realmente un deseo por liderar y hablar específicamente de un apartado. Niega mudo, recordando que sigue sin tener permiso para hablar cómo tal.

Lionel parece satisfecho. Saca de uno de los cajones superiores un cuadernillo igual al suyo. Era una copia. Dio una hojeada rápida y se detuvo en una página, señalando concretamente un párrafo.

-- Aquí se hace mención de tu collar. Por el resultado del día de ayer supongo que estas de acuerdo y vas a firmar el contrato. Por ende es necesario que cumplas desde hoy tus responsabilidades como sumiso.

Decía a la par que sacaba del mismo cajón tres collares diferentes para darle la introducción.

-- Esta cadena la debes traer siempre, en tu día a día. Es un collar de consideración y es una forma de sellar nuestro pacto. ¿Entendés?

challengeWhere stories live. Discover now