Al demonio todo.

—Sirenita, ¿puedo preguntarte algo?

Ella deja de sacar cosas de mi armario, se gira y se coloca las manos en la cadera. Su mirada retadora me hace gracia, mas no me río.

—¿Quieres hacerlo de nuevo? —pregunta entre sorprendida y molesta.

—Sí, pero no es eso —respondo con chulería.

Gala rueda los ojos y se acerca a mí, sentándose a mi lado.

—Te pusiste serio —expresa con preocupación al ver que me he quedado callado de repente.

Llevo una mano hacia su mejilla para acariciarla. Paso las yemas de los dedos por todo los contornos de su cara, toco las hebras rojizas que sobresalen y las coloco con ternura detrás de su oreja.

—Estoy bien, solo es una tontería.

Miento, pero no quiero que se preocupe. La realidad es que le he dado vueltas a mis prioridades, mis planes futuros y las cosas que estoy haciendo.

—Dime, ahora me mata la curiosidad —insiste como niña pequeña.

—Bien —suspiro profundo—, ¿te gustaría venir a vivir conmigo?

Su cara cambia, todo rastro de confusión se ha esfumado. Ahora sus gestos son de sorpresa, tristeza y algo más que no descifro. Demonios, no debí preguntarle eso. Soy un idiota.

—León...

—Olvídalo, Gala —la interrumpo y me levanto deprisa—. Es mejor que nos duchemos, se hace tarde.

Doy unos pasos, pero me detengo al sentir que me agarra un brazo. Estoy muy nervioso, el ambiente ha cambiado radicalmente.

—Creo que es muy pronto —rompe el silencio—. Además, no puedo dejar sola a Leah.

Asiento varias veces. Comprendo su punto, nosotros solo tenemos unos meses de noviazgo. Aunque ella duerme aquí la mayoría del tiempo, tanto así que hay un montón de su ropa en los cajones de mi armario.

Todo empezó una noche que estaba destrozado, porque tuve que poner a dormir a un perro. Esa es la parte más dura de mi trabajo, ver morir a animalitos. Lo odio y me pega muy fuerte.

Luego se quedaba por cualquier cosa. Ya es algo habitual el ver una película o cocinar algo después de un día duro, hablar hasta la madrugada, hacer el amor y quedarnos dormidos abrazados.

—Lo sé, no me hagas caso —digo para que se tranquilice—. Es mejor que nos demos prisa.

Ella no responde, solo se queda mirándome con esa intensidad que me desarma. Asiente y camina apresurada hacia el baño. Me permito respirar, me paso las manos por el pelo y cierro los ojos.

No sé en qué demonios estaba pensando.

════ ∘◦❁◦∘ ════

El camino a la casa del padre de Gala ha sido... interesante. Casi no hemos hablado, cosa rara en nosotros que siempre estamos discutiendo por cualquier tontería, y ella se ha mantenido con la vista hacia el cristal de la puerta.

Y fuiste tú © [Saga Tú: libro 2] (Completa)Where stories live. Discover now