—Si lo hago no sé cuando podré volver a abrazarte.

—Te escucho.

—Mi padre dejó una caja fuerte, la contraseña está en un papel en algún lugar de la casa de mi tía, esa hoja está dentro de una caja de madera.

—¿Y la caja fuerte?

—En su empresa.

Puso sus manos sobre mis brazos para romper el abrazo, me hizo dar media vuelva, solté un gemido de dolor al sentirlo tocar la herida.

Incluso mi ropa se rompió.

—Hablaré con Verna, se sobrepasó.

Así que fue ella.

No midió su fuerza.

—Es su trabajo.

—Una vez cure tus heridas iremos en busca de los papeles, sería inútil si voy solo.

—Es imposible salir de este lugar.

—Para mi no lo es.

Sin esposas me subió a la parte superior del lugar, una puerta con varios candados separa aquél tétrico lugar de la cabaña rústica y acogedora, reunió a todos que incluso se mostraban más intimidantes.

—¿Qué carajo?, ¡ponte la máscara Ragen!

—Ella ya lo sabe —habló sin interés—. Aceptó colaborar.

—Debe morir, número siete.

—Vamos, tres, deja el papel de ejecutor. Es como nosotros.

—No, no es como nosotros —todos se quitaron sus máscaras, Verna se mostró altanera al hacer énfasis en que no somos iguales.

—Puede aprender.

—No, nosotros nacimos así, morirá —sentenció Orlan.

Me resguardé detrás de Ragen, todos estaban dispuestos a matarme si hacía un sólo movimiento en falso.

Pero con la protección del pelinegro quizá mi situación cambie.

—Conrad —el nombrado hizo un sonido afirmativo—. Llévala fuera hasta que hable con ellos.

No dijo nada y me sacó del lugar, me obligó a sentarme en las gradas de madera de la entrada, mis extremidades temblaban con genuino terror, él lo notó pero no dijo nada.

Creí que era mi amigo pero no sé cómo me vean ellos.

¿Soy una presa o un obstáculo?

Se quitó los guantes para luego encender un cigarrillo, la nieve no dejaba de caer y congelar mi cuerpo, necesitaba calor.

Minuciosamente miré sus manos hasta notar un tatuaje en el meñique de su mano izquierda, al notar que lo observaba habló.

—Todos tenemos uno, son nuestros números para que nadie pueda reemplazarnos. ¿Recuerdas los números de nuestras habitaciones? —afirmé con un movimiento sutil de mi cabeza—. Son los números conforme a nuestras llegadas.

—Frank es el número uno, Antoni el dos, Emett tres, tú el cuatro y... —no estaba seguro de los números posteriores—. Orlan cinco y...

—Verna es el cinco, Orlan seis y Ragen el número siete —corrigió—. Cada quien tiene su tatuaje en diferentes partes del cuerpo. Verna lo tiene en el pezón derecho, Orlan en un costado de su cadera, Frank en la mano al igual que yo. Emett en el dedo índice y Antoni en el antebrazo.

—¿Y Ragen?

—Deberías saberlo, tú te acostaste con él y le viste el cuerpo por completo —volví a negar—. Dios, para qué tienes los ojos si no es para admirar el cuerpo de alguien.

RagenHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin