Siete

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En mi boca se derraman gustos liquidos de acres notas y robusto sabor. Todos calientes como brota la sangre de una herida abierta al filo de espadas de hojas blandas y duras como lo es está carne que encierra mi escencia de algo inhumano. Porque hombre no soy y aun así he sucumbido como el más incauto de ellos al amor de una mujer.

La despojo de ese molesto atuendo que se hace polvo sobre este suelo común, vulgar como esta cama desprovista de la delicadeza que requiere este sublime momento en que como nunca me entrego a otro ser. A uno que quiero tome todo de mí. Quiero sus dedos en cada centímetro de esta piel que se une a la suya para ser el espacio y el tiempo de un universo completamente nuevo. Uno libre de todas las restricciones que mi casta y que su realidad puedan tener.

Miles son las formas de amar que conozco y quisiera aplicarlas todas a la vez sobre esta mujer cuyas dudas se han desvanecido. Cada caricia suya se a convertir en una exclamación de su amor y yo la escucho con cada uno de mis sentidos. Oh mis sentidos. Mis sentidos se han hecho uno y puedo saborearla con la piel, respirar su aroma con mis ojos, tocarla con mi oído. Jamás experimente, hasta hoy, tal estado sensitivo... esto es la obsesión hecha realidad. Esto es la locura.

Y tras tal tormenta llega la calma con su cuota de sensatez y remordimiento por haber cruzado el límite. Lo siento aquí dentro, en la parte más suave de mí, que lejos de libérame he terminado más esclavizado que antes. Pero mi juicio a dejado la ecuanimidad. La postura impasible cayó ante está mujer que me ha visto y sometido a lo que quiso hacer conmigo. Ahora descansa, todavía entre mis brazos, temblando de pavor por lo que vendrá. Esa despedida cruel que hará de mi un ladrón en la oscuridad que tomó lo que ambicionaba para no volver jamás.

No puedo llevarla conmigo, eso es verdad. En mi mundo no hay nada que yo pueda darle y quedarme no es una opción. Lo sabe y me abraza para respirar en mi cuello y dejar allí un beso como cicatriz de esta batalla desde el principio pérdida.

-¿Una vez más?- me pregunta encarando lo que siente y cumplo feliz su petición.

Pasa de nuevo y es todavía más embriagador que la primera vez, pero al final de este segundo encuentro nos aguarda el mismo descelance. Ella tenía razón. Fui sensato cuando la rechacé.

El sol se asoma desde el este y da a las cortinas un resplandor tibio. Tengo que irme. Ella se quedará y eso siempre es más terrible. Su cuerpo desnudo y esa postura cerrada con las piernas abrazadas y la frente tocando sus rodillas, con un huevo de espíritu grácil, la hace ver todavía más frágil. Su imagen me duele por lo que regreso a ella y mientras beso su cabeza la visto con una prenda azul para hacerla más tangible porque casi parece se desvanece.

-Y ahora ¿qué?- me pregunta mientras mi mano se desliza por su rostro que levanta para mí.

-Nada- respondo y cierra los ojos para disfrutar mi caricia mientras dejo su habitación para volver a mi mundo.

Por un instante fui dueño, amo y señor de algo tan hermoso como escaso. Pero el que me haya retirado no me quita nada. El que ella esté allá y yo aquí no cambia nada. Nada es lo que podemos tener, pero de la nada nace el todo y todo es lo que seguiremos construyendo así...

Seré un fantasma que visita su cuarto en su soledad, un sueño que la ampara del llanto, un susurro en su oído, la brisa en su piel mientras la siga amando. Seré el furtivo amante de esa mujer así ella ahí tenga otro. Este es mi sino...vivir siempre en la sombra, pero con ella es distinto. Ella me pertenece y me seguirá perteneciendo hasta que encuentre un amor más grande que él mío y no existe un sentimiento mas vasto que el de un ser que no sabe del límite del tiempo y ni los espacios.

Mi amor por ella seguirá con ella como la rosa azul invisible que enredé en su lecho. A veces incorporea y a veces tan sólida que vibrara contra su cuerpo.

Fin.

Susurros Where stories live. Discover now