Final alternativo

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Cerró su mano convirtiéndola en un puño con nudillos blancos y la presionó contra su pecho. Se estaba quedando sin aire, sin paciencia. Sus pulmones no parecían dar a basto y su cuerpo tampoco. ¿Por qué estaba así?, no podía contener las ganas de saltar, gritar y llorar a la misma vez. Había llegado una hora antes de lo acordado pero aún así, ahí estaba él.

Allí estaba Joseph. ¿O era una alucinación?

Negó con la cabeza y respiró por la boca; se escondió detrás de la columna que le concedía un escudo e ignoró las miradas curiosas que las personas le daban al ver su estado: parecía un lunático. ¿Eso era lo que quería?, no lo sabía realmente.

Se había puesto la ropa más nueva y de moda que había encontrado. No quería que su ex le encontrara de mala forma, así que no tuvo mejor idea que mostrarse como alguien feliz y de buena gama. Las personas no sospecharían de él, claro que no.

Escondiendo sus manos dentro de la chaqueta de cuero —tratando de que sus manos dejaran de temblar—, caminó hacia el baño, en donde el mismo Joseph había entrado sin más. ¡No era una coincidencia, señores! Thomas estaba seguro de ello.

Abrió la puerta del baño con cuidado y asomó la cabeza para ver si alguien más se encontraba allí. Al parecer, la suerte estaba de su lado.

Entró con una pizca de nerviosismo y agradeció que su ex se tardara en darse vuelta. Ya había planeado todo, pero sentía que sus planes no iban a brindar grandes frutos.

Al girarse, Joseph se sobresaltó.

—Oh, dios, Thomas. En verdad me asustaste...

Él se encogió de hombros, sonriendo. Repasó el plan una vez más e hizo el primer paso: sacó un arma.

Y como lo había planeado, su ex pareja palideció de inmediato. Dio pequeños pasos hacia atrás, hasta chocar con el lavamanos, sin quitar los ojos de encima del arma.

—¿T..., Thomas? —Joseph temblaba. Era gracioso. Ni siquiera se había dado cuenta de que aquella era de juguete—. Baja eso, por favor...

Sin hacerle caso, él hizo el segundo paso. Con su mano sobrante, sacó su celular y comenzó a grabar la cara de terror de lo que antes podría haberse llamado "su príncipe azul". ¡Jah, claro!

—¡Vamos, Joseph! ¿No estás feliz de verme? —preguntó.

—Dios, por favor... No hagas estupideces.

—¿Estás feliz de haberme dejado? —siguió.

—¡Baja la maldita arma o llamaré a la policía!

—¡Llámala! —gritó sin dejar de grabar. Humillaría a esa persona hasta hacerla llorar. Se vengaría de todo lo que le había hecho—. No te escucharán. ¿Crees que no vigilé la zona antes de traer una jodida arma?

—¿Q-qué quieres?

Thomas sonrió al escuchar lo que quería. La parte tres del plan estaba por comenzar con la absoluta perfección.

—Tírate al suelo —ordenó.

Su ex novio le hizo caso. Se arrodilló, sin quitarle los ojos de encima.

—Ahora, quítate la ropa —agregó con una sonrisa verdaderamente orgullosa.

—¿Qué?

—Hazlo o te mato ahora mismo.

Joseph le hizo caso esta vez. El vídeo se veía excelente en su celular. ¡Tendría millones de visitas y me gustas! Quizás incluso se haría famoso y popular por este vídeo.

En cuanto el imbécil se quitó toda la ropa, Thomas rió e hizo una reverencia. Tomó la ropa —incluso la ropa interior— y la tiró a uno de los inodoros sucios que había por allí. Luego, con tranquilidad y sin dejar de sostener su celular, le tiró el arma falsa a la cara.

—¡Qué hay! —dijo alto, para que se escuchara bien—. ¡El gran y fuerte Joseph le tiene miedo a un arma de juguete!

Su plan había finalizado. ¡Tuvieron que haber visto la cara de terror de su ex! Era demasiado épica. Y estaba agradecido de haberla grabado en su celular. Aquello valía mucho más que oro.

—¿Qué demonios...?

Thomas finalizó el vídeo antes de que Joseph se volviera a levantar. No esperaba aquello. No lo había pensado. Cuando ellos salían... jamás había hecho aquello. Nunca.

No pudo reaccionar a tiempo. El imbécil que, antiguamente era pacífico, levantó su mano y la convirtió en puño. Acto seguido, la había estampado con tal fuerza en la mandíbula de Thomas, que él cayó de trasero hacia atrás. Esta vez supo que se había excedido... un poco.

—¡¿Quién te crees?! —gritó Joseph, tomándolo del cuello de su camisa.

Sus ojos se habían llenado de terror. Era la primera vez que alguien le hacía un daño físico tan... doloroso.

Bueno, eso creyó, hasta que volvió a golpearle. Una y otra vez.

No pudo contar los golpes, ni protegerse. Aquella acción le había tomado tan de sorpresa que ni siquiera sabía si tenía voluntad de pelear o seguir viviendo.

¿Quién pensaría la próxima persona que entre al baño y lo encuentre débil contra una persona completamente desnuda? ¿Se iría corriendo aquella...? ¿O llamaría a la policía? Tal vez ambas.

—¡Oye, detente! —Logró escuchar.

No se había percatado que un chico había abierto la puerta. Tampoco le importaba, a decir verdad. ¿Qué pasaría luego de aquello? ¡Ni siquiera lograba ver bien! Su vista estaba totalmente borrosa y sentía algún que otro líquido en sus mejillas y en su labio. ¿Estaba llorando o solo era sangre?

Supo que alguien había detenido a Joseph en cuanto dejó de sentir su agarre.

No consiguió a saber más. Su cuerpo perdió fuerza y, dejándose llevar, cerró los ojos.

En cuanto volvió a abrirlos, pensó que estaba muerto. El techo blanquecino y el olor a desinfectantes, lo tomaron por sorpresa. Era todo lo contrario a un baño público.

No había mucha luz, así que sus ojos se acostumbraron con rapidez. Lo primero que descubrió, fue que estaba en el hospital. Lo segundo, que una persona se hallaba a su lado. Tenía flores en sus manos y una sonrisa radiante y coqueta. También gozaba de un gran cabello rubio y... ojos verdes. Era incluso más guapo que su ex pareja.

—¿Mr....J? —preguntó, medio mareado.

—Oh, no. Llámame Jared, Mr. T.


Juego de letras (Yaoi-Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora