— Preciosa —Oana aparece por la puerta de la cocina seguida del doctor. Él viene sonriendo, pero Oana parece algo desencajada—, síguenos al despacho, tus resultados ya están.

No hay sonrisas, no hay caricias y no hay complicidad. Esto no puede ser bueno. Ni de broma es bueno.

Los sigo en un silencio abrumador que me da escalofríos. Me tapo con la mano los brazos como intentando infundirme calor. Entramos a una estancia dónde no he estado antes. Hay dos hombres parecidos a los que me cogieron en la calle de camino a mi casa, que me miran de arriba abajo y un tercero, alto, de ojos claros, pelo engominado y extremadamente guapo. Va con un traje parecido a los que salen en los desfiles de moda. Parece un tipo de esos ricos y poderosos.

— Caballeros, esta es Bianca y este es el Doctor Andrei, por favor, tomen asiento.

Todos nos sentamos donde Oana nos indica. Ellos, en un sofá de cuero negro a un lado de una mesa moderna de cristal. Oana queda en una esquina y el doctor y yo al otro lado de la mesa en dos sillones también de cuero.

La sala está decorada de forma bastante moderna, cortes rectos, toques minimalistas. Con una enorme mesa al fondo y dos estanterías blancas en un lateral llenas de libros.

— ¿Quieren tomar algo? —la voz de una muchacha semi desnuda a la que no he visto nunca me saca de mi ensimismamiento.

— Vodka, gracias —responde uno de los hombres.

Oana saca una carpeta y una libreta y el silencio reina la sala mientras la chica sirve las bebidas.

Cuando la chica desaparece del despacho, el ambiente se torna más pesado. No sé explicarlo. Es eléctrico.

— Bueno —la voz del doctor rompe el silencio. Parece nervioso— La señorita Petra Kuznetsova, nacida el quince de enero de mil novecientos noventa y ocho en Kolomna está completamente sana. No tiene enfermedades reconocidas en el sistema sanitario ruso. Se le han realizado las analíticas pertinentes, dando negativo en VIH, Hepatitis y enfermedades de transmisión sexual. En el reconocimiento vaginal se detecta que la joven aún mantiene su himen intacto —miro de reojo y todos parecen escuchar con atención. Oana bebe de su copa mientras el caballero guapo sonríe de lado—, es por tanto que su virginidad persiste. Las analíticas no presentan ningún valor anormal. Por lo tanto, todo está correcto.

Cuando el doctor termina de hablar me miro el regazo dónde me doy cuenta de que llevo un rato retorciéndome las manos con fuerza, llegando a causarme dolor.

— Perfecto —dice el hombre guapo—, Petra ¿eh? ¿Qué ha pasado con Bianca?

— Bianca no era virgen, señor —Oana habla en tono calmado.

— Ya... entiendo —me mira de arriba abajo—, debería decir que me pareces más guapa que tu hermana incluso.

El hombre se pone de pie y camina en mi dirección.

— ¡Ponte de pie! —me dice. Miro a Oana nerviosa y ella me cabecea asintiendo.

Hago lo que me dice, el hombre se acerca más y me acaricia el pelo dando una vuelta a mi alrededor. Me toma la mano, es suave y fina, de dedos largos. Y huele bien. Tira suavemente de mí y me lleva detrás de los sillones en el centro del despacho.

— ¡Denúdate! —me susurra y los vellos se me erizan.

Miro con terror a Oana que me quita la mirada y la aparta. Esto no puede ser real.

— ¿Quieres que te lo repita? —el hombre sube el tono de voz y con su mano me da una palmada fuerte en la nalga que me deja una sensación de escozor.

Blood White I (La historia de Bianca) #PGP2023Where stories live. Discover now