Capítulo 168: La guerra: Primavera y verano de 1980

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Fue terriblemente apropiado que 1980 comenzara con la muerte. Años más tarde, marcaría un punto de inflexión en la guerra para Remus; como si perder a los Potter hubiera sacudido los cimientos mismos de la realidad. Después de su funeral, cada vez menos cosas empezaron a tener sentido. Las cosas de las que alguna vez se había sentido seguro se volvieron inciertas, y el círculo, ya pequeño, de personas en las que confiaba y amaba comenzó a reducirse aún más.

Durante el resto de Enero, Sirius y Remus se cruzaron como barcos en la noche: uno no se levantaba hasta tarde y el otro se despertaba con el amanecer para una misión u otra. Ambos estaban decididos a compensar a James, y eso los mantuvo más ocupados que nunca. Uno o ambos iban a la casa de los Potter a dormir, o se quedaban con alguien más de la Orden, por el bien de la seguridad.

El luto por Fleamont y Euphemia además de todo eso significaba que las pocas horas que pasaron juntos estaban llenas de silencio.

Sirius había llorado el día que lo escuchó. Ambos lo habían hecho, pero el dolor era más crudo para Sirius,

— ¡No es justo! ¡No es justo! — Repitió una y otra vez, ojos salvajes y desesperados.

Remus cuidadosamente dejó a un lado su propio dolor para ser el más fuerte, y descubrió que las cosas eran más fáciles cuando enfocaba su atención en ayudar a Sirius.

Fue un trabajo muy duro, y por un tiempo pareció que no habría nada por lo que volver a sentirse feliz. Su única buena noticia salió completamente de la nada (como suele ocurrir con las buenas noticias) un domingo a principios de Febrero.

Sirius había salido con James, no en una misión, por una vez. De niños, James y Sirius se metían en la cama del otro cada vez que uno de ellos no estaba feliz. Ahora como hombres, se pasaban largas tardes recorriendo el campo en la motocicleta de Sirius. Remus no estaba celoso; en todo caso, era un alivio el no tener que ir.

Estaba pasando la tarde estudiando contra maldiciones, lo que al menos le hacía sentir como si estuviera haciendo algo útil. Había decidido tomar un breve descanso y prepararse una taza de té cuando una lechuza picoteó en la ventana de la cocina. Llevaba una nota de Lily; "¿Puedes venir antes de las cinco? Prepararé la cena." Y, por supuesto, se preparó para irse de inmediato. Además, eso era algo bueno para él; sus propios planes para la cena eran tostadas de frijoles, que ya había comido tres veces esa semana.

El frío seguía siendo crudo, la escarcha permaneció durante semanas en Febrero y la primavera tardó toda una vida en llegar. Remus estaba agradecido de poder simplemente atravesar la chimenea en su apartamento y aparecer instantáneamente en la sala de estar de los Potter sin tener que salir. Esperaba que Sirius estuviera bien abrigado; El frío del viento no era una broma a la velocidad que conducía.

— ¡Estoy aquí! — Remus llamó, sacudiendo el hollín y el polvo flu de su túnica raída.

Hieronymus, el gato, le maulló enojado: había arruinado su punto cómodo en la alfombra.

— ¡Cocina! — Lily respondió.

Remus atravesó el lugar. La casa se sentía vacía, y lo había estado durante semanas, pero la cocina estaba tan cálida y reconfortante como siempre. Lily estaba sentada en la amplia mesa de roble, leyendo un libro de recetas, su varita sostenía su cabello en un moño desordenado. Había una olla que se revolvía sola en la hornalla y algo que olía delicioso en el horno.

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