Michael Redfield

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Abril. 1999

Severus la sujetaba por la cintura, deleitándose en la visión que le proporcionaba el torso desnudo de Susan, con sus turgentes pechos de erectos pezones al aire. Ella se mecía sobre su eje, adelante y atrás, con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás. Qué maravillosa eres, Susan, pensó Severus irguiéndose hasta quedar sentado para capturar uno de sus pezones entre sus labios, arrancándole un gemido a su compañera de juegos.

El sonido se le antojó maravilloso, incrementando, si acaso era posible, su excitación. En un rápido movimiento la obligó a tenderse de espaldas, todavía dentro de ella, comenzando a embestirla con fuerza. Los gemidos de Susan aumentaron de intensidad y le clavó las uñas en la espalda. La besó con fiereza, deseando embeberse para siempre de sus labios. La deseaba como a nadie, como un hombre sediento que jamás se hartaba de beber de ella.

—Dios... Michael —gimió Susan echando la cabeza hacia atrás cuando alcanzó el orgasmo.

Severus sintió como su miembro era aprisionado una y otra vez por las húmedas paredes del interior de Susan. Amaba que dijera su nombre, aunque ese no fuese su verdadero nombre.

—Eso es, Susan. Muy bien —dijo con voz ronca.

Salió de ella, arrancándole un gemido de protesta. Se puso de rodillas y tiro de ella hacia sí, elevándole la cadera con las manos y adentrándose nuevamente en aquel sedoso paraíso. Comenzó con un suave vaivén, acariciándole el inflamado punto de placer con su pulgar, observando con ojos febriles los movimientos espasmódicos de la pelvis de Susan.

—Vas a venirte para mi otra vez, Susan —dijo Severus con voz firme.

—Hmmm —fue la respuesta de Susan.

—¿Has comprendido? —preguntó Severus, incrementando la presión sobre el centro de Susan.

—S... SIII —gritó ella dejándose arrastrar obedientemente hacia un nuevo orgasmo.

—Perfecto —susurró Severus.

Sentía que no podría aguantar más su propia liberación, así que incrementó el ritmo de sus movimientos, con el sonido de las pelvis que chocaban inundando sus oídos. Susan abrió los ojos y lo miró de esa forma cargada de deseo que lo enloquecía. Sus labios entreabiertos, sus jadeos, sus mejillas encendidas... Ella era todo lo que necesitaba...

*******

—Es temprano —dijo Severus cuando Susan comenzó a buscar sus prendas por la habitación.

—Sadie no tiene ballet hoy —dijo Susan al tiempo que subía sus bragas por sus largas piernas —. Su maestra está enferma y debo ir por ella antes.

—¿Y Penny? ¿También sale antes? —preguntó Severus.

Ella pasó a abrocharse el sujetador.

—No. Pero llevaré a Sadie a que vea el entrenamiento de Penny —contestó Susan.

—Lo dices como si te marcharas sola —dijo Severus con tono burlón.

Susan dejó escapar una risita.

—Es horrible decir que mi conductor me lleva —dijo Susan mirándolo divertida.

—¿A dónde? —inquirió Severus con una sonrisa maliciosa —. Puedo volver a llevarte a donde estabas hace un momento.

Se levantó de la cama, desnudo, más que dispuesto a retomar sus actividades criminales.

—Michael... me quedaría. Lo juro —dijo ella acariciándole la mejilla y dándole un beso fugaz en los labios —. Pero nadie va a recoger a mis hijas por mí.

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⏰ Última actualización: Nov 20, 2022 ⏰

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