Athena White, no era una diosa pero si muy inteligente. Una chica con un extraño pasado por descubrir.
Regulus Black, el hijo perfecto no tan perfecto. Un chico que se dió cuenta de que podía vivir sin importar lo que su familia diga, aunque vivía e...
— Entonces, ¿cual es? — preguntó el de las cicatrices.
— ¿Cual es que?--- dijo el azabache confundido.
— ¿Cómo que “qué”? La contraseña, tarado. — dijo Sirius indignado.
— ¡Ay! La olvide.--- exclamó con una sonrisa inocente, aunque de igual manera recibió golpes de sus tres amigos.
— Ire yo.--- propuso Remus y rápidamente tomó la capa y se cubrió con ella.
Después de un aproximado de cinco minutos, Remus volvió con una expresión de éxito. Pero antes de decirla, le dió un golpe a James.
— ¿Como pudiste olvidar algo tan facil, idiota? La contraseña es Esmeralda.
Buscaron sus cosas y los cuatro se escondieron debajo de la capa de invisibilidad aunque agachándose para no ser vistos y se acercaron para entrar. Pero antes, vieron una cara familiar huyendo del lugar. Regulus se alejaba rápidamente hacia la casa de los tejones.
Mientras tanto, Regulus había aprovechado su último día en el colegio para estar con su novia, a quien no veía tan seguido por ocultar su relación. Era el día perfecto para juntarse, ya que todos iban a estar despidiéndose por lo que nadie iba a notar su ausencia.
— ¿Sabes? Ahora que ya está terminando el año escolar me puse a pensar en todo lo feo que hice o dije a lo largo de mi estadía en Hogwarts, todo para encajar en una estúpida familia.
1972, comienzo de primer curso
En la plataforma 9 ¾, Un sonriente chico de cabello negro se fue corriendo hacia sus amigos gryffindor dejando atrás a su familia. Un serio chico de similar aspecto se quedó con sus padres quienes lo amenazaban sobre con quien juntarse y en qué casa quedar.
— Recuerda nuestras palabras. Nada de traidores o mestizos, y mucho menos sangres sucias. Esas escorias ni siquiera deberían ser permitidas. No son iguales a nosotros. — le dijo su madre, haciendo cara de asco hacia una familia cerca de ellos. En la cual había tres personas con aspecto de muggles.
Aquella familia también despedía a su hija. Los padres eran muggles, por lo que no entendían nada acerca de a donde aquel tren la llevaría. La madre abrazaba fuertemente a su hija, mientras que su padre, miraba todo con una mueca de desagrado.
— Hija, mandanos cuando llegues una carta. — le dijo su madre.
— Si, como sea, Athena tienes que subir al tren.--- apuró su padre, como si quisiera irse rápidamente.
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El mismo chico, preocupado por dentro pero inexpresivo por fuera está pacientemente esperando su turno para que el sombrero seleccionador asigne su casa.
— Black, Regulus- llamó McGonagall. La mujer de serio semblante le llamó e inmediatamente luego de que el se sentara, posó el sombrero en su cabeza.
