DEL DÍA CERO A ALGÚN LADO

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Hoy empiezo esta aventura...

No, no hablo de la de escribir un libro, esa ya la empecé hace mes y medio.

Hablo de la aventura de compartir lo que hay detrás de una persona que escribe, lo que hay detrás de sus dedos que se lanzan sobre un teclado a vaciar lo que, posiblemente sean tan solo sus pensamientos, unos simples pensamientos humanos que, en muchos casos, han llegado a conquistar el mundo. Lo que hay detrás de la pantalla del computador, de la mesa, de la silla, de los ojos que quizá, ni siquiera participan del hecho de escribir. Creo que los ojos están inmóviles mirando con asombro la velocidad de los pensamientos, pero más aún, la velocidad del cerebro que se afana en traducir todo a palabras, un cerebro encargado de captar absolutamente todo. Imagino al cerebro como un guardia pendiente de cada emoción que se produce, de cada sensación del cuerpo, de cada imagen y recuerdo evocado, de cada idea suscitada, de cada posible nueva idea que parece que a nadie más se le ha ocurrido y, ahí está el cerebro - seguro también la consciencia -  presenciándolo todo y, admirablemente seleccionando las letras del alfabeto del idioma conocido, formando palabras; buscando la palabra, la frase exacta que logre describir todo el mundo, todo un universo incomprensible que es el ser humano y su experiencia de vida y reducirlo a un libro.

Y aquí estoy yo, intentando empezar este diario. Mientras escribo, además de eso, también imagino la forma en la que lo voy a compartir y todo lo que esto puede significar. Al parecer, existimos en más de una forma para nosotros mismos con una única finalidad, poder existir para el mundo.

También pienso en que, primero debería explicarles un poco de qué se trata todo esto.

Pues nada, no estoy aquí para explicar nada, estoy aquí para compartir con alguien, con algún lector o lectora una vida entera volcándose en una página en blanco. Una vida entera aquí, detrás de todo lo que estás leyendo hay una mujer en pijama para quien las 10:03 pm ya es demasiado tarde, pero pueden más las ideas que rebosan en su cabeza y las palabras en su boca que se regresan por su garganta hasta sus dedos que el sueño y, no solo el sueño, sino también toda la carga del día. Todas las impresiones que cada vivencia del día le ha dejado. Aquí hay una mujer con una vida al igual que todos, esa mujer soy yo. A veces, me gusta hablar de mí en tercera persona, eso me facilita la observación de mí misma y no caer en lo que más detesto, hablar de mi experiencia como si fuera un ultimátum, como si fuera la única verdad; en cambio, cuando me observo y me cuento como quien lee a un personaje, como describiéndolo, es entonces cuando puedo tomar distancia de mí misma y no creerme todas mis historias, así como la que me he venido contando todo este día, una historia que me ha bajado la autoestima al piso y que hace que me pregunte ¿y dónde diablos dejé todo mi valor? ¿pero a quién se lo he dado? Esas historias que te digo, son aquellas que, si les presto demasiada atención, si las vuelvo algo por resolver, se llevan toda mi energía, toda mi creatividad, podrían hacer que prefiera recluirme en mi cama y no salir de ahí nunca más, pero en lugar de eso, prefiero tomar distancia, prefiero ser quien las escribe y las reduce a una experiencia, en lugar de que sean ellas las que luego me reescriban, me inventen y me formen a mí.

Así empiezo el diario de una escritora, desde este día cero hacia algún lado. 

EL DIARIO DE UNA ESCRITORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora