Asiento con la cabeza y bebo un sorbo de mi café.

— Tu caso es extremadamente particular, porque, en este caso, ha sido una decisión más... personal, que laboral la de traerte aquí.

— ¿Personal? —le pregunto.

— Sí, a pesar de la reticencia de mis hombres al plan, digamos que se me metió en la cabeza que quería salvarte.

— Salvarme... —repito en un susurro. Más para mí que para ellos.

— El caso es que reinsertarte en la sociedad será complicado. Por eso me he tomado la libertad de pedirte cita con un viejo amigo psiquiatra que puede ayudarte a digerir los cambios que vienen.

— ¿Cambios? Yo...

— Primero quiero que vayas a un piso junto a tus dos compañeras de cuarto, las que han estado contigo esta noche. Está cerca de aquí, viviréis como personas normales y libres. Ya te dije ayer que si te quedas conmigo, solo será tu decisión. No tienes un contrato conmigo, nada te liga a mí. Solo quiero ayudarte.

— Pero... —levanta ambas cejas con sorpresa— necesito dinero, yo no tengo nada, yo...

— Tranquila. Si así lo deseas puedes trabajar para mí.

— ¿Quiere que trabaje aquí?

— Eso lo hablaremos más tarde ¿Quieres?

Asiento.

Saca una serie de papeles cuando la puerta se abre. Un hombre trajeado entra y nos mira a todos. Veo como Gabriel se tensa y cambia a un gesto más fiero. El hombre es atractivo, más mayor que nosotros, es rubio, de pelo rizado, tiene algunas canas en el pelo. Ojos marrones grandes y una sonrisa en la boca.

— Erik —Sila se pone de pie y le tiende la mano. El hombre la coge y le besa los nudillos como los caballeros de antaño—. Esta es Petra, una de mis nuevas chicas. Quiero una nueva identidad para ella y algunas de las otras chicas, pero es fundamental que la suya esté inmediatamente.

— ¡Vaya, Sila! ¿No vas a preguntarme cómo me va? —Sila sonríe y Gabriel resopla— Un placer, señorita —el hombre se gira y me toma de la mano, la cual retiro inmediatamente por acto reflejo.

— Lo... siento.

— No te preocupes, cielo —Sila se acerca a mí y sujetándome de los hombros me vuelve a sentar—. Erik, lo necesito para mañana. Eso y un contrato de alquiler para el piso de la Abuela Johanna.

— ¿Estás loca? No vas a alquilar ese piso.

— No, pero ella y dos chicas más vivirán allí. Los gastos corren de mi cuenta.

— Ni de broma, Sila. Sabes que hago todo lo que me pides, pero el piso...

— Erik, el piso es mío y hago con él lo que quiera. Si no me preparas los papeles tú, lo haré con un gestor.

— ¡Joder! —el hombre se echa las manos a la cabeza.

— Perfecto, me gusta que colabores.

— A veces me pregunto por qué siempre cedo antes tus estupideces.

— Porque me quieres —Sila hace un mohín que la hace parecer una niña traviesa y me hace sonreír.

— Disculpen —Gabriel, mira la pantalla del móvil y sale del despacho.

— No me soporta —dice Erik con una sonrisa, una vez la puerta se ha cerrado.

— Últimamente no soporta a nadie.

El hombre vuelve a sonreír, besa la mejilla de Sila y con una reverencia hacia mí, sale del despacho.

— Es un imbécil —me dice Sila cuando el hombre ha salido—, le gusta provocar al pobre Gabriel —se enciende un cigarrillo y me mira con una sonrisa—. Me alegra muchísimo que hayas decidido quedarte. Es muy importante para mí, aunque no lo creas.

— Pero ¿por qué? —trago saliva— Quiero decir, usted no me conoce.

— No necesito conocerte para saber que eres buena y que no merecías nada de lo que te han hecho —me mira, pero no le respondo—. Quiero que estés bien.

— Vale —asiento con la cabeza.

— Hoy descansaréis por aquí. No quiero que salgáis hasta tener los papeles en regla. Tendréis un visado de estudiante que os permitirá estar dos años en el país. Después podréis quedaros si tenéis un trabajo.

— Gracias por todo.

Sila me sonríe y me guiña un ojo. La puerta se abre y Gabriel viene acompañado de Marlenne y Ekaterina.

— Bienvenidas —Sila se pone de pie y se acerca a ellas para ofrecerles una silla.

Después de un rato, Sila ya les ha explicado a mis dos nuevas amigas la situación en la que vamos a estar. Ellas parecen dos crías con zapatos nuevos. Están contentas y felices. Han agradecido infinitas veces la ayuda y la oportunidad. Yo también estoy contenta, pero sigo teniendo presente en mi cabeza que mi familia está en peligro.

El resto del día lo pasamos en la habitación. Las chicas han pedido a los guardias todas las bolsas de patatas que había en el mercado. Hace años que no comía patatas fritas de bolsa.

Cuando apenas era una cría, mi hermana y yo, las comíamos a escondidas de mi madre, que siempre nos regañaba y luego nos obligaba a cenar más cantidad. Recuerdos sus gestos cuando nos pillaba. Se le ponían las orejas super rojas por el enfado. Pero una vez terminábamos de cenar se le pasaba y veíamos la tele en el sofá juntas hasta la hora de dormir.

Miro a mis compañeras que parecen absortas en hablar de como han vivido la experiencia de haberse topado con Sila y con la cantidad de cosas que quieren hacer cuando tengamos el piso en el que vamos a vivir. Son unas soñadoras. Ojalá yo fuese un poco así. Pero me cuesta hacerme a la idea.

Además, estamos en un país que desconocemos, un idioma que al menos yo, no sé hablar ni entender y una enorme ciudad en la que no hemos estado nunca.

Creo que esto va a ser más complicado de lo que pensaba. 

 

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Blood White I (La historia de Bianca) #PGP2023Where stories live. Discover now