La decisión

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Mint atravesó la puerta del dormitorio de Cooky cual huracán arrasador, sin llamar, como siempre. Se lanzó sobre el cuerpo bajo las mantas y sábanas, solo asomaban aquellos cabellos morenos, revueltos, y parte de los rapados laterales que eran "marca suya". Para Mint ese aspecto era entre encantador y un completo desastre pero con el paso de los años se había acostumbrado a él, a su apariencia y su forma de ser. Los dos encajaban perfectamente como dos piezas de puzle.

- ¡Ya está todo listo!- Exclamó animado mientras pataleaba sobre las piernas del moreno y sus manos buscaban descubrir aquel rostro adormilado, adornado con piercings. Un toque más personal y malote.

- ¿Mmh?- Cooky todavía estaba en su quinto sueño y solo oía la voz del contrario como un trasfondo distorsionado.

- Nos vamos esta noche así que más te vale despertar del todo o no te dará tiempo a nada. Conociéndote necesitarás tres horas mínimo.- Entonces decidió abandonar su posición sobre el cuerpo ajeno pero algo impidió la huida, bajó la mirada hasta su muñeca retenida por la mano decorada en tinta, luego ascendió sus claros ojos hasta cruzarse con la intensa mirada oscura de Cooky ya despierto, aunque sus párpados estaban ligeramente hinchados de las horas dormitando cual oso.

Mint alzó la comisura izquierda en una media sonrisa que denotaba muchas cosas, entre ellas la atracción oculta que ambos se tenían pero que jamás se consumió.

Fue un breve silencio con cruces de miradas y latidos de corazón al unísono.

- ¿Crees qué es buena idea viajar hasta Los Santos? – Lanzó la pregunta en un pesado suspiro.

- ¿Y qué quieres hacer entonces? ¿seguimos aquí huyendo del casero ahora que me han echado del trabajo otra vez? Debemos más de ocho meses de alquiler, la gente ya nos conoce demasiado en este pueblo, Cooky, debemos iniciar algo nuevo y grande sin mirar atrás y sin que nos importe nada.-

La mirada de Mint era tan penetrante y gélida como un bloque de hielo. Era en esos momentos donde el moreno, aun sosteniéndolo de la muñeca, temía por las ideas que pudiesen pasar en esa mente rota. De hecho recordó las facturas del médico, no llegaban a cubrirlas y Mint ya no tomaba su medicamento pero de momento no tenían nada que lamentar, o eso pensó.

Suspiró una vez más, le liberó del agarre para poder alzar su torso desnudo e ir a rodear su menudo cuerpo entre sus brazos marcados por una musculatura notoria. Mientras que Mint trabajaba en cosas más livianas y de cara al público por su talento innato de ganarse a la gente con solo hablar, Cooky era más de trabajos físicos. De ahí la diferencia entre cuerpos, aunque de altura eran casi parecidos.

Se quedó un rato abrazado a su cuerpo, con la cabeza pegada en el torso plano del adverso. Mint lo observó desde su altura, era el único ser que respetaba, al único que se juró no dañar a pesar de todas las cosas y ahora solo se dedicó a pasear la diestra por entre las hebras oscuras del mismo. Lento en cada movimiento, palpando la textura de esos pequeños enredos y peinándolos con cada falange. Era relajante, entretenido.

- Nos largaremos esta noche.- Sentenció Cooky dando por hecho que aceptaba la propuesta de mudarse a la ciudad sin importar nada.

Y la sonrisa se dibujó claramente en Mint. Comenzaba una nueva etapa para ambos, se lo merecían y en su cabeza se repetía que aquello les iba a traer cosas buenas. Si algo tenía ese muchacho era mantener la positividad a pesar de los acontecimientos por muy duros que fuesen.

Le dejó un beso en la coronilla antes de bajar de su cuerpo dejándole allí sentado con su mirada color café perdida en la puerta abierta, allí donde vio desaparecer la figura de quien era más que un hermano. De hecho pensar eso le hizo sentir cierta culpabilidad por la que se miró sus manos tatuadas.

¿Algún día tendría el valor de abrir su corazón a Mint? De mirarlo a los ojos y confesarle que lejos de ser un amigo, hermano, lo veía como el amor de su vida... Solo de pensar en un posible rechazo o huida por parte del mismo se acobardaba, prefería seguir tragando sus sentimientos a perderlo para siempre.

- ¡Si no entras al baño lo haré yo y tardaré cinco horas solo para fastidiarte!- Se escuchó la voz de Mint al otro lado.

- ¿Qué? ¡No eh!- Rápidamente destapó su cuerpo y salió corriendo en dirección al baño, justo donde Mint estaba cerrando la puerta con una sonrisa maliciosa.

- ¡Mint! ¡Oye! ¡Va venga que necesito mear!- Golpeó la puerta con el costado del puño mientras cruzaba las piernas para evitar así orinarse encima porque, de verdad, tenía la vejiga a punto de estallar.

Tras aquel juego entre los dos, como de costumbre, pudieron terminar arreglándose, preparando un par de mochilas con la ropa justa y necesaria.

Antes de marcharse del todo le dejarían una nota al viejo casero tan pelmazo como irritante:

"Querido casero se puede ir usted a la mismísima mierda y meterse este piso asqueroso por aquel rincón donde el sol no le llega.

Salu2 Mint & Cooky"

Y el añadido de un par de escupitajos por ambas partes, algo así como un sello original de esa pareja tan peculiar como desastrosa.

Ahora ya no había marcha atrás, ni tan siquiera giraron la cabeza para observar las luces del pueblo quedando cada vez más lejanas mientras sus pasos los conducían hasta la estación de autobuses a las afueras. El autobús con dirección Los Santos salía a media noche y ellos apenas aparecieron a menos cinco, justo a tiempo.

Tiraron las mochilas al fondo de aquel hueco lateral del vehículo, sin importar si destrozaban los equipajes ajenos o los revolvían.

Subieron al autocar mostrando sus billetes, tomaron los asientos del fondo, tenían el espacio suficiente como para tumbarse cada uno dejando sus cabezas unidas por las sienes. El espacio personal entre ambos era completamente nulo.

Miradas al techo, piernas apoyadas en los asientos delanteros o en la ventanilla.

- ¿Saldrá bien, Mint?

- Saldrá bien, Cooky. Confía.-

- Confío en ti, lo sabes.

Entonces reinó el silencio entre los dos y solo la sonrisa de Mint adornó el momento antes de cerrar los ojos junto a Cooky.

El principio del fin se acercaba. 

Cooky & MintWhere stories live. Discover now