Harry lo sabía, claro que lo sabía. Era muy pequeño cuando sus padres se separaron, pero aún recordaba las discusiones y los gritos. Resultaba sobrecogedor ver cómo la relación entre dos personas que se habían querido tanto se deterioraba a tal velocidad. Había llegado un punto en el que ya no había amor entre ellos, tan solo resentimiento y dolor. Entonces, habían decidido divorciarse. Harry y Gemma se habían quedado con su madre y su padre los veía todos los fines de semana. Y había sido mejor así para todos, porque sus padres habían logrado ser amigos al menos y los niños ya no tenían que verles pelear a diario.

—Louis y yo no tenemos por qué ser así —se defendió Harry, más agresivo de lo que debería—. Nos queremos y respetamos, siempre lo hemos hecho. Hemos estado juntos incluso cuando todo el colegio nos odiaba por ello. Louis jamás ha soltado mi mano, y dudo que la suelte ahora, mamá.

Anne alzó las manos en un gesto tranquilizador.

—Lo sé, cariño, lo sé. Es solo que me preocupo por ti.

Harry relajó los hombros.

—No pasa nada. Es solo que… Todo el mundo nos dice que no deberíamos estar juntos y… Estoy cansado de pelear.

Era increíble pensar que llevaban ya casi dos años de relación. Cuando Louis le había pedido ser su novio, Harry había sentido mucha ilusión y una pizca de miedo. Miedo porque todo el mundo iba a odiarlos y porque quizá Louis se daría cuenta de que no merecía la pena estar con él. Sin embargo, eso no había ocurrido.

Y luego habían llegado los insultos y los golpes y el infierno en el colegio. Habían peleado contra todo aquel que se había intentado interponer entre ellos y habían salido victoriosos. Los nudillos rotos y el dolor se habían convertido en sus compañeros fieles.

Y aquí estaban ahora. Casi dos años más tarde, después de pelear y pelear, listos para empezar una etapa nueva y mejor. Y Harry no iba a permitir que nadie les arrebatara eso.

—Oh, Harry, de verdad que no sabes cuánto siento que tuvieras que pasar por eso… —suspiró su madre—. Ya sabes que Jay y yo estamos intentando poner una denuncia, pero…

—A nadie le importa —completó Harry resignado—. Nunca le ha importado.

—Pero ya no tenéis que volver ahí. Ahora podéis empezar de nuevo en un sitio en el que haya gente que os acepte y se preocupe por vosotros.

—¿De verdad crees que va a ser distinto?

Hasta donde ellos sabían, Harry y Louis eran los únicos gays del colegio. Puede que incluso fueran los únicos de su pueblo. Vivían en una localidad minúscula, de gente simple a la que no le agradaba demasiado todo lo que se saliera de su normalidad, así que Harry y Louis siempre se habían sentido un poco solos. Afortunadamente, sus familias los habían apoyado incondicionalmente y se habían convertido en un frente de defensa de los derechos LGTBQ+ en el pueblo, para que nadie tuviera que pasar por lo que estaban pasando ellos.

—Claro que sí, hijo —Anne le apartó un rizo de la cara—. Encontraréis vuestro lugar en el mundo. Londres es una ciudad inmensa, en la que hay gente de todo tipo. Y aunque haya personas que no quieran aceptar lo que sois, allí no os sentiréis tan distintos.

Harry lo deseaba de veras. Había visto en las noticias los arcoíris que inundaban la ciudad de Londres una vez al año, las personas que se besaban frente a la cámara orgullosas y las leyes cada vez más favorables. En unos años, quizá incluso podrían casarse legalmente. Harry no podía esperar a pasear por la calle con la mano de Louis en la suya y un sentimiento de libertad embriagando sus sentidos.

—Aun así, prométeme que llevarás mucho cuidado —dijo su madre con severidad—. Tienes dieciocho años, Harry, y aunque sé que te consideras muy mayor no dejas de ser un adolescente. Piensa con cabeza antes de hacer las cosas, ¿vale? No te pongas en riesgo innecesariamente.

When we were young - L.S.Where stories live. Discover now