Un Bip

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Me quedo mirando a la doctora Greene con la boca abierta mientras se hunde la tierra bajo mis pies. Un bebé. Un bebé. No quiero un bebé... Todavía no. Joder. Christian se va a poner furioso.
-Señora Grey, está muy pálida. ¿Quiere un vaso de agua?
-Por favor. -Apenas se oye mi voz. Mi mente va a mil por hora. ¿Embarazada? ¿Cuándo?
-Veo que le ha sorprendido.
Asiento sin palabras a la amable doctora, que me pasa un vaso de agua de un surtidor convenientemente
situado allí al lado. Le doy un sorbo agradecida.
-Estoy en shock -le susurro.
-Podemos hacer una ecografía para saber de cuánto está. A juzgar por su reacción, sospecho que solo
habrán pasado un par de semanas desde la concepción y que estará embarazada de cuatro o cinco semanas. Por lo que veo no ha tenido ningún síntoma.
Niego con la cabeza sin palabras. ¿Síntomas? Creo que no.
-Pensaba... Pensaba que era un tipo de anticonceptivo muy seguro.
La doctora Greene levanta una ceja.
-Normalmente lo es, cuando la paciente se acuerda de ponerse las inyecciones -dice un poco fría. -Debo de haber perdido la noción del tiempo...
Christian se va a poner hecho una furia, lo sé.
-¿Ha tenido pérdidas?
Frunzo el ceño.
-No.
-Es normal con la inyección. Vamos a hacer la ecografía, ¿vale? Tengo tiempo.
Asiento perpleja y la doctora Greene me señala una camilla de piel negra que hay detrás de un biombo. -Quítese la falda y la ropa interior y tápese con la manta que hay en la camilla -me dice eficiente.
¿La ropa interior? Esperaba que me hiciera una ecografía por encima del vientre. ¿Por qué tengo que
quitarme las bragas? Me encojo de hombros consternada, hago lo que me ha dicho y me tapo con la suave manta blanca.
-Bien. -La doctora Greene aparece en el otro extremo de la camilla tirando del ecógrafo para acercarlo. Se trata de un equipo de ordenadores de alta tecnología. Se sienta y coloca la pantalla de forma que las dos podamos verla y después mueve la bola que hay en el teclado. La pantalla cobra vida con un pitido-. Levante las piernas, doble las rodillas y después abra las piernas -me pide.
Frunzo el ceño, extrañada.
-Es una ecografía transvaginal. Si está embarazada de pocas semanas, deberíamos poder encontrar el bebé con esto -dice mostrándome un instrumento alargado y blanco.
Oh, tiene que estar de broma.
-Vale -susurro un poco avergonzada y hago lo que me pide. La doctora le pone un preservativo a la sonda y lo lubrica con un gel transparente.
-Señora Grey, relájese.
¿Relajarme? ¡Maldita sea, estoy embarazada! ¿Cómo espera que me relaje? Me ruborizo e intento pensar en un lugar relajante, que acaba de reubicarse cerca de la isla perdida de la Atlántida.
Lentamente la doctora va introduciendo la sonda.
Madre mía.
Todo lo que soy capaz de ver en la pantalla es una imagen borrosa, aunque de un color más bien sepia.
Muy despacio, la doctora Greene mueve un poco el instrumento. Es muy desconcertante.
-Ahí está -murmura mientras pulsa un botón para congelar la imagen de la pantalla. Me señala una
pequeña cosa en esa tormenta sepia.
Solo es una cosita. Una cosita en mi vientre. Diminuta. Uau. Olvido mi incomodidad y me quedo mirándola.
-Es demasiado pronto para ver el latido del corazón, pero sí, definitivamente está embarazada. De cuatro
o cinco semanas, diría yo. -Frunce el ceño-. Parece que el efecto de la inyección se pasó pronto. Bueno, a veces ocurre...
Estoy demasiado asombrada para decir nada. El pequeño bip es un bebé. Un bebé de verdad. El bebé de Christian. Mi bebé. Madre mía. ¡Un bebé!
-¿Quiere que le imprima la imagen para que se la pueda llevar?
Asiento, todavía incapaz de hablar, y la doctora Greene pulsa otro botón. Después retira con cuidado la sonda y me da una toallita de papel para limpiarme.
-Felicidades, señora Grey -me dice cuando me incorporo-. Tendremos que concertar otra cita, le sugiero que dentro de otras cuatro semanas. Así podremos asegurarnos del tiempo exacto que tiene el bebé y establecer la fecha en que saldrá de cuentas. Ya puede vestirse.
-Vale.
Me visto deprisa. Mi mente es un torbellino. Tengo un bip, un pequeño bip. Cuando salgo de detrás del biombo, la doctora Greene ya ha vuelto a su mesa.
