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- La toqué, padre... Tomé sus caderas y la miré mientras bailaba para mí... Miré sus labios, sus ojos... Sus manos desajustaban mi corbata. Me sentía realmente... Deseado.- La voz temblorosa del chico se dejó sonar con timidez dentro de aquella sacrílega caja de madera, dónde todos los creyentes iban a escupir sus pecados esperando el perdón, sin saber en qué se estaban metiendo en realidad.

- ¿Y luego qué hiciste, hijo mío?- inquirió manteniendo su voz tranquila, inspirandole confianza al asustado joven que se encontraba de rodillas tras la ventanilla. Por los orificios del roble podía ver cómo sus dedos se metían entre sus cabellos rubios en un gesto cargado de nerviosismo y culpa. Aquello le excitó bastante.

- No lo hice... No tuvimos sexo.- Contestó mirando hacia la distorsionada imagen del otro hombre, quien por un milisegundo, pareció desilusionado.- Solo le pedí que... que baile para mí y yo... yo...- soltó un quejido, cómo si de verdad estuviese arrepentido de sus actos impuros, cómo si de verdad necesitara esa absolución. Eddie sonrió.

- Sabes que puedes confiar en mí, no hay secretos ante los ojos del Señor.- ofreció buscando sus labios con las pupilas, la tenue luz del sol de atardecer hacía ver aquella boca bastante apetecible. Sintió como su caliente sangre comenzaba a amontonarse en su entrepierna con un pequeño escalofrío de placer. Él era su confesión favorita, desde el primer día, verle retorcerse de arrepentimiento por cosas banales y simples le producía interés, pero el ver cómo de a poco comenzaba a desmoronarse ante sus pecados era sublime. Era tan puro y tan inocente que no podía esperar para corromperlo, para poner sobre su espalda todas esas penitencias.

- Yo tuve una erección padre.-

Eddie abrió sus piernas, podía sentir la incomodidad de su miembro creciendo bajo sus pantalones, ajustando de a poco la tela. Lo que hacía estaba mal, muy mal, pero a esas alturas le importaba muy poco. Hace tiempo había dejado de creer y había decidido que, si de todas formas iría al infierno, lo haría como se debe, arrastrando a tantas personas como puediese a su lado.

- Espero que entiendas que somos débiles humanos... No debes ser duro contigo mismo por sentir algo que todos sentimos.- Dijo con voz suave, viendo un pequeño atisbo de tranquilidad en las expresiones ajenas. Con esa pequeña frase, sabía que le daba el coraje al rubio de hablar más, de no sentirse juzgado, de escupir todo lo que llevaba dentro.

- ¿Usted... también lo siente padre?- Aquella pregunta hizo palpitar su miembro, esa dulce voz cargada de pena y miedo, su expresión preocupada y esas palabras. De verdad este chico tenía todo lo que necesitaba para hacerle arder en el infierno.

- Me temo que no estoy excento.- Contestó llevando lentamente su diestra a su dura erección, acariciándola sobre la gabardina negra, completamente amoldada a su hombría.

- Comencé a... Dios... Comencé a masturbarme con su baile. No pude evitarlo. Quise parar pero no pude.- el muchacho parecía estar al borde de las lágrimas a este punto, de acuerdo a lo que había escuchado con anterioridad, estaba casado. Siempre remarcaba que amaba a su esposa pero que algo faltaba.

- Tranquilo Waylon.- susurró el mayor, aprovechando el sonido de su voz para desabotonar su pantalón, bajando despacio la cremallera y dejando libre su hinchado miembro.- Estoy aquí para ayudarte, para escucharte...-

El chico soltó un resoplido, sus cabellos se pegaban ligeramente en su frente gracias a las pequeñas gotas de sudor que despedía su piel.- No quise traicionar a Lisa pero... Mientras más movía mi mano, mejor se sentía... Se sentía bien imaginar que no era ella.- Su voz ahora se oía aireada, como si necesitara oxígeno, como si hubiese perdido el aliento. Eddie ajustó despacio su mano al rededor de su dureza, comenzando a moverla con lentitud.

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⏰ Last updated: Sep 28, 2022 ⏰

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