Oportunidad: Parte 2

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Thomas era un asesino.

Y lo cometió por pura curiosidad.

Todo sucedió en los primeros años de universidad, cuando Thomas tenía diecinueve años. Nadie se hubiera imaginado de lo que fue capaz, incluidos sus padres. Siempre había sido un chico normal, con hobbies y gustos que se podrían considerar mundanos, como la lectura, la música o el teatro. Pero a partir de los dieciséis, Thomas cogió un inusitado interés en documentales, específicamente aquellos relacionados con asesinos en serie. Consumió todos los habido y por haber, desde Ted Bundy hasta John Wayne o Jeffry Dhamer.

En un principio parecía la curiosidad inerte de un adolescente que despierta este tipo de temas, pero no era el caso. Thomas supo ocultar muy bien su creciente inclinación e interés con sumo cuidado. Un pensamiento y una duda fue floreciendo en su mente. ¿Qué se sentiría al arrebatar una vida? Y para Thomas solo había una respuesta posible.

El plan parecía aparentemente sencillo. Acercarse a uno de sus compañeros o compañeras y ganarse su confianza, hasta el punto de ser amigos. Luego, con la excusa de algún examen, invitarle a estudiar juntos, para así tener la oportunidad de asesinarle. Le costó más de lo que esperaba por culpa de su pequeña ansiedad social. Por suerte, después de medio curso, muchos exámenes y muchas conversaciones desdeñables y olvidables consiguió acercarse a Sophia, Sophie para sus amigos.

Era una chica bajita. No media más de metro sesenta. Vestía siempre con abrigos largos y una bufanda a cuadros de colores pardos. Además, llevaba gafas y tenía el pelo corto, pero algo rizado. Además, siempre se sentaba en frente de él. Era buena chica, aunque algo excéntrica.

El primer acercamiento fue en clase. Thomas faltó a una de las clases expresamente para así tener la excusa perfecta. Al día siguiente se acercó a ella y le pidió los apuntes. A partir de ahí, todo fue sobre ruedas. Paulatinamente, se fue construyendo una relación de amistad, que, por desgracia, no era más que una amistad impostada y falsa. Después de varios meses de relación, justo en el tramo de exámenes finales de uno de los semestres, Thomas dio el paso final. Invitó a Sophie a estudiar juntos. Tuvieron que cuadrar un poco sus horarios, puesto que ambos trabajan de media jornada. Sophie en una tienda de ropa y Thomas en un restaurante de comida rápida.

La quedada procedió con total normalidad. Fueron a una biblioteca cercana a la facultad y después, al salir, Thomas convenció a Sophie de acompañarla a casa con el pretexto de lo tarde que era. Fue entonces cuando lo hizo. A escasas calles de la casa de Sophie.

Mientras caminaban, Thomas dio un paso atrás, dejando distancia entre ambos, para así poder asestarle varios golpes con un martillo que había comprado previamente. Cuando Sophie se dio la vuelta para preguntarle porque se había parado, recibió el primer golpe en la cabeza. Le dejo desorientada, a parte de sorprendida y atemorizada.

Thomas siguió aporreándole la cabeza con el martillo, impasible, ignorando por completo los chillidos de dolor y las súplicas de Sophie.

No hubo placer. Solo golpes, como si se tratara de un leñador acostumbrado a cortar arboles.

Después de más de diez golpes en la cabeza, Sophie se hallaba muerta delante de Thomas. Y de alguna manera, sintió decepción. Había arrebatado la vida de una persona y Thomas había esperado cierta adrenalina y pasión, pero se encontró con todo lo contrario. Se encontró con una sensación de vacío y desconexión que ni por asomo se acercaba a lo que esperaba. Tampoco hubo arrepentimiento. Solo la decepción que podrías esperar de un científico que realiza una prueba y obtiene resultados negativos.

Thomas ni se preocupó de limpiar la escena del crimen, sobre todo, porque, acto seguido, se entregó a la policía. El resto es historia.

Thomas seguía leyendo cuando, de nuevo, el maullido del gato le desvió la atención del libro. Volvía a estar fuera de la celda. Thomas echó una mirada rápida y lo ignoro, volviendo al libro. Pocos segundos después, un segundo maullido sonó, pero esta vez más cerca. Thomas miró de nuevo, y en esta ocasión el gato estaba dentro de la celda. Thomas se sobresaltó un poco. Hasta que su mente no le dijo que por su tamaño era factible que el gato pudiera colarse entre los barrotes, no se relajó.

Oportunidad | PENDIENTE DE REVISIÓNWhere stories live. Discover now