3: Maldito por las estrellas

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—Que beba algo para ese mareo. ¡¿Dónde están las vendidas que no han secado este sudor?!

Todos acataron sus labores de inmediato apenas el rey insinuó la orden.

Él intentó levantarse y darles la espalda, pero Sawla le tomó la muñeca.

—¿Estás bien?

Entonces Lesath lo supo con toda certeza. Solo el remordimiento explicaba la preocupación de Sawla. Lesath, a las malas, ya había aprendido que el que reacciona pierde el beneficio de la duda.

—Lo estoy —le dijo a su esposa poniendo la mano sobre la suya y apartándola con delicadeza—. Tú descansa.

Lesath empezó a caminar al otro extremo de la habitación en busca de intimidad, pero antes pasó por la puerta acampado por un par de guardias, y sin detenerse a ambos les dijo:

—Que nadie salga.

Esperó en su mueble personal, bebiendo un trago tras otro con los ojos desenfocados. Por el modo de sentarse con las pierdas cruzadas, la manera de agarrar su cáliz, y la posición de la mano bajo su mentón, casi parecía estar esperando que lo retrataran. Pero aquel ensimismamiento escondía una maquinación peligrosa.

Cuando le avisaron que el astrólogo ya tenía el nombre de su hijo, Lesath lo condujo al balcón sin dirigirle ni una palabra y cerró las grandes puertas sin permitir que los intrusos se inmiscuyeran en la conversación.

Roshar Rah'odin había sido el astrólogo al que recorrían los Scorps siempre. No era exclusivo, su magno poder como arka le daba cierta libertad a la hora de escoger su destino, pero se le pagaba como a ninguno, porque era el mejor.

—¿Cuál es su nombre? —preguntó Lesath fuertemente asido del barandal del balcón.

—Su nombre es Sargas, majestad.

—¿Sargas? —Lesath volteó hacia el hombre de piel oscura y trenzas largas—. ¿Está seguro? Es una estrella de Scorp.

Roshar asintió con solemnidad, cruzando sus manos hasta que desaparecieron dentro de sus largas mangas púrpuras.

—Las estrellas no se equivocan, majestad. Su nombre es Sargas.

—¿Mi esposa le pidió que dijera eso?

—Como toda la población le debo lealtad a la corona de los escorpiones, pero me parece que no comprende mi lealtad. Puedo responder lo que quiera, y guardar en confidencia lo que me ordene. Pero no mentir, jamás lo haría. Mi principal voto es con las estrellas, mi deber es darles voz para con los hombres. Y respondiendo a su pregunta: no. Su esposa ni siquiera me ha hablado.

Lesath miró el brazalete del astrólogo que lo definía como arka, ese lleno de gemas de arkanium en las que llevaba preso el poder de muchos cosmos. Ese hombre si quisiera podría intentar matarlo, o al menos buscar que en medio de una ardua tortura acabara por regalarle su cosmo y así tener una gema más en su colección.

Si esa fuera la situación, Lesath no se lo pondría tan fácil al arka. De todos modos, se inclinaba a creer que Roshar no ganaba nada con mentirle de esa forma.

—Sargas. El cuarto con el nombre. Mi heredero —aceptó el rey con amargura.

Roshar no respondió a eso.

—Hay algo más que debo comunicarle, majestad. La presencia de otra constelación especialmente persistente.

El rey, que no esperaba más sorpresas, se notó fuera de sí por esa acotación.

—¿Un segundo nombre? Eso es inusual.

—No, majestad. No un segundo nombre. Se trata de algo más.

Monarca [Completa] [Saga Sinergia]Onde histórias criam vida. Descubra agora