Un millón de Primaveras

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Alex no solía pasar mucho tiempo con sus primos, esto se debía a una pelea entre su madre y su tía que había durado varios años ya, el pelinegro no entendía muy bien sobre que se trataba la pelea; solo sabía que todo comenzó cuando el abuelo falleció y dejó un testamento mal escrito. 

Es por esto que cuando el pequeño tenía solamente 8 años dejo de ver a sus primos por un gran tiempo, la única forma que tenían para comunicarse era a través de pequeños y cortos mensajes que se mandaban a través de sus comunicadores, los cuales no eran de la mejor calidad, cada mensaje que se quería mandar se tardaba varios días en llegar o luego habían ocasiones en las que simplemente no llegaba al receptor, por lo cual los 3 primos decidieron mandarse nada más un mensaje al año, un bonito mensaje de año nuevo. 

Ya que solamente podía mandar un mensaje a sus dos primos, Alex tenía que pensar muy bien sobre el contenido del mensaje, a lo mejor les contaría sobre una chica que conoció en clase o puede que les cuente sobre los pensamientos confusos que ha tenido por uno de sus mejores amigos últimamente, también podía contarles sobre cómo empezó a tenerle un gran amor al derecho o una de sus famosas anécdotas de la primaria que siempre hacían reír a la familia en las comidas familiares. 

Un sonido agudo y corto interrumpió sus pensamientos, le había llegado un mensaje. 

Cochi: ¡Primo, sal de tu casa pero como vas!

Alex observó el mensaje confundido; miro a su alrededor como si esperara que sus primos se encontraran allí (cosa que obviamente no pasó). Fue justo en ese momento en que el sonido hueco de una roca chocando contra su ventana resonó por su habitación. 

El pato se paró rápidamente de su cama, dejándola destendida, y se asomó a través de las cortinas para poder observar su colonia bajo la luz de la luna. Bajó la mirada hacia la calle y fue allí cuando por fin los vio, dos adolescentes que tenían facciones similares a las suyas, uno portaba una chamarra amarilla y unos jeans rotos, mientras que el otro vestía de una sudadera roja y unos shorts negros. 

"No..." murmuró el pato para si mismo, incrédulo. 

Agarro la primera prenda de ropa que vio tirada en el piso (que se trataba de un suéter color azul obscuro) y bajó corriendo para poder encontrarse con aquellos dos chicos; intentando hacer el menor ruido posible, abrió la puerta principal de su casa lentamente. 

Y así fue como los reencontró, después de tanto tiempo de hablar solamente a través de un mensaje al año, por fin pudo volver a ver a sus dos primos. 

"Cochi, Beni" Gritó en un susurro mientras los otros dos levantaban sus brazos listos para poder atrapar al pato en un gran abrazo. 

Alex no tardó en cerrar la puerta de su casa y correr hacia los otros, aceptando así la oferta silenciosa que se le había hecho. Los otros dos rodearon al chico con sus brazos y los tres se quedaron allí por un gran tiempo, en silencio, apreciando la compañía de cada uno. 

"Beni, Cochi, no mames"

"Ale, primo" Susurró Beni con una gran sonrisa en su cara. 

"Te extrañamos un chingo cabrón" Murmuró Cochi mientras abrazaba al otro con más fuerza. 

Si alguno de los tres lloro en aquel abrazo nadie más tenía que saberlo. 

Los adolescentes no tardaron demasiado en separarse del abrazo y comenzar a caminar hacia su tienda más cercana, el objetivo claro en mente, iban a comprar unas cuantas cervezas e iban a caminar hacia la bahía (la cual no se encontraba tan lejos de la casa de Alex), allí pasarían la víspera de navidad tomando todos juntos y reconociéndose después de tanto tiempo separados. 

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