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PERDER UNA PARTE DE TI MISMO, fisica o emocionalmente, trae un gran dolor.
Y Aemond sabia eso bastante bien.
Desde aquella fatidica noche donde perdio su ojo han habido varias veces donde el dolor era intolerable. Ni siquiera la leche de amapola lo ayuda a suavizar su dolor.
Cuando decidio empezar a usar el safiro, supo que habia tomado la decision correcta. Todo el mundo a su alrededor comenzo a temerle, a respetarlo. Aemond se sentia poderoso, mas atractivo, y menos un monstruo.
Aunque habian dias en los que solo quisiera encerrarse en sus aposentos para poder sacarse el parche y la gema que llenaba aquel espacio vacios. Solo queria un momento de paz donde nada cubriese quien en realidad era, lejos de todos los que lo miraban con disgusto y asco por su aspecto. Sabia que fue un intercambio justo, su ojo por el dragón mas grande y peligroso, pero a veces solo deseaba tener su ojo de vuelta.
Ese deseo se volvio mas y mas doloroso y persistente desde el dia que te conocio.
Aemond sabia que lo amabas, que era él el unico que ocupaba un lugar en tu corazón, mente y alma, pero a veces sus inseguridades nublaban su propio juicio y se le hacia imposible creer que el merecia ser amado. Por lo que tuvo que aceptar aquel dolor, fisico en este caso; su parche llego a irritar severamente la cicatriz debajo de este, aquella que cruzaba todo su parpado, mejilla y frente, pero ese dolor no le importaba con tal de que tu nunca lo vieses como aquellos con los que se cruzaba por los pasillos, todo con tal de que nunca lo mirases con asco, o terror, o inclusive miedo.
Hasta que una noche, el dolor se volvio demasiado para el.
Te despertaste con un ruido extraño de fondo, aun adormecida estiraste tu mano para poder encontrar a tu esposo en la cama cuando sentiste su lado frio y vacio. Te levantaste asustada, e inclusive en toda la oscuridad dentro del cuarto, pudiste verlo sentado en una silla frente a la ventana completamente abierta, con sus manos cubriendo su rostro y solo un pantalón de seda cubriendolo, dejando su torso expuesto al aire frio de la capital.
──── ¿Aemond? Amor, ¿estas bien? ──── el frio entrante de la gran ventana logro hacerte tiritar del frio cuando este tocó tu cuerpo, frotando tus brazos con ambas manos tratando de darte calor te acercaste a tu esposo por detras.
