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SUNWOO

Mya, diosa del hogar y la fertilidad. Tenía la habilidad de ayudar a las humanas en los embarazos, mantenía a la familia unida. Durante muchos años había hecho buenas obras, era un ser de admirar.

Cuando la cabellera rojiza y ojos cafés atravesaban las ciudades, las personas siempre salían a saludar. Sin duda alguna, era una diosa muy atractiva.

Caminaba junto a Yeriseth, la diosa del amor. Se habían atrevido a viajar por la ciudad principal del territorio de la guerra. Las mujeres del lugar estaban deseosas por procrear, por casarse y tener un hogar. Se habían amontonado a su alrededor en busca de consejos y bendiciones, una de ellas se acercó a Mya, sus ojos se encontraban hinchados y rojizos, seguro había llorado durante un largo rato, su cuerpo era muy delgado y su apariencia estaba bastante descuidada.

- Mia diosas, a ustedes mis plegaria - la mujer delgada hizo una reverencia, las diosas sonrieron, pero no pudieron no inquietarse con la apariencia de aquella mujer - Si usted me lo permite, mi reina, me gustaría saber si mi hijo será un niño sano - Lleva sus manos huesudas a su vientre y esboza una sonrisa llena de esperanzas.

La diosa de la fertilidad sonríe ampliamente y pone su mano en el vientre de la mujer. Pero su sonrisa se desvanece casi de inmediato, lo que preocupó a la mujer.

- ¿Que pasa, Diosa Mya?¿Mi bebé no será un niño sano? - La chica delgada frunce sus labios lista para llorar nuevamente. Mya se aparta y levanta la barbilla, mira a Yeriseth, quien no comprendía lo que pasaba.

- ¿Cual es tu nombre? - Pregunta Mya a la chica embarazada.

- Lizzie, mi reina, Lizzie Flor- responde al borde de las lágrimas.

- Lizzie, tu bebé nacerá, crecerá y se convertirá en un guerrero, su nombre será recordado en cada rincón del reino - Afirma la diosa de la fertilidad con una sonrisa. En ese momento, las presentes gritaban de alegría y se abrazaban las unas con las otras.

Así, este diosa predecía el destino de los bebés en aquel lugar, algunas madres lloraban por sus fetos no sanos, no habría remedio alguno, y ella no podía mentirles.
Sin embargo, Mya seguía inquieta desde que vio a Lizzie, estaba segura que ella no había planeado tener un hijo, quizás fue violada, ninguna mujer, en su sano juicio, sería capaz de engendrar a un hijo y por voluntad propia, en un estado tan delicado como el de aquella mujer.

Después de un rato, ambas diosas se ospedaron en la fortaleza del Dios de la guerra, Sunwoo, quién les dio la bienvenida a ambas.

La noche ya había caído, y los tres se encontraban en la mesa compartiendo vino y anécdotas. Pero Yeriseth conocía muy bien a su amiga, sabía que le pasaba algo.

- Mya ¿Qué fue lo que viste cuando tocaste el vientre de aquella mujer? - pregunta la diosa del amor, llamando la atención de Sunwoo.

-¿Cual mujer? - Dice Mya fingiendo desinterés. Tenía la mirada sobre la mesa y cada dos segundo tomaba un sorbo de vino. Se encontraba muy nerviosa.

-¿De que hablan? - esta vez el que intervienen fue el pelinegro.

- Hace unas horas, había una mujer muy extraña, su cuerpo era muy delgado, como si no comiera durante mucho tiempo, los pómulos se le notaban en el rostro, y sus ojos se veían muy hinchados, bastante rojizos. Tú deberías conocerla, es ciudadana de tu reino - Explica Yeriseth de forma inquietante. Está tenía la particularidad de exagerar los acontecimientos.

- No tengo la menor idea de quién sea, soy el Dios de la guerra, y mis tierras no son fértiles del todo, pero la cantidad de cultivo que se trae de otras tierras son a montones, si no comen, es porque no quieren.

- Ella... Aquella mujer... Tenía un niño en su vientre - Mya aún tenía la mirada perdida en algún punto de la mesa, ahora sentía escalofríos. Aprieta sus labios sintiendo ganas de llorar.

- ¿Y qué con eso? - Sunwoo lleva la copa de vino hasta sus labios y toma un sorbo del líquido.

- Ese niño no era uno cualquiera, no era humano...-anuncia Mya - Ví su corazón, era feróz y lleno de maldad. Tenía una habilidad monstruosa para matar, era como un...

-¿Semi-dios? -finaliza la contraria.

Sunwoo abre sus ojos alarmados y escupe el vino. Rápidamente se pone de pie, su respiración era profunda y lenta, y su expresión era de pánico.

-¿C-cómo se llamaba...la chica? - tartamudea, dejando la copa de vino en el la mesa. Había retrocedido,haciendo que la silla cayera.

- Lizzie, Lizzie Flor - Dice Yeriseth.

-Lizzie... - susurra el Dios de la guerra. Este yacía en su cama, enredado entre las sabanas blancas y las cobijas rojas de lana. Sus ojos se abrieron débilmente. Había estado soñando con ella, otra vez. Siempre era el mismo sueño; veía a si Diosa Mya resplandeciente como siempre, con esos cabellos rojos y ojos cafés que tanto amaba, pero luego aparecía la figura delgada de la humana. Era como una pesadilla, un deja vú interminable.
Cuando se levantó, todo le daba vuelta, la habitación parecía desfigurarse, aún no había rastros del Sol de la mañana, pero la Luna ya no brillaba con intensidad. Pronto amanecería.

Atravesó la habitación y se dirigió al baño, se sumergió en la alberca, quizás el agua lo ayude a olvidar todas las pesadillas que tenía. Cerró sus ojos y se sumergió completamente en el agua, su cabello se despedía de el aceite natural, y su piel de cualquier rastro de suciedad.
No obstante, al cerrar los ojos, en su mente creció una figura de una mujer, su cabello era tan negro como la noche y caía como una cascada, pero al girarse, vio a Lizzie, con aquella mirada caida y triste, las clavículas resaltan, y los huesos parecían querer salir de sus hombros. En sus brazos sostenía un bulto, cubierto por trapos de seda negro.

«-Ella me mintió- decía la mujer llorando - mira lo que le hizo a mi bebé. »

Sunwoo frunce el entrecejo. Aún contenía la respiración bajo el aún.

«-La odio ¡la odio! Ella mi hizo esto - la mujer seguía hablando.»
Parecía hablar con ella misma, o con el bebé, no despegaba la mirada de aquellos trapos de seda. Tampoco parecía percatarse de la presencia se Sunwoo. Hasta qué, levanta su mirada con fuerza, en sus ojos reflejaba la ira y la tristeza. El corazón de Sunwoo estaba acelerado, tenía que subir y seguir respirando. Pero cuando abrió los ojos, la figura de aquella mujer lo tomó del cuello, ella grita fuertemente y forcejea, se las arregló para subir y tomar aire. Con desespero, frota sus manos en sus ojos, alejando el exceso de agua. Miró hacia todos lados, delante, atrás, izquierda, derecha, incluso miró el agua, pero no había nadie.

¿Acoso había enloquecido?

Salió del agua, sintiendo el viento golpear contra su cuerpo desnudo. El cuerpo le temblaba, pero no podía distinguir si de miedo o de frío. Quizás ambas sean la causa.
Se dirigió a la habitación nuevamente para vestirse, y en ese momento agradeció a que los primeros rayos del Sol entrase por la ventana.

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LA SOMBRA DE LA OSCURIDAD   ͟͟͞͞➳ The BoyzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora