2- Chaqueta de cuero (Sirius)

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Sirius era conocido por ser un completo sinvergüenza, en el mejor de los sentidos, el bad boy de Hogwarts en toda regla. Por eso mismo, para Padfoot, que algo estuviera prohibido o en contra de las reglas no era más que una razón más para hacerlo, casi siempre acompañado de Prongs, con una sonrisa arrogante, Wormtail, con una emoción palpable, y Moony, con una réplica vacía escapando de sus labios, pero la decisión brillando en sus ojos. Y esos eran, ya conocidos por todo Hogwarts, Los Merodeadores.

Sin embargo, muy pocos sabían las tres reglas de oro en la vida de Sirius. Tres reglas que no pensaba romper en su vida:
1. Querría y cuidaría a sus amigos hasta el día de su muerte, y cualquiera que se metiera con ellos estaba muerto.
2. Era el hermano mayor de Reggie y por lo tanto, lo protegería siempre.
3. Nunca dejaría de amar a Remus Lupin.

Esa última en realidad no era una regla, era una jodida realidad. Y sí, jodida, porque sabía de sobra que Remus no lo amaba de vuelta, y solo la Luna sabía cuántas noches había llorado en el hombro de James por eso. Prongs siempre le decía que no sabría eso hasta que se declarara, pero en su vida perdería su amistad con Moony por esa estupidez.

Y luego estaban otras reglas más minúsculas y nimias, como que cualquiera que tocara su pelo se quedaría sin mano, que el Quidditch era sagrado, o que cada Navidad necesitaba una chaqueta de cuero nueva, porque nunca tendría suficientes. Aunque quién diría que esa tonta regla afectaría directamente a su tercera regla de oro. A la más dolorosa.

Era 24 de diciembre, Noche Buena, y todo Hogwarts se había llenado de decoraciones navideñas, guirnaldas, estrellas y regalos. Desde las cocinas salía un delicioso aroma a jenjibre, chocolate y caramelos que hacía que a todos se les hiciera la boca agua, y había un ambiente festivo inigualable. Los chicos estuvieron en la Sala Común, riendo y charlando con el resto hasta altas horas de la noche, hasta que se fueron a dormir, deseándoles a todos una feliz navidad.

A la mañana siguiente los cuatro chicos despertaron con regalos bajo sus camas, y empezaron a desenvolverlos con ilusión, dando pequeños grititos de vez en cuando. Una snitch dorada, un uniforme de Quidditch nuevo, una escoba y un peine...
-Ja, ja, muy gracioso Sirius -dijo Prongs sarcástico al verlo, mientras su amigo le respondía con un guiño.
...para James. Su ropa favorita, un libro de herbologia y un tablero de ajedrez para Peter. Un jersey de lana gigante, una caja enorme de chocolate y un par de libros para Remus. Y un reproductor de música, dos discos y... Una chaqueta de cuero para Sirius.
Padfoot sonrió de medio lado al ver quién se la había regalado, porque solo una persona de esa habitación doblaba con ese cuidado la ropa. Y entonces se dio cuenta de todas las frases que tenía aquella chaqueta escritas por todas partes con tinta blanca.
Te amo tanto que la Luna estaría celosa.
Ojalá pudieras leer esto Siri, porque te darías cuenta de cuánto te amo.
Me encantaría ser tu almohada para poder abrazarte mientras duermes.
Me da igual que tengas nombre de estrella, Sirio nunca podrá brillar más que tú.
He soñado tantas veces que te besaba, que creo que si te besara de verdad antes de decirte "te amo" te diría "pellízcame".
Te amo más que al chocolate, y creo que eso es decir mucho.
Si tenía alguna duda de quién le había escrito todo aquello, la última frase se la quitó, y Sirius se sentía en una nube, incapaz de pensar en otra cosa que no fuera que Moony le amaba. MOONY. LE. AMABA. Intentó poner una cara de póker por todos los medios, aunque lo que más quería era abalanzarse sobre Remus y comerle la boca, pero se aguantó. Su Moony merecía algo mucho más romántico, más especial, y por mucho que esas cosas no se le dieran bien haría un esfuerzo. Por él.

Consiguió disimular durante media hora, en la que volaron abrazos y sonrisas por toda la habitación, y luego, aprovechando que los llamaban desde la Sala Común, desapareció disimuladamente.
Corriendo llegó a una aula que no se utilizaba desde hacía siglos, pero que estaba en perfectas condiciones y llena de cosas, porque Sirius hacía ya bastante la había convertido en su pequeño refugio.
Con varios hechizos y algún que otro grito de júbilo o de estrés, llenó todo de velitas y de chocolate, colocó varias mantas en el suelo en incluso preparó un pequeño picnic improvisado. Quince minutos después, sí, quince minutos, nuevo récord, todo estaba listo, así que fue a buscar a Moony a la Sala Común más nervioso que en toda su vida.