-Mientras, quiero que empiece con un ciclo de ácido fólico y vitaminas prenatales. Aquí tiene un folleto de las cosas que puede hacer y las que no.
Me da una caja de pastillas y un folleto y sigue hablándome, pero no la estoy escuchando. Estoy consternada. Abrumada. Creo que debería estar feliz. Aunque también creo que debería tener treinta... por lo menos. Es muy pronto... demasiado pronto. Intento sofocar la sensación de pánico creciente.
Me despido educadamente de la doctora Greene y vuelvo a la salida. Cruzo las puertas y me encuentro con la fresca tarde de otoño. De repente siento un frío que me cala hasta los huesos y un mal presentimiento que nace de lo más hondo de mi ser. Christian se va a poner como una fiera, lo sé, pero soy incapaz de predecir hasta qué punto. Sus palabras se repiten en mi cabeza: «No estoy preparado para compartirte todavía». Me cierro aún más la chaqueta intentando quitarme ese frío.
Sawyer salta del todoterreno y me abre la puerta. Frunce el ceño al ver mi cara, pero ignoro su expresión preocupada.
-¿Adónde vamos, señora Grey? -me pregunta.
-A Seattle Independent Publishing. -Me acomodo en el asiento de atrás del coche, cierro los ojos y apoyo la cabeza en el reposacabezas. Debería estar feliz. Sé que debería estar feliz. Pero no lo estoy. Es demasiado pronto. Mucho más que demasiado pronto. ¿Qué va a pasar con mi trabajo? ¿Qué voy a hacer con Seattle Independent Publishing? ¿Y qué va a ser de Christian y de mí? No. No. No. Vamos a estar bien. Él va a estar bien. Le encantaba Mia cuando era un bebé, recuerdo que Carrick me lo dijo, y también la adora ahora. Tal vez debería avisar a Flynn... Quizá no debería decírselo a Christian. Quizá... quizá debería ponerle fin. Freno mis pensamientos, alarmada por la dirección que están tomando. Instintivamente bajo las manos para colocarlas protectoramente sobre mi vientre. No. Mi pequeño Bip. Se me llenan los ojos de lágrimas. ¿Qué voy a hacer?
Una imagen de un niño pequeño con pelo cobrizo y brillantes ojos grises corriendo por el prado en la casa nueva aparece en mi mente, tentándome y llenándome la cabeza de posibilidades. Ríe y chilla encantado mientras Christian y yo le perseguimos. Christian le coge en brazos y le levanta para hacerle girar y después le lleva apoyado en la cadera mientras los dos vamos caminando de la mano hasta la casa.
La imagen se deforma en Christian apartándose de mí con expresión de disgusto. Estoy gorda y tengo el cuerpo raro, con el embarazo muy avanzado. Camina por la larga sala de los espejos, alejándose de mí, y oigo el eco de sus pasos resonando contra los espejos plateados, las paredes y el suelo. Christian...
Abro los ojos sobresaltada. No. Va a montar en cólera.
Cuando Sawyer para delante de Seattle Independent Publishing, salto del coche y me dirijo al edificio. -Ana, qué alegría verte. ¿Cómo está tu padre? -me pregunta Hannah en cuanto entro en la oficina. La
miro fríamente.
-Está mejor, gracias. ¿Puedo hablar contigo en mi despacho?
-Claro. -Parece sorprendida cuando me sigue al interior-. ¿Va todo bien?
-Necesito saber si has cambiado o cancelado citas con la doctora Greene.
-¿La doctora Greene? Sí. Dos o tres creo. Sobre todo porque estabas en otras reuniones o te habías
retrasado. ¿Por qué?
¡Porque ahora estoy embarazada, joder!, grito dentro de mi cabeza. Inspiro hondo para tranquilizarme. -Si me cambias alguna cita, ¿puedes asegurarte de que yo lo sepa? No siempre reviso la agenda.
-Claro -dice Hannah en voz baja-. Lo siento. ¿He hecho algo mal?
Niego con la cabeza y suspiro.
-¿Puedes prepararme un té? Luego hablaremos de lo que ha pasado mientras he estado fuera.
-Claro. Ahora mismo. -Más animada, sale de la oficina.
Miro a mi ayudante mientras se va.
-¿Ves a esa mujer? -le digo en voz baja al bip-. Es probable que ella sea la razón de que estés aquí. -
Me doy unas palmaditas en el vientre y entonces me siento como una completa idiota por estar hablando con el bip. Mi diminuto Bip. Niego con la cabeza enfadada conmigo misma y con Hannah... aunque en el fondo sé que no puedo culpar a Hannah. Desanimada, enciendo el ordenador.
Tengo un correo de Christian.
_______________________________
De: Christian Grey
Fecha: 13 de septiembre de 2011 13:58 Para: Anastasia Grey
Asunto: La echo de menos

