Mirando por todo lo que estaba pasando, pensando de manera profunda el porqué estaba haciendo esto. Solo una cosa vino a mi mente "Demian" su nombre era como un repertorio en mi mente, si tenía que decir porque seguía luchando de esta manera solo podía pensar en él. Quería demostrarle que la vida es hermosa y que debe de vivirla sin arrepentimientos.

Porque nosotros éramos dos negativos, que aunque en la física esto fuera como un repelente, en las matemáticas dos negativos son un positivo, entonces ¿Qué éramos realmente? En verdad no lo sé, lo único que se con exactitud era que lo amaba y él me amaba a mí.

Mis ojos se cristalizaron por el miedo, la angustia y la tristeza, hace una semana no lo veía, y temía que se haya arrepentido de estar con una persona como yo, ya no me aterraba morir, me aterraba no volver a verlo antes de que esto sucediera.

El no sentir su pecho vibrar bajo mi cabeza cuando soltaba una carcajada, no volver a ver aquel par de ojos marrones que me miraban con tanto cariño que me estremecía, su despeinado cabello castaño que caía por su frente y que yo solía correr con mis dedos dejando a la vista la aterciopelada piel de su frente, o sus brazos sosteniéndome cuando mi mundo se derrumba, aquel sentimiento acogedor pero a su vez tan arrollador.

Le necesitaba.

Mi pecho se sentía oprimido ante mi absurda búsqueda de su protección, porque aunque supiera que yo no necesitaba de nadie para protegerme, extrañamente a Demian si lo necesitaba, porque nunca me sentí tan protegida como me sentía a su lado.

Del otro lado del jardín lo vi, con sus infaltables converses y su chaqueta de cuero negra, las manos en los bolsillos de sus jeans, mirándome mientras encogía un poco su cuerpo con lo que parecía ser nerviosismo, su castaño cabello despeinado y aquel rostro neutro que tanto había extrañado, estaba justo allí.

Con la poca fuerza que tenía corrí hasta Demian, mientras él también se acercaba a paso apresurado, estrelle mi cuerpo con el suyo, abrazándolo y haciendo que nuestros cuerpos se balancearan por el impacto, mis brazos se habían enrollado en su torso, hundiendo mi rostro en su pecho sintiendo el aroma de su perfume entreverado con nicotina, tan característico suyo. Sentí sus brazos rodear mi cuerpo y aferrarse a mí, mientras soltaba un suspiro sobre mi coronilla, apoyando su mentón en esta, de pronto el espacio dejo de existir entre nosotros, era de esos abrazos en los que no sabes dónde termina uno y comienza el otro.

Mi pecho se volvió a inflar con esperanza, y pude soltar un suspiro de alivio al tenerlo de nuevo junto a mí, solté una suave risita antes de esconder mi rostro nuevamente, fundiéndome en su aroma.

-Lo siento, rubia- se disculpó en un susurró culpable, sin separarse de mi- Tenía miedo de no volverte a ver, soy el mayor imbécil de esta tierra...- comenzó a hablar, sonando tan derrotado y dolorido

Me separé de él al instante, sin hacerlo realmente, solo quedando de frente, teniendo que levantar mi cabeza para poder verlo a los ojos.

-Estas aquí y eso es lo único que importa- lo interrumpí, llevando una de mis manos a su mejilla, depositando una suave caricia.

-Pero...

-He dicho que está bien- lo volví a interrumpir, llevando una de mis manos a su nuca para acercarlo a mí, apoyando mi frente en la suya, cerrando los ojos y dejando escapar un nuevo suspiro- Solo quédate a mi lado, por favor... No me dejes, cariño.- suplique en un suave murmuró.

-No lo haré, rubia, permaneceré contigo- contestó, haciendo que abriera mis ojos y lo mirara directo a los suyos, que yacían abiertos mirándome con aquel cariño tan especial- Hasta el final de nuestros días.- prometió con total honestidad.

Lluvia de NoviembreWhere stories live. Discover now