—Que mono tú vestido amore, pero no te preocupes que no te voy a tirar lo tejos, soy gay—. ¡Yes! Tenía razón.

—Encantada, que bien que seas gay, ya tenia miedo de tener que cambiarme en frente de un pervetido.— le comento y él se echa a reír como un loco.

—Ayy amore me encantas, pero tranquila que yo no soy de esos. Bueno vamos al lío que nos desconcentramos.

Me guía hasta un pasillo medio escondido y llegamos a una sala de reuniones, pero no hay nadie.
Pasamos por otra puerta y llegamos a una sala enorme llena de vestidos, zapatos, bisutería y luego 5 chicas trabajando.

—¡Chicas!, venid porfa.— Ellas se acercan con el ceño fruncido. —Ella es Irene, la que va a presentar el partido de mañana en frente de miles de personas, así que, tenemos que dejarla más preciosa de lo que ya es.— dice y yo me sonrojo.

Nunca nadie me había dicho tantos piropos en un mismo minuto. Yo le sonrío y él a mi igual. Que majo es. He tenido mucha suerte.

Las chicas son muy amables y me tratan con mucha delicadeza. Yo les digo de ayudarlas pero no me dejan.
Me han tomado las medidas de mi cuerpo y ahora me están enseñando telas para el vestido.

—¿Y de qué color va a ser?— pregunto.

—Va a ser rojo— me aclara una chica.

—Aah... como los colores de los equipos—.

Ellas asienten con la cabeza.

(...)

Ya estoy de vuelta en la recepción, no sé ni cuántas horas llevo metida en esa habitación llena de ropa.

Creo que más de 3.

El vestido lo tienen prácticamente listo y los zapatos también. Menos mal porque me estaba entrando hasta claustrofobia.

He quedado aquí con Bea ya que ella venía con su familia por la tarde, así que me ha propuesto irnos de compras y así hablamos. Yo obviamente le he dicho que sí.
Siempre me ha estado ayudando en todo, la considero mi hermana mayor.

No me cambio de ropa, pero los botines me los he quitado y me he puesto unas sandalias de Hermes negras. He cogido un bolso negro pequeño a juego y ya.

Estaba hablando con la recepcionista, nos hemos hecho medio amigas de tanto que estoy aquí. Me cuenta de su experiencia en el hotel y es bastante interesante.
Pero me giro al escuchar mi nombre en una voz conocida.

—¡Bea!— pienso.

—¿Irene?—. Hostias no es Bea.

Me giro y veo a todo el equipo de Portugal. Tierra trágame ya, por favor te lo pido.

Es João. Es mi puto prometido. ¿Joder qué hago?

Pero Irene dile algo que pareces muda.

¡Es que es difícil con todos mirando!

—¿Qué haces aquí João?— le pregunto. Él se acerca con el ceño fruncido.

—Eso te lo tendría que preguntar yo a ti, no me has avisado de que venías. Y yo estoy aquí porque el equipo se hospeda en este hotel.

Perfecto ahora soy la gilipollas de turno.

—Vale no te he avisado, pero he venido para hacer un trabajo— le explico. Él me mira incrédulo y yo suspiro.

—¡IRENEEEE!— escuchó un grito estruendoso y sonrió al saber que es Bea.

Me giro hacia ella y nos abrazamos muy fuerte.

—Pero que preciosa estas perra.— yo me río y ella mira a João. Y me vuelve a mirar a mi.
Se va dirección a la puerta del hotel y yo veo que aún hay compañeros del equipo de João esperándole y él mirándome fijamente con cara de enfado pidiendo una explicación.

—Te prometo que luego te lo cuento todo, ¿sí?— le digo y él asiente con la cabeza.
—Por favor no te enfades tú también conmigo.— le pido y este me sonríe y yo suspiro tranquilamente.

—Luego nos vemos, he quedado con Bea.— me acerco a él y le beso. Yo le agarro la cabeza con las manos para profundizar mejor el beso y João, en un acto reflejo, me coge de la cintura.

Sí, habéis leído bien, le he plantado un pedazo de beso en todos los morros enfrente de toda esta gente. ¿Teníamos que fingir? Pues toma esa. No es el único que puede poner nerviosa a la gente.
Obviamente enseguida me separé y todos se quedaron flipando por la situación, hasta la recepcionista.

Me voy con Bea y ella me mira flipando, yo me río obviamente al ver su reacción.

—¡¿Pero qué cojones?!— grita y yo le pongo una mano en la boca, nos está mirando todo el mundo.
—¿Le acabas de comer la boca en frente de todos y te vas tan tranquila de compras?

—¡BEA! No le he comido nada. Simplemente tengo que fingir que estamos prometidos.— le digo enseñándole el anillo de tengo en la mano izquierda.

—Sí claro, si tuvieses que fingir, le habrías dado un simple pico de mierda, pero no ese besazo que os habéis dado.— me dice y yo tuerzo los ojos.

—¿Qué insinúas Bea?— la miro con cara de detective.

—Que al pobre chico lo has dejado con las ganas de más—.

Yo me río a carcajadas.

—Bea nadie se ha quedado con ganas de nada, simplemente tenemos que fingir y ya.— me justifico y ella me mira con cara de burla.

Desde un inicio [João Félix]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora