Capítulo XXIV: La manera de un traidor.

30 4 0
                                    

—¿Ares? ¿Qué haces aquí?

—Vine como escolta de Eleleth —respondió en una tonalidad amarga que distaba de su habitual simpatía.

—¿Eleleth está aquí? —Danna habló a media voz y Baztiel no pudo culparla cuando su rostro palideció. De los cuatro miembros que conformaban el Consejo, Eleleth era quien más temor causaba, con sus rasgos afilados y su porte de asesino.

Ares asintió.

—Lo está y quiere verlos —indicó. Luego, se hizo a un lado—. Pasen.

Con un breve roce de sus manos, su hermana lo animó a entrar. Sin embargo, una vez atravesaron juntos el marco de la puerta, el pelirrojo se sintió miserable: las manos de Haniel estaban esposadas y sus rodillas, apoyadas contra el frío mármol, lo dibujaban como un criminal. A su lado, de pie y con una expresión que oscilaba entre el terror y la culpa, estaba Lau. Inevitablemente se preguntó qué había sucedido y, sin pensarlo, dio un paso hacia ellos. O eso intentó, pues una voz gélida retuvo su atención.

—Joven Baztiel, señorita Danna, es un gusto verlos después de tanto tiempo. —Recostado contra el escritorio estaba Eleleth. A diferencia de Haniel, sus ojos no emanaban calidez y elocuencia, sino una fría indiferencia con la que a veces parecía leer tu mente y petrificar tu alma—. Aunque lamento que sea bajo estas circunstancias.

—¿Qué está sucediendo? —quiso saber Baztiel, pasando por alto las palabras de su superior—. ¿Por qué lo retienes de esta manera?

—Baz... —Danna pronunció su nombre como si fuese una advertencia, pero Eleleth la acalló con un gesto de mano.

—¿Y qué manera es esa?

—La manera de un traidor —contestó. La palabra se sintió áspera en su lengua.

—¿Y usted cree que no han sido cometidos actos de traición? Porque, según se nos ha informado, Haniel no sólo ocultó la presencia de una joven de lo más extraña, sino que además dio refugio y asilo a un demonio mayor y, por si fuese poco, conspiró con licántropos para garantizar un viaje al Infierno del que aún no ha tenido noticias.

Diciéndolo de esa forma no había duda de que Haniel era un villano que había atentado contra la paz y el orden del Consejo, sin embargo, Baztiel sabía que las cosas no eran blancas o negras y que los actos del ángel caído no habían sido movidos a traición.

—No parece sorprendido. —Un ápice de maldad brilló en los orbes dorados cuando él se desconcertó.

—¿De qué habla?

—En la carta que nos envió su hermana decía explícitamente que usted se hallaba en coma después del ataque de unos sabuesos del infierno —indicó. Baztiel no tenía que ser muy listo para comprender lo qué estaba sucediendo..., lo que su hermana había hecho—. Imaginé que, dada su condición, no estaría al tanto de lo sucedido con sus compañeros, mucho menos, de las decisiones de su superior.

—Mi hermano despertó en la noche. —Esta vez fue Danna quién tomó la palabra, salvándolo de su desconcierto—. Le conté lo que estaba pasando, lo que Haniel nos obligó a esconder... Sé que quizá cometí una equivocación al hacerlo, mi señor, pero creí que hacía lo correcto al informarle del mal que habitaba entre nosotros.

Baztiel entreabrió sus labios para responder, pero, ¿qué diría? Si negaba lo que Danna había confesado, ella sería acusada y atormentada; en cambio, si callaba, sería Haniel quien resultaría condenado. Cualquiera de las dos opciones estrujó su corazón.

—Sé que desea creer en mí, Baztiel. —Haniel lo arrebató de sus pensamientos—. Y es lo más noble que puede ofrecerme un corazón como el suyo, sin embargo, he cometido errores y he de pagar por ellos. Así que le pido, le ruego, que guarde silencio y obedezca la voluntad del Consejo.

—Haniel... —musitó. En ese momento Danna sujetó sus manos entre las suyas y lo obligó a mirarla. De rostro dulce, de sonrisa gentil, él jamás habría imaginado que su hermana podría manipular el mundo de aquella manera.

—Esto es lo correcto.

—Su hermana está en lo cierto. —La figura esbelta de Eleleth se alzó por detrás de la chica—. Confíe en nosotros y permítame poner la casa en orden.

Tales palabras no habían sido compasivas, siquiera amables, sino una amenaza latente que impactó contra la severidad de su expresión. Baztiel sabía que dar un paso en falso lo haría perderlo todo —no solo a Haniel—, de modo tal, dijo lo único que estaba dispuesto a decir:

—Claro, señor.

Con sus palabras, Lau rompió a llorar.  

Guardianes de Almas. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora