✘T R E I N T A Y N U E V E✘

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Decidí pasar lo que restaba de la tarde, debajo de la ducha. De una forma u otra, se sentía bien que mis lágrimas se mezclaran con el agua que caía por mi rostro. Cierro el grifo cuando estoy a punto de quedarme dormida. Me envuelvo en una toalla y me detengo frente al espejo. Paso mi mano por el cristal, deshaciéndome de la humedad.

Mis ojos están inyectados en sangre, parece como si estuviera drogada hasta la médula. Me siento horrible. No me gusta la expresión herida que porta mi rostro.

Me quito la toalla del cuerpo y la coloco sobre la repisa. Miro mi cuerpo desnudo a través de mi reflejo. Me avergüenza mostrarme así ante Erwan, obligada y no por voluntad propia. Me acomodo las ondas rubias de mi cabello por encima de los hombros, dejando que me tapen los pechos.

—Vamos, Leah. Tú puedes.

Cierro los ojos tomando una respiración profunda y, seguido, me encamino hacia la salida.

Mientras más me voy acercando al salón, me voy dando cuenta que la luz se encuentra apagada. Indecisa, me adentro en él. No pasa ni un segundo, cuando la puerta se cierra y la poca iluminación que entraba por ella, ahora no está, quedando en completa oscuridad.

—Hola, rubia. —me sobresalto al sentir la respiración de Erwan en mi oído. Sus manos me sostienen los brazos, evitando que pueda girarme.

—¿Por qué... todo está oscuro?

—Shh... —masculla colocando un dedo en mis labios.

Sus manos descienden por la piel desnuda de mis hombros, pasando por el lugar en dónde se doblan mis brazos y culminando en mis dedos, con los cuales juguetea. Que mis manos estén tan cerca de mi zona íntima, provoca que trague en seco, atemorizada.

—Tu piel es tan... suave. —murmura.

Mis labios se encuentran sellados. No me creo con la capacidad para formular palabra.

—Te tengo una sorpresa. —inquiere, impulsándome a que me mueva. Mis pasos son lentos, indecisos.

No puedo ver mucho, pero distingo la sombra de una mesa.

—Puedes sentarte. —hago lo que me ordena, quedando en uno de los extremos. Siento como el pelirrojo se aleja y se sienta en el otro extremo. No estamos muy lejos el uno del otro, si ambos estiramos la pierna, se chocarían entre ellas.

—No veo nada. No creo que pueda comer así. —exclamo.

—Solo espera.

En ese momento escucho el sonido de un mecanismo. Levanto la cabeza al notar que comienza a aparecer luz a través del techo. Como si una puerta se estuviera corriendo, el oscuro cristal encima de nosotros, es sustituido por un vidrio normal, en el que, al otro lado, se puede distinguir agua.

Me recuerda a una pecera, pero sin peces ni vegetación de ningún tipo.

—Madre mía. —exclamo, asombrada y sin poder apartar la mirada.

—¿Sabes dónde estamos? —pregunta Erwan y yo niego con la cabeza— ¿Recuerdas la piscina en la que casi te ahogas?

Sus palabras captan mi atención. Dirijo la mirada hacia él y me quedo embobada al detallar, gracias a la luz que proyecta el cristal sobre nosotros, su aspecto pulcro. Con un abrigo de cuello alto y una gabardina negra, pareciera como si la parca, en versión moderna, estuviera visitándome. Su cabello rojillo enrolado, hace contraste con sus gafas negras.

Por un momento, me olvido que tengo frente a mí a un asesino serial, mi secuestrador, y recuerdo al chico que una vez llamó mi atención.

—¿Ya terminaste? —inquiere con una ceja levantada.

Control: un cuerpo, dos almas©️ [Killer #0]Where stories live. Discover now