Señora Grey:
Solo llevo en la oficina tres horas y ya la echo de menos.
Espero que Ray esté cómodo en su nueva habitación. Mamá va a ir a verla esta tarde para comprobar qué tal está. Te recogeré a las seis esta tarde; podemos ir a verle antes de volver a casa.
¿Qué te parece?
Tu amante esposo
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
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Escribo una respuesta rápida.
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De: Anastasia Grey
Fecha: 13 de septiembre de 2011 14:10 Para: Christian Grey
Asunto: La echo de menos

Muy bien. x
Anastasia Grey Editora de SIP
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De: Christian Grey
Fecha: 13 de septiembre de 2011 14:14 Para: Anastasia Grey
Asunto: La echo de menos

¿Estás bien?
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
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No, Christian, no estoy bien. Me estoy volviendo loca porque sé que tú te vas a subir por las paredes. No sé qué hacer. Pero no te lo voy a decir por correo electrónico.
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De: Anastasia Grey
Fecha: 13 de septiembre de 2011 14:17 Para: Christian Grey
Asunto: La echo de menos

Sí, estoy bien. Ocupada nada más. Te veo a las seis.
x
Anastasia Grey Editora de SIP
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¿Cuándo se lo voy a contar? ¿Esta noche? ¿Tal vez después del sexo? Tal vez durante el sexo. No, eso puede ser peligroso para los dos. ¿Cuando esté dormido? Apoyo la cabeza en las manos. ¿Qué demonios voy a hacer?

-Hola -dice Christian con cautela cuando subo al todoterreno.
-Hola -le susurro.
-¿Qué pasa? -Me mira con el ceño fruncido. Niego con la cabeza cuando Taylor arranca y se dirige al
hospital.
-Nada. -¿Tal vez ahora? Podría decírselo ahora que estamos en un espacio reducido y con Taylor.
-¿El trabajo va bien? -sigue intentándolo Christian.
-Sí, bien, gracias.
-Ana, ¿qué ocurre? -Ahora su tono es más duro y yo me acobardo.
-Solo que te he echado de menos, eso es todo. Y he estado preocupada por Ray.
Christian se relaja visiblemente.
-Ray está bien. He hablado con mi madre esta tarde y está impresionada por su evolución. -Christian
me coge la mano
-. Vaya, qué fría tienes la mano. ¿Has comido?
Me ruborizo.
-Ana... -me regaña Christian preocupado.
Bueno, no he comido porque sé cómo te vas a poner cuando te diga que estoy embarazada...
-Comeré esta noche. No he tenido tiempo.
Niega con la cabeza por la frustración.
-¿Quieres que añada a la lista de tareas del equipo de seguridad la de cerciorarse de que mi mujer coma?
-Lo siento. Ya comeré. Es que ha sido un día raro. Por el traslado de papá y todo eso...
Aprieta los labios hasta formar una dura línea, pero no dice nada. Yo miro por la ventanilla. ¡Cuéntaselo!,
me susurra entre dientes mi subconsciente. No. Soy una cobarde. Christian interrumpe mis pensamientos.
-Puede que tenga que ir a Taiwan.
-Oh, ¿cuándo?
-A final de semana o quizá la semana que viene.
-Vale.
-Quiero que vengas conmigo.
Trago saliva.
-Christian, por favor. Tengo un trabajo. No volvamos a resucitar otra vez esa discusión.
Suspira y hace un mohín. Parece un adolescente enfurruñado.
-Tenía que intentarlo -murmura.
-¿Cuánto tiempo estarás fuera?
-Un par de días a lo sumo. Me gustaría que me dijeras lo que te preocupa. ¿Cómo puede saberlo?
-Bueno, ahora mi amado esposo se aleja de mí... Christian me da un beso en los nudillos.
-No estaré fuera mucho tiempo.
-Bien -le digo con una sonrisa débil.
Ray está más animado y menos gruñón esta vez. Me conmueve su gratitud silenciosa hacia Christian y durante un momento, mientras estoy sentada oyéndoles hablar de pesca y de los Mariners, olvido las noticias que tengo que darle a mi marido. Pero Ray se cansa muy rápido.
-Papá, nos vamos para que puedas dormir.
-Gracias, Ana, cariño. Me alegro de que hayáis venido. He visto a tu madre hoy también, Christian. Me ha tranquilizado mucho. Y también es una fan de los Mariners.
-Pero no le gusta mucho la pesca -dice Christian mientras se levanta.
-No conozco a muchas mujeres a las que les guste, ¿sabes? -dice Ray sonriendo.
-Te veo mañana, ¿vale? -Le doy un beso. Mi subconsciente frunce los labios: Eso si Christian no te encierra en casa... o algo peor. Se me cae el alma a los pies.
-Vamos. -Christian me tiende la mano y me mira con el ceño fruncido. Yo le doy la mano y salimos del
hospital.
Picoteo la comida. Es el delicioso estofado de pollo de la señora Jones, pero no tengo hambre. Noto el estómago hecho un nudo y convertido en una bola de nervios.
-¡Maldita sea, Ana! ¿Vas a decirme lo que te pasa? -Christian aparta su plato vacío, irritado. Yo solo le miro
-. Por favor. Me está volviendo loco verte así.
Trago saliva intentando reprimir el pánico que me atenaza la garganta. Inspiro hondo para calmarme. Es ahora o nunca.
-Estoy embarazada.
Él se queda petrificado y lentamente el color va abandonando su cara.
-¿Qué? -susurra con la cara cenicienta.
-Estoy embarazada.

El futuro de la familia GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora