💐¡Ese ramo!💐

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La ceremonia se había llevado sin mayores contratiempos. Mikey había estado en la primera fila junto a Draken, viendo a Takemichi llorando en el altar, a Hinata llorando en el altar, a la amiga de Hinata que sostenía el ramo llorando a los pies del altar, a Chifuyu como padrino llorando del otro lado, a la madre de Hinata sentada en la fila continua llorando, si se daba la vuelta podría ver a más gente llorando.

Sinceramente, estaba rodeado de llorones, hasta le sorprendía que él no estuviera llorando también.

Sintió una presión en su pierna antes de que Draken murmurara en su oído. —¿Estás bien?

Ah, resulta que al final sí estaba llorando. Sonrió queriendo reírse de sí mismo. Asintió a la pregunta de su novio y tomó la mano sobre su pierna, solo por el gusto de sostenerla.

Su mirada no se apartó de la pareja en el altar, vestidos de blanco y diciendo sus votos, los votos más cursis que había escuchado en su vida, la verdad.

¿Cuánto tiempo llevaban juntos esos dos? Tantos años llenos de altibajos parecían dar su cierre justo en ese momento. Como si todas aquellas aventuras que vivieron todos como amigos fueran a ser encerradas por fin en el libro de las memorias.

Mikey sintió que había llegado al final, y por fin todo estaba bien. El último de sus deseos estaba cumpliéndose, ¿no es así? Por fin, después de todos sus dolores, todas sus pérdidas y victorias se reunían en ese momento en que Takemichi y Hinata se daban el sí.

Un sí que duraría toda una vida, el sí más importante de todos. Y Mikey por fin podía presenciarlo, rodeado de todos los que amaba, llevando una vida feliz, una vida completa, una vida que solo se atrevió a soñar, pero que ahora era una realidad.

Se sentía tan feliz que no sabía si era merecedor de un sentimiento tan intenso, tan poderoso, tan hermoso. Así que lloró con ese nudo tensándose en su garganta y recordándole que todo era real, que realmente estaba pasando, que realmente estaba sentando en aquella iglesia, vistiendo los zapatos más incómodos de la vida y una corbata estúpida que él había prometido nunca usar en algún momento de su vida.

Estaba ahí, con un jodidamente caro traje a juego con el de su novio, con mierda en el cabello y llorando como un bebé. Apretando la mano de Draken como si tuviera miedo de que todo eso desapareciera.

—... Los declaro marido y mujer, puede besar a la novia.

Y todo estalló en gritos, en llantos, en aplausos y felicidad estruendosa. Mikey vio a Takemichi correr hacia la salida de la iglesia de la mano de su esposa con la sonrisa más grande que había visto en su vida, dando inicio a una nueva aventura, una que solo los incluía a él y a Hinata.

Ese era el final. Apretó la mano de Draken, y lloró, lloró sonriendo, lloró sintiendo alivio, lloró sintiendo que todo brillaba en esperanza, y lloró con el deseo de que no terminara nunca, que si sus lágrimas serían de felicidad, deseaba llorar por siempre, y que si la mano que lo sostendría sería aquella, quería ser sostenido toda la eternidad.

Y que si sería amado, quería ser amado por sus hermanos, por sus amigos, por Draken, por él mismo.

—Vamos, nos perderemos las fotos. —el hombre lo arrastró con sus dedos entrelazados con los suyos. Y Mikey se dejó llevar, limpiando sus mejillas y las comisuras de sus ojos, pero no evitando hipar. —¿Por qué estás tan sensible? —preguntó Draken con una sonrisa.

—Cállate, tengo permitido llorar. —se quejó el menor, apretando su mano en protesta. Draken rió y de pronto Mikey se vio alzado en brazos y llevado a cuestas hasta el inicio de las escaleras, donde todos sus amigos se comenzaban a amontonar alrededor de los recién casados. Mikey se aferró a los hombros su novio y sonrió a la cámara, los pétalos de rosa cayeron de un momento a otro y todo se llenó de colores y carcajadas.

¡Atrapalo, Mikey! || DrakeyWhere stories live. Discover now