— ¿Me dejaran volver a casa? —le pregunto mientras las lágrimas caen por su propio peso.

La mujer me mira y niega con la cabeza.

— Nunca volverás a tu casa, Bianca. Quítate esa idea de la cabeza. Si no por tu bien, por el de tu familia. Ellos jamás te dejarán marchar.

Rompo a llorar mientras la mujer termina de vestirme. Cuando hemos terminado, la mujer me limpia las lágrimas.

— Lávate la cara, levanta el mentón arriba y sal con la cabeza alta.

— Yo... —agacho la cabeza.

— Haz lo que te digo.

La mujer se da la vuelta y me señala la puerta del baño.

Ahora tengo dos opciones, correr y huir, porque la puerta no está cerrada con llave, o, quedarme y hacer lo que me dice la mujer.

Puede que parezca cobarde, pero tomo la segunda opción. Los hombres que me cogieron conocen a mi padre y saben donde trabaja. Y ella tiene razón. Si huyo me matarán, son más, más fuertes y más poderosos y además pueden hacerle algo a mis padres.

Cuando salgo, la mujer mira por la ventana.

— Ya estoy —la mujer se gira hacia mí—, ¿Puedo hacerte una última pregunta? —la mujer asiente— ¿Mis padres... ellos... están bien?

— Están bien, preocupados, tristes, pero vivos y estarán bien. Tú te encargarás de ello. ¿Verdad?

Asiento con la cabeza, la mujer rodea mis hombros y abre la puerta.

El hombre que estaba esperándonos, nos sigue por todo el angosto pasillo por el que vamos. Miro y solo hay puertas de metal, cómo la de mi celda. Porque son celdas, no habitaciones.

No hablamos hasta que subimos por un ascensor y salimos a un hall, oscuro. Es como si fuese una nave industrial gigantesca. Techos muy altos, todo lleno de polvo, las paredes de cemento y el suelo de hormigón. No hay decoraciones, ni sillones, ni mostradores.

Uno de los hombres que me raptó sale de una puerta con una sonrisa en los labios.

— Oana, preciosa —el hombre besa en los labios a la mujer que se retira con cara neutra—, gracias por venir.

De repente dejan de hablar en ruso y creo que hablan en inglés. Ahora me arrepiento de no haber sido buena en esa materia, porque no me entero de nada de lo que hablan.

Después, la mujer me vuelve a sujetar por los hombros y salimos del edificio. El hombre ni siquiera ha hecho amago de mirarme. Por extraño que parezca eso me enfada. Ese malnacido me ha raptado, me ha humillado, me ha tenido retenida y ha permitido que me golpeen. Y ni siquiera se digna a mirarme una última vez. Tal como ha entrado en la sala se ha ido.

Antes de salir alguien me coloca unas argollas en las manos que me impedirán moverme y me ponen una tela en la cabeza que me la tapa completamente. No veo absolutamente nada. Parece gruesa y no permite que la luz se filtre.

— Tranquila —la voz de la mujer me susurra—, solo será durante el viaje. Serán unas horas, pero luego te lo quitaré.

Me meten en lo que parece una furgoneta y me sientan en un asiento.

Prefiero mantenerme callada todo el camino. No veo nada, y no se oye hablar a nadie. No hay música y solo se escucha el sonido del vehículo sobre el asfalto.

Paramos y me bajan de nuevo. Estoy a punto de caerme cuando me bajan, pero unos brazos fuertes me sujetan y zarandean para que ande. Estamos en la calle y se oye mucho ruido de fondo. No soy capaz de localizar los sonidos. Me recuerdan a los sonidos de los aeropuertos.

Blood White I (La historia de Bianca) #PGP2023Where stories live. Discover now