EXTERIOR, NOCHE, AVENIDA
Raúl va caminando por la avenida que queda justo en la esquina de su casa, hace mucho había dejado de fumar, pero esa noche decidio prender un cigarrillo para calmar su ansiedad, recuerda la mirada de Mónica, los momentos que vivieron juntos, pasa a un lado del bar donde ponen la música que le gusta y justo afuera, en la puerta del bar, una chica está fumando un cigarro.
Sus miradas parecen ecos de alguna caverna lejana, Raúl pasa justo al lado de ella y con un pequeño gesto deja ver como si fuera un gato juguetón, todo su interés por ella, o más bien está interesado en su vicio, en sus labios que dejan escapar el humo del cigarrillo desde el interior de sus pulmones. Raúl es muy meticuloso, y para el justo en ese instante, el acto de fumar conlleva toda una estructura, de pasos, de decisiones, de sensaciones, de sabores, de contradicciones y de sonidos, actos que para Camila pasan totalmente desapercibidos, es algo automático, su vicio es parte de ella como lo es la luna del cielo, sus botas del asfalto. Casi ni mira a Raúl, sumida en sus meditaciones nocturnas Camila es un fantasma más y Raúl lo es aún más, de la noche y de la calle.
