Capítulo 4: Tamales y noche de fiesta.

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(Skyler)

Reviso una vez más mi atuendo en el espejo. He decidido ponerme un vestido color azul rey con puntos blancos, me llega un palmo arriba de la rodilla y es de resaque, unas ballerinas plateadas y mi cabello suelto.

— ¡Skyler baja ya! ¡Tus amigas ya están aquí!—grita mi mamá desde el piso de abajo.

— ¡Ya voy!—contesto gritando. De manera rápida me doy un vistazo en el espejo y salgo corriendo de mi cuarto, bajo las escaleras pero en el último escalón me caigo de culo.— ¡Puta madre!—grito a causa del dolor, al parecer fue muy fuerte mi grito ya que mis amigas salen de la sala.

— ¡Bravo!—Dice Astrid aplaudiendo irónicamente—. Te quedaras con menos trasero de lo que ya tienes.

— ¡Oh, cállate!

—Y se supone que las pendejas somos nosotras—dice Charlotte apuntándose a ella y a Danna repetidas veces.

—Tus palabras, no las mías—comenta Dylan.

—Agh... okey...—digo poniéndome de pie— ¿Por qué llegaron tan temprano?

—Ahh sobre eso... ¿quieres tamales?

Las volteo a ver extrañadas y en eso sale mi madre comiéndose tres tamales al mismo tiempo y con dos en la otra mano.

—Mhm... pruébalos hija ¡están muy buenos!—dice con la boca llena dándole una mordida a otro tamal.

— ¿Qué mierda hicieron ahora?

—Mujer de poca fe—dice Dylan tocándose el pecho como si estuviera ofendida.

—Robamos una olla de tamales.

— ¡Danna!—gritan todas.

—Quedamos en no decirle nada.

— ¡Oh cierto! Claro que no robamos una olla de tamales en un puesto mexicano a un señor de bigotito raro.

— ¡¿Qué hicieron que?! ¿Ustedes están lo...? Esperen ¿aún hay tamales?

—Sí, hay un par en la cocina—dice mi madre asintiendo frenéticamente sin dejar de comer.

Voy corriendo a la cocina y agarro el último par de tamales que se encuentra en la olla, mientras como mi tamal de regreso a la sala se escucha el timbre de la puerta así que Charlotte se levanta del sillón y abre la puerta.

— ¡Ahh!—Exclama para después cerrar la puerta— ¡Es el señor de los tamales! ¡Nos va a violar y venderá nuestros órganos en el mercado negro! ¿Por qué dios? ¡¿Por qué?!—dice arrodillándose y levantando las manos en dirección al cielo.

Y la dramática soy yo.

— ¿Qué? eso no es verdad—digo abriendo la puerta encontrándome con un señor con bigote raro cubriéndose la nariz.

—¿Dónde están mis tamales?—pregunta.

—Ahh... ¿Cuáles tamales?—pregunto haciéndome la desentendida escondiendo el tamal detrás de mí.

—Ese que te estas comiendo.

— ¿Qué? ¿Está lloviendo? No se vaya a mojar ¡adiós!—cierro la puerta y suelto un suspiro—. ¡Uf! Eso estuvo cerca.

—Su bueno ¡ya vámonos! Quiero mover el trasero—dice Charlotte moviendo raro las caderas.

—Dylan—dice mi madre mientras toma a mi amiga del hombro—. Necesito que seas mis ojos y oídos.

—Okey, a cambio de que usted sea mi hígado y próstata—contesta con los ojos entrecerrados.

— ¿Qué?—pregunta mi madre desconcertada.

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