Estaba adelantándose a los acontecimientos. Distancia, eso era lo que necesitaba. Necesitaba espacio para...

Lauren le rodeó la cintura con el brazo y todo pensamiento racional se hizo añicos dentro de Camila. El cuerpo cálido, suave y perfumado de lavanda de Lauren se amoldaba perfectamente a su espalda y, cuando le apoyó la mejilla en el omoplato, fue vagamente consciente de que la toalla húmeda le estaba mojando la camiseta. Por supuesto, no le importó, sino que se dejó abrazar y cerró los ojos. ¿Era real o una cruel manifestación de los deseos de su mente?

—No tienes ni idea de lo mucho que te agradezco lo que has hecho por Pablo —le susurró Lauren.

Su aliento le hizo cosquillas a Camila en la espalda.

Esta no dijo nada, no se movió. No quería romper el hechizo de aquel momento precioso.

—No pretendía escuchar a hurtadillas, Camila, pero me alegro mucho de haberlo hecho. Yo... yo nunca había conocido a nadie tan amable y tan generosa como lo has sido tú con ese pobre pequeño.

«No soy mejor que los críos que le pegan.»

El insidioso pensamiento aguijoneó a Camila, pero lo apartó de su mente.

—No he hecho nada especial, querida. No me des más mérito del que tengo —dijo, echando el brazo hacia atrás para apretar a Lauren contra su cuerpo con más fuerza e inclinando la cabeza.

—¿Cómo puedes decir eso? —murmuró Lauren—. No habría hablado con Lucy ni con Vero. Tampoco hablaba conmigo. Pero en el salón lo tenías comiendo de tu mano.

—Ha sido la camioneta —carraspeó Camila—. Le gusta mi camioneta, así que hemos conectado.

Lauren suspiró.

—Fuera lo que fuera, estoy impresionada. Y agradecida. No... no tengo palabras. Gracias... Muchas gracias. Un día serás una madre excelente, Camila.

Solo de pensar en Lauren embarazada de un bebé de las dos hizo que a Camila le temblaran las rodillas y fue incapaz de responder.

—Y a pesar de cómo nos conocimos, me alegro mucho de que seamos amigas —añadió Lauren con firmeza, al tiempo que la liberaba del inesperado abrazo.

«Amigas.»

La palabra quedó colgada en el aire, como un muro de ladrillos. El momento se había roto y, antes incluso de que Camila dejara de lamentar la pérdida, Lauren salió de la habitación. La pintora giró sobre sí misma, preguntándose si se lo había imaginado todo. No podía ser un sueño, ya que el aire le refrescó el hombro allá donde la toalla de Lauren le había mojado la tela de la camiseta y ella se tocó la tela húmeda en gesto distraído.

Lauren la había abrazado. Había sentido su aliento en la piel. Habían conectado... Y se había ido.

Camila se inclinó hacia delante y apoyó los codos en el mármol, con la cabeza gacha. Apretó involuntariamente los puños manchados de tinte y apretó los dientes. Qué boba que era. Había leído más de lo que debía en un momento espontáneo y ahora se sentía como si la hubieran atado a la vía y la hubiera atropellado el tren de una montaña rusa emocional yendo a toda velocidad. Varias veces.

—Joder —farfulló entre dientes.

Lauren quería que fueran amigas. Y Camila quería complacerla. Estaban en un punto muerto. Muy bien, pues daría un paso atrás y sería su puñetera amiga. De acuerdo. Pero para lograrlo, iba a necesitar algo de distancia física y emocional. En definitiva: no podría permanecer cerca de Lauren por más tiempo sin querer más que una simple amistad, porque ya hacía mucho que había cruzado aquella línea. Le hacía falta una ducha. Fría. Eso sin mencionar un vibrador. Turbo.

Una mentira sin importancia (adaptación)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