II

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En el amor se da la paradoja de dos seres que se convierten en uno y,

no obstante, siguen siendo solo dos

Erich Fromm

Will pensaba en todas las posibilidades que tenía a su alcance sujetando el hueso del hombre de Venecia que había conservado, su última caza. Era importante porque lo habían cazado el mismo día que Hannibal le había hecho aquella misteriosa pregunta de si se uniría a él por la iglesia, aún descifraba a lo que se refería, estaban en Italia, cuna de la religión católica, obviamente no podrían casar a dos personas del mismo sexo ahí. Sin embargo conocía a Hannibal y por eso quería estar preparado. La Navidad que Hannibal le dio el bote Will le había hecho una pluma con hueso humano también de una caza anterior, había usado el cuerpo de una pluma de lujo, si le preguntaban a Hannibal podría decir que era de marfil, era preferible pasar por un rico sin corazón por los elefantes que un homicida, solo los dos conocerían su secreto.

Al venerable Dr. Lecter le gustaban las cosas buenas, lujo, calidad, extravaganza, sin embargo Graham encontró su nicho al ver cómo apreciaba los pequeños detalles que le dedicaba, cómo la primera vez que le compró un pañuelo o un clip para la corbata, creyó que eran muy poca cosa para un hombre tan refinado algo sencillo y minimalista cómo lo que Will había escogido en los diseños que compró, sin embargo Hannibal los usaba y más aún en ocasiones importantes que solo ellos dos conocían. La caída del acantilado y muerte del dragón rojo lo consideraban su aniversario, su primera caza coordinada, juntos. Si la misma muerte no los había podido separar que bajo la luz del día caminaran los dos libres y salvajes entre el hombre al haber sobrevivido.

Will se había preparado también, los aniversarios de plata, seda, todas esas aparentes cursilerías debían ir acompañadas de un significado más profundo, tenían una bóveda para ello, cajas de seguridad. En verdad era sorprendente la cantidad de recursos que Hannibal Lecter tenía a sus disposición, cuando creía que ya nada lo sorprendería o estaban en el límite de repente aparecía con lingotes de oro o bonos al portador, y ni hablar de las cuentas secretas en paraísos fiscales, los bancos podían proteger los recursos de cualquiera siempre y cuando significara ganancias para ellos. La moral no tenía nada que ver con los negocios. Al principio había odiado la idea de depender económicamente de él sin embargo al descubrirlo dueño no solo del castillo Lecter sino de otras propiedades y hasta viñedos que le proporcionaban riquezas crecientes cada año una parte de Will pareció ceder.

Aquel niño sureño con calzado roto y ropa usada siendo acosado en la escuela jamás podría imaginar que de adulto estaría pasando el invierno en un chalet suizo de lujo bebiendo de la cava personalizada de quien terminaría por convertirse en su pareja. Tampoco imaginó nunca que sería bisexual.

Los ricos estaban locos, estaba convencido de ello. Pensaba en Verger, Lecter o el ficticio Vanger, y era desagradable la comparación, solo que coincidían en el mismo punto: la falta de moral y respeto de las leyes por su cuna noble o rica. El dinero debía deformar la ética.

Él tampoco se explicaba cómo había terminado por volverse pareja de un homicida caníbal, pensaba en la Dra. Du Maurier, la única mujer que Hannibal hubiera considerada cercana y digna de su atención, abducción y predilección. Una mujer exquisita, culta y refinada. En comparación Will no encajaba en aquella pieza que podría acompañar a Hannibal del brazo con la cabeza en alto llevando un ramo de rosas y mirto en la mano. No obstante pensaba luego en la confianza mutua que se tenían. Hannibal lo había apuñalado, había querido hasta abrir su cráneo y comer su cerebro, y la locura enfermiza de Will reflejada por la misma obsesión de Hannibal para con él lo hacía entenderlo y hasta perdonarlo, incluso hasta amarlo. Fue el quién lo metió a una celda, también quién lo liberó.

Fraternitas iurataWhere stories live. Discover now