2. White Russian

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Los días pasan de él con velocidad, de tal forma que resulta aplastante para su mente el procesar como han pasado ya siete días desde esa noche. Para cuando se percata ya es sábado nuevamente y ha desperdiciado la mayor parte del día sin hacer mucho en su departamento.

El despertar solo se sintió extraño, desde hace tiempo que se acostumbró a tener algo de compañía durante la mañana, algunas dejando que les preparase el desayuno antes de marcharse para nunca volver a verse, fingiendo que su encuentro nocturno nunca tuvo lugar y permitiendo a la noche que se tragué cualquier recuerdo.

Esta vez su departamento se sintió frío, vacío y sin consistencia. Está tan decidido a encontrarse con el pelinegro que lo dejó maravillado en aquel bar que no quiso la compañía de nadie por lo que quedó de la velada de ese día, se desconoció cuando salió del bar y se encaminó hacia su taxi de forma solitaria, pero se lo atribuyó a que el chico con aquellos ojos oscuros de brillo acaramelado merecía no ser opacado por alguien menos deslumbrante solo porque necesitaba compañía, ese hombre valía cada maldita segundo en el que estuvo solo y ensimismado en ese bar. No tenía forma de comprobar ese argumento pero estaba seguro de que así era.

Lo creía tanto que ahora estaba de pie frente al establecimiento a pesar de que era de tarde y aparentemente el lugar aún estaba vacío pese a estar abierto.

Portando un look casual de pantalones oscuros, camiseta y chaqueta se adentra en el bar, acertando en su idea de que estaría solitario a excepción de algunos rezagados que beben en silencio en una mesa lejana, quizás ahogando sus penas ya desde muy temprano.

Se acerca a la barra y se extraña al notar que el hombre que se encarga de los tragos no es el mismo de las otras veces en las que ha venido; éste es alto, con un par de ojos verdes profundos tras unas gafas finas y cabello verdoso bien peinado hacia atrás. El aire que emana de él es tranquilo, pese a que se presenta ante sus ojos con las mismas vibras de una figura con autoridad, con postura firme, al igual que la de un guardia.

ㅡBuenas tardes ¿Que le sirvo?ㅡ Cuestiona cordial, dejando unos vasos acomodados sobre la barra.

ㅡUna cerveza, por favorㅡ Pide y el hombre asiente, alejándose para buscar una botella del refrigerador del fondo.

Se la entrega y agradeciendo fugazmente da el primer trago, dejando que el líquido ligeramente amargo se deslice por su garganta. Echa un vistazo al sitio nuevamente y sus ojos viajan de las mesas esparcidas por el sitio hacia el pequeño escenario al fondo que yace con los reflectores apagados. Entonces la imagen del pelinegro de baja estatura se apropia nuevamente de sus pensamientos y por un momento se siente animado a preguntar por él, no sabe si éste bartender lo conoce, quiere asumir que sí, por lo que abre la boca para gesticular la pregunta pero su voz queda atorada en su garganta cuando una puerta se azota de golpe al otro lado del establecimiento.

ㅡ¡Sam!ㅡ Exclama la persona que acaba de irrumpir ㅡMas te vale decirle a George que saque la maldita basura la próxima vez, porque éste muñeco de acá no piensa volver a hacerloㅡ.

Se congela en su sitio y su respiración se entorpece, pues quien ha entrado es el pelinegro, quien ahora luce de una forma más relajada y menos formal, luciendo una camiseta simple bajo una chaqueta azulada y un gorro del mismo color. Francamente no esperaba encontrarlo tan temprano dentro de ese bar pero una vez que lo ve agradece a cualquier ser superior que lo oiga por éste regalo.

Las piscinas oscuras que tiene como ojos se posan sobre el castaño y durante unos segundos parece que el recién llegado no logra ubicarle, como si no supiera donde ha visto su cara, hasta que ese brillo; el mismo que observó aquella noche de espectáculo que lo dejó atónito, se deja entre ver en la sonrisa que se forma en los delgados labios del más bajo.

BLIND | LuckityWhere stories live. Discover now