Capítulo 17

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Naerah levantó el rostro al oír aquella voz y se encontró con la mujer y un hombre que la superaba por cabeza y media. Él tenía un rostro increíblemente atractivo, los brillantes ojos azules grisáceos resaltaban sobre la piel oscura y la mandíbula estaba bien marcada. Pudo observar que poseía tatuajes también en su cuello e incluso cerca de las cuencas de sus ojos. Tenía una expresión muy agresiva e imponía respeto.


"Levanta." La mujer le ofreció su mano y Naerah dudó varios instantes en si aceptarla o no, hasta que finalmente decidió levantarse por sí misma. "Bueno, bueno, sigues teniendo orgullo después de lo que te ha pasado." Ella sonrió levemente mientras el hombre se seguía manteniendo inexpresivo. "No tienes por qué desconfiar de nosotros, no todos aquí somos delincuentes. Otros simplemente somos presos políticos, ya sabes, no captar esas estúpidas normas que nos obligan a cumplir." La mujer alzó la vista al cielo mientras realizaba aspavientos con sus manos quitándole importancia a las órdenes del Gobierno. "Tú eres la hija de John, así que supongo que lo puedes entender. ¿Estoy en lo cierto?"


Naerah sintió crecer cierta esperanza dentro de ella a medida que escuchaba a la mujer hablar, su voz aguda le podía traer buenas noticias que parecían confirmarse al mencionar a su padre.


"Quizás estés algo confusa..." pronunció como hablando para ella misma mientras sacaba de dentro de su sujetador un papelito blanco más unas hierbecillas marrones y verdes que situó en la superficie blanquecina deshaciéndolas con los dedos antes de cerrarlo y llevárselo a la boca. Como una máquina el hombre le prendió fuego y ella comenzó a fumarlo. "Este no es sitio para hablarlo. Debes conseguir que te agencien la tarea de las calderas para la próxima noche, entonces te podré explicar un poco más." Hizo una pausa para darle una calada más al pitillo antes de soltar todo el humo sobre la cara de Naerah y reír levemente. "Vámonos, Gero."


El hombre la siguió sin mediar palabra. Naerah estaba ansiosa por conocer la identidad de esa mujercita que podía tener a su merced a tal hombre y que se mostraba tan libre, sin importarle lo mínimo que pudiera ser grabada o las consecuencias que provocaría el fumar. Aquella sustancia en forma de hierba seca había aumentado aún más la curiosidad de Naerah, nunca antes había visto algo como aquello, ni mucho menos a alguien fumar. Sabía que en la antigüedad era un hábito muy común en la sociedad, pero hoy en día hacerlo podía acarrear graves multas y tu ingreso en la cárcel. Se dio cuenta de improvisto que había dejado de pensar en la violación que había sufrido, al verse  inmersa en otro tipo de situación que le proporcionaba mayor interés. Se sorprendió con la capacidad de superación psicológica, pero al fin y al cabo ya se había mentalizado para que ocurriera aquello más de una vez. Debía conseguir una forma de protegerse y quizás sus dos vecinos de celda podían proporcionársela. 


Pasó el resto del tiempo dentro de su celda, allí estaba más alejada de las miradas y del peligro que conllevaba las mismas. En su cabeza giraba la problemática para encontrar una forma de que ser la encargada de las calderas. No podía comprender como conseguiría convencer a los vigilantes si ni siquiera sabía cuál era esa tarea. Una mujer con el uniforme de guardia pasó poco tiempo después por el pasillo y Naerah se propuso preguntarle. La mujer la miró extrañada y con una expresión desconfiada en el rostro, pero le explicó sin dilación que las calderas precisaban de una revisión cada dos noches ya que eran muy antiguas. Terminó explayándose al quejarse de que llevaban unas semanas en las que no paraban de fallar y que los guardias tenían que ducharse con agua fría. Aquella era la oportunidad perfecta.

La verdad no contada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora