—Porque yo se lo he pedido—Jungkook alzó una ceja, sonriente.

—¿Pretendes secuestrarme o algo así?—acercó su rostro.

—Digamos que si—susurró, acercándose de igual manera. Ahora estaban a centímetros de distancia, sus alientos chocaban y su respiración se volvió más errática.

Taehyung observó los labios ajenos, pasando de sus ojos a su boca. Deseaba probar tal manjar.

Jungkook tomó la iniciativa, tomándolo del rostro y estampando sus labios. Taehyung succionaba su labio inferior, en un beso lento, pero pasional, bastante húmedo a decir verdad.

Solo podían escuchar el chasquido de sus labios, gracias a los vidrios polarizados no se escuchaba nada del exterior.

Jungkook lo invadió con su lengua, adueñándose de su boca, probando cada rincón de ella. Sus manos ahora estaban en la cintura de Taehyung, que hace ratos se había quitado el cinturón de seguridad que lo apresaba.

Tomaron una respiración, cosa que el más bajo aprovechó para subirse a su regazo.

Volvieron a besarse, esta vez con más desenfreno. Las manos de Jungkook apretaban sus muslos y las contrarias habían tomado vida propia, apropiándose de las rebeldes melenas del pelinegro. Los vidrios del auto habían comenzado a empañarse, y el ambiente había subido cinco tonos más.

Se separaron con un chasquido obseno, por la abundante saliva.

—¿A dónde iremos?—preguntó Taehyung, agitado.

—Creo que mi cabeza no puede pensar otro lugar en este momento.

—¿Y qué es lo que piensas?—susurró en su oído. Movió levemente las caderas, incitándolo. Jungkook lo tomó fuerte, frenándolo, o no podría contenerse más.

—Justo ahora solo quiero tenerte debajo de mí en una cama—dijo sobre sus labios, volviéndolo a besar, con la diferencia de que ahora, tomaba sus glúteos, apretándolos. Taehyung se separó.

—Hay que irnos. Los del restaurante podrían vernos.

Bajó de su regazo, volviendo al asiento del copiloto. Salieron de ahí, Jungkook conducía, pero su acompañante no tenía idea de adónde se dirigía.

La noche era hermosa en la isla. Los negocios bastaste iluminados y la luna reflejándose en el océano. El clima era bastante óptimo en ese momento. Ni demasiado frío, ni calor.

—¿A dónde vamos?

—Ya lo verás.

Siguió conduciendo hasta llegar a una zona de cabañas en la playa. Eran pequeñas casitas de madera, a lo mucho con una cama y un baño.

Jungkook estacionó y bajó rápidamente para preguntarle al casero si tenía cabañas disponibles. El tipo se llevó su tarjeta cuando afirmó que aún tenía una disponible. Volvió al auto de prisa.

—Vamos, precioso—le tendió su mano

Taehyung salió del auto y tomó la mano del pelinegro, para empezar a caminar hacía dónde el encargado los esperaba.

Los llevó hasta una que estaba más alejada del resto, casi retirada del complejo.

—Está es la más grande. Es la que suelen pedir las parejas recién casadas, para evitar perturbar a los demás huéspedes—explicó—Les dejaré una copia de las llaves, y recuerden que el desayuno viene incluido en su estadía, pero no puede pasarse de las nueve. Que disfruten su estadía.

Y se fue, dejando a la pareja en el porche de la cabaña, observando el mar. El sonido de las olas era terapéutico, tanto que el nivel de excitación que traían sus cuerpos se había esfumado.

Pequeño DesastreWhere stories live. Discover now