— Y luego estás tú —carraspeo y me fijo en un punto fijo de un edificio frente a mí—, quiero decir, la gente como tú. Nos protegéis a todas.

— Exacto —vuelve a mirarme fijamente y se gira lentamente como incómodo—. Estaréis bien aquí —me dice sin apartar la mirada de mí.

— Claro que lo estarán —Erik interrumpe la conexión que juraría se había creado entre nosotros. Gabriel, resopla, pone un gesto molesto y vuelve a mirar a la ciudad—. Mis hombres y yo velaremos porque no les pase nada.

— Gracias —le digo y me muevo hacia el pasillo para dirigirme a las habitaciones. No tengo intención de mantener una conversación con Erik. Además me pone incómoda su presencia cuando está Gabriel.

Hay un amplio pasillo con cuatro puertas. Según nos explica Sila, tres son dormitorios y uno es un baño. Abro todas las puertas. Los tres dormitorios son iguales. Mismos muebles, mismas colchas, todo igual. Tienen un armario, un tocador con espejo, un par de mesillas y una cama central que debe ser de ciento cincuenta centímetros. Porque me parece muy grande.

El baño tiene bañera y ducha. Dos lavabos y un váter. Un mueble bastante grande de suelo a pared repleto de toallas de distintos tamaños.

— Mañana quiero que vayáis a comprar ropa y cosas de aseo personal —dice Sila con desinterés mientras mira su celular—. Mis chicos irán con vosotras.

— ¡Madre mía! La casa es enorme y todo es precioso Sila —dice Marlenne con ese acento francés que la caracteriza y le hace hablar en un ruso muy chapucero—. ¿De donde vamos a sacar dinero?

— Os daré dos meses de sueldo a cada una para que hagáis lo que queráis y ya me lo devolveréis poco a poco después. Por cierto, vuestros contratos están sobre la mesa del salón —las chicas se miran con una sonrisa y van directas allí.

— ¿Y yo? —le digo— Aún no hemos aclarado lo del trabajo y no me compraré nada hasta que te...

— Te dije que lo veríamos más adelante. De todas formas no creo que estés preparada para trabajar aún.

— Entonces no me compraré nada. La deuda ya asciende a miles de euros.

Sila se acerca a mí y me sujeta de los hombros haciendo que fije su mirada en ella.

— Comprarás lo que necesites. Yo no voy a contar lo que me debes. Ni te voy a obligar a devolverlo. Ya te dije que eres mi proyecto más personal, déjame ayudarte de verdad. Cómo una vez lo hicieron conmigo. Desinteresadamente. Cuando yo vea que estás preparada. Seré yo misma quien te ofrezca un trabajo.

— Pero...

— Nada.

Se gira y me empuja por la espalda hacia el salón.

— Aquí tenéis vuestras nuevas identidades. Así como una tarjeta donde disponéis del dinero que os acabo de decir. Mañana por la mañana algunos de mis hombres os recogerán y os llevarán a comprar.

Marlenne y Ekaterina dan saltitos y grititos mientras se miran sonrientes. Yo me quedo detrás sin saber bien si todo esto es una trampa.

Miro a mi alrededor. Esto es tan normal que me abruma y me asusta. Llevo unos días metida como en un sueño del que de verdad no quiero salir. Voy a compartir piso, con dos chicas. Algo que soñé que haría en la universidad.

— ¿Bianca? —miro a Sila que se ha colocado frente a mí sin darme cuenta— ¿Estás bien?

La miro y suspiro.

— Si... ¿Esto es real? ¿De verdad estoy aquí?

Sila se ríe con una sonora carcajada que hace que todos nos miren.

Blood White I (La historia de Bianca) #PGP2023Where stories live. Discover now