𝟬𝟬𝟰 esa chica pixie

Start from the beginning
                                    

—No, para nada —me apresuré a negar.

—Bien.

Quedamos en silencio un par de segundos en los que Tobías se dedicó a estudiarme con su mirada achocolatada que me hacía sentir demasiado observada para mi gusto. Sentí un fastidio de pronto por estar pensando demasiado en una condenada chica que apenas conocía hace unas horas y que no sabía cómo, ni porqué, no podía sacarmela de la cabeza.

En sus ojos, que era lo que más me impresionaba. Ese tono color miel combinado con dorado apenas visible me tenía casi que hipnotizada cada vez que los recordaba viéndome intensamente y con un deje de curiosidad. Y ese corte, su vestimenta, todo de ella gritaba que parecía sacada de algún libro de cuentos o hasta de una leyenda antigua sobre hadas; a partir de ahora serían mi ser mitológico favorito. Luego ese extraño comportamiento que tuvo apenas su “hermano” (ya ni sabía qué demonios eran) se quedó viéndome fijamente y con rudeza, sentía unos escalofríos apenas lo recordé.

Sentí una mirada quemándome la mejilla, y aparté mi vista de la ventana para mirar a Tobías con hastío.

—¿Podrías parar? Me incómodas —espeté.

—¿Qué hay en esa cabecita tuya? —Inquirió viéndome más de cerca.

—No es tu problema.

Se quedó en silencio un par de segundos, viéndome con indignación—. ¿Disculpa? —soltó llevándose una mano al pecho e inclinándose para atrás.

Rodé los ojos, me levanté de mi cama para irme al escritorio y usar mi laptop tal vez para navegar en lo que vendría siendo las famosas redes sociales. Ignorando la presencia de mi queridísimo amigo del alma.

—Piensas en esa chica pixie —habló y detuve mis acciones en seco.

—Me interesa —limité a decir.

Temiendo su reacción, ni siquiera lo volteé a ver porque enseguida dirigí mis curiosos ojos a la computadora que tenía frente a mí. Lo oí suspirar.

—¿Sigues pensando en eso? —cuestionó apenas vió mi temerosa reacción ante mis palabras, me quedé en silencio una vez más—, creí que lo habíamos superado —escuché sus ligeritos pasos acercarse hacía donde estaba, apoyó sus manos contra ambos lados del escritorio dejándome acorralada.

—Sigo pensando en eso —afirmé.

—Déjalo ir, Sofía —se acercó más a mí dejando su cabeza y cabellera castaña entre mis hombros, sentí su cabello hacerme cosquillas en la mejilla. La diferencia de altura ni siquiera era mucha por lo que siempre se le hizo más fácil tener esas acciones conmigo.

—No puedo... —murmuré inquieta.

Ella ya no vale la pena —me recordó pero yo simplemente no quería aceptarlo, estaba aferrada. No podía.

—No digas cómo si no lo supiera —rebatí a la defensiva, la silla era giratoria por lo que con una mano me hizo voltear a verle y la devolvió a su estado inicial: a un costado del escritorio de madera.

—Sé que lo sabes y sé que aún te duele —pude ver la clara molestia reflejada en sus ojos—, pero ya pasó mucho tiempo. Es hora de que lo dejemos ir —insistió.

𝐒𝐎𝐅𝐈𝐀, 𝖺𝗅𝗂𝖼𝖾 𝖼𝗎𝗅𝗅𝖾𝗇Where stories live. Discover now