Allí se encontraba Remus, riendo con sus amigos. A Sirius se le escapó un suspiro involuntario al verlo, pero se obligó a calmarse y hablar con él.
-¡Hola Moons!
-¡Ey, Pads! ¿Qué? ¿Te ha gustado el regalo de navidad?
Maldito bastardo, encima lo estaba provocando. De verdad necesitó toda su fuerza de voluntad para no callarlo con un beso en ese maldito momento.
-¡Sí, mucho! Sólo... ¿me acompañas un momento porfa? Quiero enseñarte algo.
-¿Vale? -respondió Remus confundido y lo siguió.
Conforme se movían por los laberínticos pasillos Sirius se dio cuenta de que Moony parecía cada vez más triste, cabizbajo y con los hombros caídos, y empezó a preocuparse, hasta que directamente le preguntó.
-Oye Moons... ¿Todo bien?
-¡Claro!¿Por qué no lo estaría?
Era obvio que mentía, Sirius sabía reconocer cuándo el ojimiel estaba mintiendo. Padfoot unió sus manos con seguridad y le sostuvo la mirada.
-¿Seguro?
Remus volvió a asentir, y el pelinegro decidió no insistir más, porque Remus no le diría y si preguntaba más lo único que conseguiría es que se cerrara en banda, y era lo último que quería, así que decidió distraerlo mejor. Le sujetó la mano con más fuerza y corrió todo lo rápido que pudo, arrastrando a Remus con él, que no paraba de soltar carcajadas confusas sin entender el contexto. Ese simple acto hizo a Sirius sonreír.

Llegaron minutos más tarde, y Sirius respiró varias veces intentando calmarse antes de abrir la puerta y dejar pasar a Remus, para luego pasar él.
-¿Qué demonios, Si...?
Remus cortó la frase a la mitad al ver esa habitación, toda llena de velas, luces, mantas, almohadas e incluso chocolate. Miró a Sirius y al cuarto sucesivamente varias veces, incapaz de decir nada por la sorpresa.
Después de cerrar la puerta Moony y Padfoot se miraron por unos segundos, hasta que Black rompió el silencio.
-Bienvenido a mi refugio.
-Wow... Esto es... Increíble Padfoot. ¿Desde cuándo tienes esto aquí?
-No lo sé... Un par de años, más o menos.
—Brutal. Pero ¿para qué me has traído aquí?
-Yo... A ver cómo te digo esto... Lo siento, es que estas cosas se me dan fatal -empezó a hablar, apartándose el pelo de la cara y soltando una risita nerviosa-. Mira yo... Qué coño, a la mierda esto de intentar hacer las cosas despacio. Yo también te amo, te amo muchísimo Moony, desde que te conozco. Te amo desde antes de saber qué es "amar". Y supongo que tal vez esto te parecerá una estupidez, esta declaración tan cursi, pero creo que tú... No, es que no es que crea. Es que tú merecías algo así, algo mucho más memorable que un primer beso rápido. Y lo siento si queda fatal, porque yo de verdad no tengo ni puta idea de cómo se hacen estas cosas, pero cuando he visto todos los mensajes de amor en esa chaqueta de cuero he sentido la necesidad de decírtelo, y de decírtelo bien. Yo también te amo Moony.
Sirius dijo todo esto casi sin respirar, moviendo las manos nervioso, mientras Remus lo miraba con gesto inescrutable. Se miraron mutuamente en lo que podrían haber sido minutos u horas, hasta que Padfoot ya no aguantaba la tensión.
-Moony, por Merlín, di algo.
Remus sonrió de medio lado, travieso, y se acercó peligrosamente a Sirius, dejando una mano en su mejilla y la otra en la cadera. Dejó sus labios a milímetros de los del ojigris, y le dijo en un susurro:
-Pellízcame.
Y entonces sí, ambos se abalanzaron sobre el otro, devorándose los labios, Sirius acariciando el pelo y Remus sujetándolo de la cintura para que no se cayera.

Llegado un punto se tuvieron que separar, y Moony no esperó ni dos segundos antes de abrazar a Padfoot y decirle al oído "yo también te amo".
Sirius sonrió y se dejó abrazar mientras reía un poco.
-Sí, eso ya me quedó claro esta mañana con esas frases tuyas.
El castaño también rió un poco por lo bajo, y se separó un poco de su chico (¿Podemos llamarlo así? Vamos a llamarlo así) para luego sentarse junto a él en uno de esos cojines.
-¿Te cuento un secreto? De camino hacia aquí sí que estaba triste, porque todas esas frases tenían un hechizo. Sólo podías leerlas estando enamorado de mí, si no, no sería más que una chaqueta normal y corriente a tus ojos. Y viendo que no reaccionabas ni decías nada, asumí que no las habías podido ver, y eso dolió bastante.
Sirius sonrió, apoyando la cabeza en el hombro de Moony.
-Pues ya ves, puedo leerlas, y creo que no va a hacer ni falta, porque me las sé de memoria.
Remus rió enternecido, y le robó un beso a Sirius antes de sonreír.
-Maldita sea, te amo.
-Y yo a ti.

Esa fue la mejor navidad que ambos chicos recordaron para siempre y no, Sirius nunca rompió su última regla de oro, pero ese día descubrió una de las reglas más importantes en la vida de Remus Lupin:
Nunca dejaría de amar a Sirius Black.

Huolaaaa, bueno qué, opiniones? Como persona amante de las chamarras de cuero necesitaba escribir esto, fin, pero esque encima el Wolfstar>>>>>>>>. Como sea, necesito ideas de título de la historia porfaaaaa, porque ahora sí que no tengo ni idea, y encima tengo q cambiar la portada aaaaaa. Enfin, gracias x leer, nos vemooooooos <3

Los Merodeadores Y Sus Dramas, Nada Nuevo Por AquíWhere stories live. Discover now